Club de Poesía
agosto 24 2012

Jeronimo Fernandez Duarte: “La lectura de otros poemas y poetas es fundamental. Aquel que no hace sino mirarse el ombligo está condenado a aburrir y repetirse.”

admin

De la invención del Gin tonic es el tercer trabajo individual de Jeronimo Fernandez Duarte. Callan las sirenas (Entre líneas editores, 2004) y La melancolía de las grúas (Editorial Poesía eres tú, 2009)

P: En De la invención del Gin Tonic, encontramos una honda mirada del poeta hacia fuera, junto con poemas que hacen referencia a la propia poesía “Un interesante poeta menor”, “A mi entidad bancaria” “Prohibido sentarse en los bancos”. ¿Son los tiempos actuales motivo de preocupación para los poetas? ¿Puede la poesía cambiar algo o ser reflejo de la sociedad?

 

R: Me parece muy interesante lo de la mirada hacia fuera y hacia dentro, la reflexión. Sonny Rollins dijo una vez que no pensaba mucho en su música porque una vez la había tocado ya era el pasado; pero resulta que estuvo una temporada ensayando bajo uno de los puentes de Manhattan, con todo el ruido del tráfico y los transbordadores de fondo, lo que le obligaba a tocar muy alto. Fue así como logró su sonido potente y pleno. O sea, que sí reflexionaba sobre su música y cómo quería cambiarla. Si yo reflexiono sobre la poesía es porque no estoy seguro de escribirla, porque a veces, e incluso a menudo, me pregunto si eso que estoy yo escribiendo es poesía.

Los tiempos actuales son motivo de preocupación para los poetas y para los fontaneros. Incluso esos que arruinan familias y países especulando, y ganan millones, deberían estar preocupados. Los efectos son imprevisibles y les alcanzarán como un bumerang. Es imposible que la sucesión de desastres y el descalabro colectivo no se filtraran en el poemario; era imposible no escribir sobre todo eso. Y lo que viene.

¿ La poesía puede cambiar algo, ser reflejo…? La paradoja es que en las sociedades democráticas y mercantiles como la nuestra, la poesía se banaliza, no es más que un producto, como el champú o los yogures, y ni siquiera tiene bífidus para ir mejor al baño o un activo que evite la caspa. Ojo, no digo que la poesía que se escribe sea banal, digo que se percibe desde la banalidad y se asimila a los condones o las maquinillas de afeitar. Todo lo contrario a lo que sucede en los regímenes totalitarios. Los dictadores son los que más en serio se toman la poesía. Un crítico literario muy severo, Iosef Vasilevich Stalin, enviaba a Siberia a todo aquel que no se ajustara a las leyes de su poética. Pablo Neruda le dedicó una oda.

 

P: De “La melancolía de las grúas” a “De la invención del Gin Tonic” encontramos cambios importantes que parecen llevar a una poesía más madura más elaborada. En el poema “Vía muerta” pareces desvelar un poco el porqué del cambio. ¿Qué te ha llevado a ese proceso de transformación en tu poesía? ¿Qué importancia tiene la lectura de otros poemas?

 

R: Pienso que “De la invención del gin tonic” es una evolución natural de “La melancolía de las grúas”. Es más, creo que hay una unidad a partir de “Paraíso perdido…”, de “La melancolía…”, hasta el último poema de “De la invención del gin tonic”. Lo que pasa es que he tratado de hacer cosas nuevas, al menos para mí. Rimar, practicar estrofas, como la de la copla, buscar cosas nuevas… A veces ha salido bien, otras no. “De la invención…” es también un poemario porque se trata de un conjunto de poemas girando en la misma órbita, aunque su ordenamiento en estaciones acabó surgiendo por casualidad. “Vía muerta” es la sincera expresión del agotamiento de, valga la redundancia, esa vía poética; la del humor, las referencias y la complicidad. Cito en él poetas que me gustan y que leo, deliberadamente catalanes o relacionados con Catalunya, tanto en lengua castellana como catalana y el poema de Barral que se cita de forma explícita es “Estancias sobre la conveniencia de pintar las vigas de azul”, que repasé al escribir “Ventanas”, pues también era un poema en secciones que acaba ordenándose en un todo, un mosaico. Pero “Vía muerta” es sobre todo la confesión de un fracaso, real o sentido. La intención de abandonar ese camino y adentrarme en la noche, sin luz, sin guía, sin nada.

