Ya la sombra, es un libro excelso, de profunda meditación, palabras que sopesan el tiempo y nuestro fluir, esa realidad que condensa espejismos y que nos facilita una forma más o menos ordenada para vivir.
La sombra es siempre contraria a la luz, enemiga perpetua de nuestras convicciones, como si no tuviéramos nada, como si el pasado fuera una nebulosa sin fin que además extiende sus garras en esa necesidad por vernos y encontrarnos entre “lo que fuimos” y lo que hoy “somos”.
El autor, Felipe Benítez Reyes, es consciente de su viaje y sus afirmaciones no se andan con remilgos ante lo que es una evidencia, quizás pasajera también.
Los sentimientos se modulan con el tiempo, toman otro color, otro sentir, una extrañeza que obliga y agota la existencia.
Hay un tono melancólico pero valiente en estos versos que ansía una verdad perturbadora.
Somos seres que el tiempo lleva a su capricho gobernado por ese misterio que nos lleva en fuga: el azar.
Como gaditano, afín a su tierra, me siento identificado con esas noches que enfrenta el poeta, con la cercanía del mar, el viento, sus antiguas leyendas.
Todo huye y se desvanece, irremediablemente.
Ya la sombra es un libro que incluso desde lo cotidiano y con una absoluta maestría nos devuelve a la vida vivida, a un pasado que fue y deambula en la memoria con tintes de ficción.
Versos llenos de símbolos e imágenes que ahondan en personajes de a pie que tiemblan y sueñan y que recrean falsas expectativas, ilusiones rotas, deseos por cumplir.
Felipe, a través de su poemario, sentencia lo irreparable dejando un sentimiento de vacío, una crudeza que hostiga a la esperanza.
La fugacidad del tiempo, el hastío de vivir y la nostalgia de un tiempo pasado que dota a los sentimientos de una definición más justa y precisa, quizás más imprecisa tras el viaje y ese agotamiento que conlleva la toma de conciencia.
Pasado, presente y futuro, esos tres caballeros, ponen en jaque la fórmula cartesiana; quizás el pensamiento sea solo tiempo, fuga y nuestra realidad sea un angosto cajón donde cabe y se prodiga la memoria.
La memoria como narradora, como eje central que une los tiempos y los ordena y esa extrañeza de no sentirnos reconocibles de lo que fuimos y somos y ese futuro que también asoma y apenas inquieta, diría, al poeta.
Benítez Reyes admite el tránsito pero al mismo tiempo lo interroga, cuestiona su utilidad, reafirma nuestra fuga. Y lo hace con profunda nostalgia, esa infancia, esa juventud que se presume casi irreal, evanescente en la memoria.
Para un adolescente, poco avezado en la vida, probablemente un poemario pesimista. Pero para algunos, como yo, que también hemos triturado parte de ese tiempo, esa irrealidad que conforma lo vivido y que se procura cierto confort en la memoria, Ya la sombra es un ejercicio lírico de lucidez y plena conciencia, madurez exquisita de un poeta al que el tiempo también le niega lo que no se sostiene en su memoria.