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Antonio del Barrio: “No podemos dejar de lado nuestras ilusiones por estar jubilados”
“Antonio del Barrio: No podemos dejar de lado nuestras ilusiones por estar jubilados” de 65ymas.com:
El artículo trata sobre el libro “El tiempo es un amigo que te avisa” de Antonio Barrio, un autor que anima a los jubilados a no renunciar a sus ilusiones y a disfrutar de su tiempo libre. Barrio, a través de su obra, busca inspirar a las personas mayores a mantenerse activas y a perseguir sus pasiones durante la jubilación. El autor destaca la importancia de no dejarse vencer por la inactividad y de encontrar nuevas motivaciones en esta etapa de la vida.
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Lo Que Me Asusta. Elena Nuñez Sambucety.
Lo Que Me Asusta
No me asustan los lobos, ni los bosques,
ni el mar embravecido;
me asusta tu gélida mirada,
tu indolencia, tu sarcasmo.
No me asustan los pesares,
las caídas, las vergüenzas;
me asusta tu necedad,
tu congelada sonrisa cínica,
tu careta;
la que habla dulce siendo dura
la que juega al amor;
la que encandila sabiendo
que no es verdad cálida la rigidez de tus hombros,
ni húmeda la curva de tus labios de desdén,
ni el granito de tu cuerpo,
la frialdad de tus manos;
ojos cristalinos que no están.
No me asusta el rugir del viento
ni el granizo, ni el hambre, ni la muerte;
me asusta tu marmolea presencia
impasible, impecable,
(impenetrable)
nada te atraviesa…
nada te toca del sufrimiento del otro.
Aprietas las manos en el cuello trémulo sin piedad,
el veneno en tu boca que muchos miran e ignoran,
miran hacia otro lado,
y de tanto hacerlo
no sienten; no vibran; no tocan,
a pesar de tener manos y corazón.
Una sociedad dormida me rodea,
seres anestesiados que comen y ríen
y pasean,
disfrutando como gatos vientre al sol,
gente que mira, pero no mira;
que sonríe, pero no siente;
¡eso sí da miedo!
Elena Núñez Sambucety, Arquitecturas Humanas
El Miedo a la Indiferencia
Este poema, como un grito ahogado en la multitud, resuena con la angustia de quien se enfrenta a la indiferencia. No son los peligros del mundo exterior los que aterrorizan al yo poético, sino la frialdad de un alma insensible, la mirada que no ve, el corazón que no siente.
Elena, con maestría, invierte la jerarquía de los temores. Los lobos, los bosques, el mar embravecido, símbolos de la naturaleza salvaje y sus desafíos, palidecen ante la gélida mirada de quien se ha cerrado al dolor ajeno. Es en esa desconexión, en esa indolencia petrificada, donde reside el verdadero horror.
Las imágenes que utiliza son poderosas: “congelada sonrisa cínica”, “hombros de rigidez”, “labios de desdén”, “granito de tu cuerpo”, “frialdad de tus manos”. Cada palabra esculpe un retrato de la insensibilidad, de la incapacidad de vibrar con la emoción del otro.
La sociedad dormida que rodea al yo poético es aún más aterradora. Seres anestesiados, gatos al sol, que miran sin ver, que sonríen sin sentir. La indiferencia se convierte en una epidemia, una máscara que oculta la falta de empatía y la incapacidad de conectar con la humanidad compartida.
En este poema, Elena no solo nos revela sus miedos, sino que nos confronta con los nuestros. Nos invita a despertar del letargo, a mirar con atención, a sentir con el corazón, a abrazar la vulnerabilidad y a resistir la tentación de la indiferencia. Porque, al final, es en la conexión con el otro, en la compasión y en el amor, donde encontramos la verdadera fuerza para enfrentar los peligros del mundo.
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Raíces de Luana Bruno
Raíces
Como las raíces bien arraigadas en el suelo
Necesitamos la tierra que nos sostiene,
El agua que nos da vida,
El sol que nos calienta.
Como las raíces que se abrazan a la tierra,
Necesitamos amor,
Amistad,
Compañía.
Como las raíces que se esconden debajo de la tierra,
Necesitamos un lugar seguro,
Un refugio,
Un hogar.
Luna Bruno del libro Entre el cielo, la tierra y el vuelo.
El Abrazo Silencioso de lo Invisible
Ah, “Raíces”… Un poema que me hace pensar en esos lazos invisibles que nos unen a la vida, a la tierra que pisamos, a las personas que amamos. Me imagino esas raíces, extendiéndose como venas debajo de la piel del mundo, buscando alimento, buscando conexión.
En cada verso, siento la necesidad humana de arraigo, de pertenencia. Es como si la autora nos recordara que, aunque a veces nos sintamos perdidos o desarraigados, siempre hay algo que nos sostiene: la tierra que nos nutre, el agua que nos da vida, el sol que nos calienta el alma.
Pero no solo necesitamos lo tangible, lo material. También necesitamos el abrazo invisible del amor, la amistad, la compañía. Esos lazos que nos dan fuerza, que nos impulsan a seguir adelante, que nos recuerdan que no estamos solos en este viaje.
Y finalmente, necesitamos un lugar seguro, un refugio donde poder escondernos del mundo, donde poder ser nosotros mismos sin miedo ni vergüenza. Un hogar, un espacio donde podamos sentirnos protegidos y amados.
Este poema es un canto a la humildad, a la sencillez, a la belleza de las cosas pequeñas. Es una invitación a conectar con nuestra esencia, a valorar lo que realmente importa, a recordar que, como las raíces, todos necesitamos un lugar donde arraigar, un lugar donde florecer. Es un abrazo silencioso que nos recuerda que, aunque a veces no lo veamos, siempre hay algo que nos sostiene. Y eso, amigo mío, es la esencia misma de la vida.
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