La lectura de otros poemas y poetas es fundamental. Aquel que no hace sino mirarse el ombligo está condenado a aburrir y repetirse.

 

P: Encontramos metáforas mucho mas elaboradas que en anteriores trabajos. Incluso se podría decir que cada poema forma en su conjunto una metáfora. ¿Te ha dificultado el proceso creativo llegar a esas metáforas?

 

R: No creo que haya sido más difícil escribir estos poemas que los anteriores. Tal vez son más complejos o tienen más matices – cosa que, honestamente, me cuesta percibir, como no adviertes los cambios que los demás ven en tus hijos- o las metáforas son más originales. No lo sé. Algunos surgieron solos, otros fueron un juego, otros un hallazgo y otros una lucha hasta la extenuación. “Colliure” era un poema que quería escribir desde 2007 y había hecho versiones que había abandonado, hasta que, de repente, se desenredó, al menos su parte principal y a partir de ahí se trató de terminarlo. “Miles” irrumpió en mitad de “Ventanas”, que fue el último poema que escribí, pero su origen se remonta a meses antes, cuando observé atónito una actuación de Miles Davis al aire libre, sería a mediados de los setenta, acompañado por una banda de acid jazz o lo que fuera, con instrumentos eléctricos que provocaban una tormenta de sonido por la que se paseaba con una serenidad sobrecogedora la trompeta de Miles, como un equilibrista que siempre supiera qué paso dar al borde del abismo. “Ventanas” sale de la ilustración de portada de la edición de Cátedra de “Ciudades a la deriva”, de Stratís Tsircas.

Tengo dos metáforas de las que estoy orgulloso –uno tiene su vanidad y su corazoncito-, una es la de “después de haber viajado el uno al fondo del otro”, a propósito del coito y la otra decir que el gin tonic es “una trasparencia herida por el hielo”. Vale, seguro que hay otras, pero estas me gustan. ( risas)

 

 

P: La naturaleza forma parte también de tu poesía, muchas veces parece que se mezcla con la vida del poeta. ¿Es quizás esa mirada diferente la que hace diferente al poeta?

R: No me hubiera considerado nunca un poeta bucólico ( risas) pero releyendo, sí que se hace mucha referencia al tiempo atmosférico, al cambio de las estaciones, a la naturaleza que invade el aeropuerto abandonado. Es lo que tiene vivir en un pueblo. Aquí la vida es perfectamente cíclica.

Sobre la mirada: hay que enseñarse a mirar como poeta. Como médico, yo veo cosas por la calle que otros no ven: una marcha peculiar, unas uñas en vidrio de reloj… estoy adiestrado para ello. En la facultad siempre nos decían, muy ufanos, que el padre de Sherlock Holmes era médico. Por eso me encanta esa nueva serie sobre Sherlock ( risas). Si uno puede adiestrarse para mirar como médico – y seguro que como arquitecto, o como zapatero-, también puede adiestrarse para mirar como poeta. ¿ Qué cómo se hace? Pues se va a preguntarle a los poetas, es decir, a leerlos.

Otra cosa es la peculiaridad cognitiva. Ahí creo que sí que interviene el genio. El caso más curioso que conozco es el de una escritora que, hasta donde yo sé, no era poeta: Jean Rhys; su manera de percibir y describir la realidad es rara y fascinante. Genial.

 

P: “De la invención del Gin tonic” parece ir dirigido a un publico mas entregado a la lectura de poemas. ¿Qué podemos esperar de tus futuros trabajos? ¿Vas a seguir trabajando en esta línea o acercarás la poesía a esa amplia minoría?

 

R: Nunca, nunca pienso en nadie al escribir un poema. No imagino un lector o destinatario. No es por soberbia o mala educación. Tal vez es por timidez. Publiqué algunos de los poemas de “De la invención…” en un blog y obtuve algunas respuestas. A veces, incluso lecturas insospechadas que fueron muy ricas para mí, al arrojar nuevas miradas al poema: creo que el autor necesita al lector para saber por dónde está avanzando y hacia dónde va ese avance. Por eso me angustia cuando publicas un libro y no obtienes ninguna respuesta lectora; es como arrojar una piedra a un lago y que no haga ondas. Sé que parece una contradicción, pero no lo es: yo no puedo pensar en el lector antes de que me lea porque sería una falta de respeto, al dar por supuesta cuál sería su lectura, pienso en él, en lo que me dice, después. Ahora deseo ser más concreto, más literal y hondo, cambiar mi escritura y, antes de ponerme en marcha, no me preocupa si me seguirán o no. Tal vez al llegar y no ver a nadie me de otra vez por lo del lago y las ondas ( risas), pero no pediré permiso para equivocarme, tendré que aceptar lo que venga después.

Lo de acercar la poesía… Voy a describir dos reacciones que se producen cuando un conocido descubre que has publicado un libro de poemas. Primera “ah, qué bien ¿ Y para cuándo una novela?” O sea, que no tan bien ( risas). Segunda: “es que yo no leo poesía porque no la entiendo” Entonces, yo hago una pregunta “¿ Te gusta la paella?” Si la respuesta es afirmativa, “¿ Y la entiendes?” No es una tomadura de pelo. A no ser que uno sea Ferran Adrià o un crítico gastronómico nadie se pone a analizar una paella, a descomponerla en sus elementos; se la come y punto, y automáticamente sabe si está buena o no, si le gusta o no, y por qué.

¿ Y por qué? Muy sencillo: porque ha comido paella desde antes, desde pequeñito, la de mamá, la de la tía Engracia, la del abuelo Genaro, la del restaurante y la del chiringuito: ha educado su gusto y sabe lo que cabe esperar y lo que no; y es más, le importa una mierda – con perdón- si su valoración coincide con la de la Guía Michelín o no.

Eso no pasa con la poesía; con la poesía pasa un poco como con el vino: de ser un producto para lavanderas, pescadores y cualquiera que tarareara un viejo romance o copla, ha pasado a ser algo en manos de unos pocos adoradores. Ahora, más que beber vino y disfrutarlo, lo importante es hablar de añadas y coupages, de terroir y gamas varietales, de taninos y retrogusto y, aunque te guste el vino tinto con la paella pedirás el blanco para que no te miren como a un marciano. El vino, que antes era un producto habitual y cotidiano, se ha convertido en un producto sacro. Ojo que no tengo nada en contra de los vinos caros o elaborados; sólo digo que hay que perderle el miedo. Y con la poesía lo mismo.

Si antes las mujeres cantaban romances cuando iban al lavadero no veo por qué sus nietas, muchas de ellas universitarias, no leen poesía “porque no la entienden”. Si queremos que la poesía vuelva a ser un producto cotidiano y desacralizado debemos familiarizarnos con ella desde la infancia, como nos familiarizamos con las croquetas de la abuela. En contra de lo que pueda parecernos, los niños reaccionan de manera muy positiva a la poesía, incluso la que no está “pensada para ellos”: les gusta el juego del ritmo, de la rima, de las palabras en sitios insospechados, todo lo que les da una sensación de juego… captan lo que el poema dice sin analizarlo, les llega su belleza de una manera primaria y sin prejuicios. Ya tendrán tiempo de analizarlos el resto de su vida. Hace poco compré un librito editado por Gadir que recogía unos poemas que Pessoa escribió para los niños, y se los leí a mis hijos, que hasta donde yo sé no son seres superiores llegados de Marte, y les encantaron, sobre todo el “Poema de las pilas”. Creo que si no les leemos poesía a los niños, sin forzarlos, siempre como un juego – los niños siempre están dispuestos al juego y a preguntarse si lo que ven es de verdad los que están viendo- y ese hábito lo mantenemos, no como un castigo, sino como un placer, nunca llegarán a la poesía, por mucho que se la acerquemos. Bueno, creo. También puedo equivocarme.

Espero haber contestado a vuestras preguntas. Creo que he hablado tanto que tengo la boca seca. Me merezco un gin tonic.

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Noticias

Homenaje a D. Antonio Machado en el 150 aniversario de su nacimiento. Revista Grada

Fuente: https://www.grada.es/homenaje-a-d-antonio-machado-en-el-150-aniversario-de-su-nacimiento/blogueros/antonio-del-barrio-estremera/

Por Antonio del Barrio Estremera

Introducción

En el 150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado, la figura del poeta sevillano resurge con fuerza en la memoria literaria y sentimental de España. Su obra, marcada por la introspección, la melancolía y el compromiso con la verdad, sigue siendo un referente imprescindible para comprender la poesía española contemporánea y la identidad de nuestro país.

Breve biografía

Antonio Machado nació en Sevilla el 26 de julio de 1875, en el palacio de Dueñas, en el seno de una familia liberal y culta. Su infancia transcurrió entre los paisajes andaluces y, desde 1883, en Madrid, donde se formó en la Institución Libre de Enseñanza, un ambiente que marcaría su pensamiento abierto y su sensibilidad social.

A lo largo de su vida, Machado fue testigo y protagonista de los grandes cambios de la España de su tiempo. Vivió en Soria, donde conoció a Leonor Izquierdo, su gran amor, cuya temprana muerte marcó profundamente su poesía. Posteriormente residió en Baeza, Segovia y Madrid, alternando la docencia con una intensa actividad literaria y social. Durante la Guerra Civil, su compromiso con la República le llevó al exilio, falleciendo en Colliure (Francia) el 22 de febrero de 1939.

La obra poética de Machado

Etapas y evolución

La poesía de Machado se caracteriza por una evolución desde el modernismo y el simbolismo de sus primeras obras hacia una voz propia, más sobria y reflexiva, que culmina en la profundidad de Campos de Castilla y los poemas de madurez.

  • Soledades: Influencia modernista y simbolista, introspección y musicalidad.

  • Campos de Castilla: Retrato de la España interior, reflexión sobre el paisaje y el alma nacional, crítica social y existencialismo.

  • Nuevas canciones: Poesía gnómica, sentencias y aforismos, búsqueda de la esencia.

  • Poesías completas y Juan de Mairena: Síntesis de su pensamiento, exploración filosófica y ética.

Temas y estilo

  • El paisaje: Especialmente Castilla, símbolo de la identidad y la historia de España.

  • La introspección: El yo poético como espacio de búsqueda y duda.

  • La melancolía y el tiempo: Reflexión sobre la fugacidad de la vida y la memoria.

  • El compromiso: Defensa de la libertad, la justicia y la dignidad humana.

Machado y la Generación del 98

Antonio Machado es el más joven y, para muchos, el más representativo de la Generación del 98. Su obra dialoga con la crisis de identidad nacional y la necesidad de regeneración cultural y moral. A diferencia de otros autores, Machado aporta una mirada compasiva, humilde y profundamente humana, que trasciende el pesimismo para buscar la esperanza en la palabra y el ejemplo vital.

Homenajes en el 150 aniversario

En 2025, instituciones y ciudades como Soria, Madrid y Sevilla han rendido homenaje a Machado con recitales, conciertos y actos culturales. Destacan el recital poético-teatral en la Biblioteca Rafael Alberti de Madrid y el concierto lírico “Estos días azules y este sol de la infancia” en Lima, que celebran la vigencia y universalidad de su poesía.

Legado y actualidad

La poesía de Antonio Machado sigue viva en la voz de lectores y poetas de todas las generaciones. Su ejemplo de vida sencilla, su honestidad intelectual y su defensa de la libertad y la justicia lo convierten en un referente ético y literario. En palabras del propio Machado: “Nada me debe Soria, creo yo, y si algo me debiera, sería muy poco en proporción a lo que yo le debo: el haber aprendido en ella a sentir a Castilla, que es la manera más directa y mejor de sentir a España”.

Antonio Machado, a 150 años de su nacimiento, sigue siendo el poeta de la verdad, la memoria y la esperanza. Su obra nos invita a caminar, a dudar y a soñar, recordándonos que, como él escribió, “se hace camino al andar”.

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Reseñas

Crítica Literaria: “Más que palabras” de José Molina Melgarejo

Crítica Literaria: “Más que palabras” de José Molina Melgarejo

Título y Autor

“Más que palabras” es el poemario íntimo más reciente de José Molina Melgarejo, publicado por Ediciones Rilke en 20251. Melgarejo (Granada, 1956) es una figura singular en el panorama poético español: con más de cuarenta años de experiencia en el mundo editorial como redactor, editor y corrector, aporta a su escritura una sensibilidad técnica y una comprensión profunda del oficio literario. Miembro de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios y colaborador de la revista Entreletras, su obra poética incluye títulos como El delirio de la palabra, Del amor y otras locuras y Paisaje interior.

Resumen Breve

Más que palabras es un poemario que explora los territorios más íntimos de la experiencia humana a través de 37 composiciones organizadas en una progresión emocional y temática. La obra comienza con una reflexión metapoética sobre el acto de escribir y evoluciona hacia la exploración de la soledad, el compromiso social, el amor maduro y la búsqueda existencial. El autor dedica la obra “a aquellos que no creen que detrás de la oscuridad pueda asomarse un destello de luz”, estableciendo desde el inicio un diálogo entre desesperanza y esperanza que atraviesa todo el poemario.

Análisis de Elementos Literarios

Estructura y Desarrollo Temático

La arquitectura del poemario revela una construcción meditada que va de lo universal a lo íntimo, de la reflexión sobre la palabra poética a la confesión personal. Esta progresión no es arbitraria: Molina Melgarejo estructura su obra como un viaje emocional que permite al lector adentrarse gradualmente en capas cada vez más profundas de significado.

Estilo y Lenguaje

El estilo de Melgarejo se caracteriza por una autenticidad emocional que esquiva tanto el sentimentalismo fácil como la frialdad intelectual. Su lenguaje combina la precisión técnica —fruto de su experiencia editorial— con una espontaneidad expresiva que resulta genuina. Utiliza predominantemente el verso libre, pero con un control rítmico que evidencia su dominio de las formas métricas tradicionales.

Las metáforas sensoriales constituyen uno de sus recursos más logrados: “Me bebo las palabras que emanan a borbotones del manantial invisible que anega mi cuerpo”. Aquí transforma el acto de escribir en una experiencia física, casi visceral, que conecta con la tradición de poetas como Juan Ramón Jiménez pero con una intensidad contemporánea.

Técnicas Innovadoras

Molina Melgarejo emplea técnicas que acercan efectivamente la poesía al lector contemporáneo:

Diálogos poéticos: En composiciones como “Cara a cara” introduce una estructura dramática poco común en la lírica actual1. Este recurso dinamiza la lectura y humaniza la experiencia poética:

“¿Me odias o me amas? / ¿Qué te hace dudar? / El gemido profundo de tus ojos cuando me miran”1

Anáforas contemporáneas: El uso de la anáfora en “Invisible” (“Me haría invisible, que nadie pudiera…”) o en “Unos y otros” (“Hay quienes…”) crea efectos hipnóticos que refuerzan el contenido emocional1.

Alternancia rítmica: La variación entre poemas extensos y breves (como el trístico “Pasiones”) genera un ritmo de lectura que imita la respiración emocional.

Ambientación

El espacio poético de Melgarejo es predominantemente interior —la “alacena” del alma, los “laberintos de la mente”— pero se expande hacia escenarios sociales y universales. Esta amplitud espacial permite que lo íntimo dialogue con lo colectivo sin forzar conexiones artificiales.

Interpretación y Juicio Crítico

Interpretación

El poemario funciona como una declaración de principios sobre el papel de la poesía en el siglo XXI1. La “Declaración de intenciones” inicial no es meramente programática: establece que la poesía debe ser “más que palabras”, debe ser “un bramido de pasión, una ráfaga de emoción contenida”. Esta concepción conecta con la tradición romántica pero la actualiza con una conciencia social contemporánea.

El simbolismo del agua (que aparece como caos en “Maldita pesadilla” y como purificación en los poemas amorosos) sugiere una visión cíclica de la experiencia humana donde destrucción y regeneración coexisten.

Juicio Crítico

La originalidad de Melgarejo radica no en la innovación formal radical, sino en su capacidad para revitalizar formas conocidas con contenido auténtico. Su poesía posee esa cualidad esquiva que podríamos llamar “necesidad”: surge de una urgencia expresiva genuina, no de un mero ejercicio estético.

La coherencia del poemario es notable: cada poema contribuye a un todo significativo sin perder autonomía. El impacto emocional se construye progresivamente, evitando tanto la grandilocuencia como la trivialidad.

Contexto Histórico y Cultural

Más que palabras se inscribe en un momento de la poesía española contemporánea marcado por la búsqueda de autenticidad tras décadas de experimentación formal. La obra responde a esa necesidad identificada por críticos actuales de reconectar la poesía con la experiencia vital sin renunciar a la calidad estética.

La dedicatoria a las víctimas de la DANA de Valencia (2024) sitúa el poemario en la actualidad inmediata, mostrando cómo la poesía puede responder a la urgencia del presente sin caer en el mero testimonio periodístico.

Comparación con Otras Obras

Conexión con la Tradición del Siglo XX

Melgarejo dialoga productivamente con varias tradiciones poéticas del siglo XX:

Con la Generación del 27: Comparte el uso de metáforas sensoriales y la personificación de abstracciones, como se ve en versos como “Las palabras me delatan, me suplican que confiese”. Sin embargo, evita el hermetismo vanguardista manteniendo la comunicabilidad.

Con la poesía social de los 50: Los poemas como “Otras guerras” y “Sentir” evocan el compromiso de poetas como Gabriel Celaya o Blas de Otero, pero con una sofisticación formal mayor.

Con el intimismo de Juan Ramón Jiménez: La reflexión metapoética y la búsqueda de la palabra exacta conectan con el maestro moguereño, aunque Melgarejo incorpora una dimensión social ausente en Juan Ramón.

Distancia de las Vanguardias Contemporáneas

A diferencia de los novísimos de los años 70, Melgarejo no busca la ruptura radical ni el experimentalismo por sí mismo. Su propuesta es más cercana a la “poesía de la experiencia” de los 80, pero con mayor peso en lo social y existencial.

Opinión Personal

Más que palabras es un poemario maduro que logra algo difícil en la poesía contemporánea: ser profundamente personal sin caer en el narcisismo, socialmente comprometido sin convertirse en panfleto, y formalmente cuidado sin resultar frío.

La autenticidad emocional del autor se percibe en cada verso, especialmente en poemas como “Tiempo perdido” o en la dedicatoria final a los hijos1. Esta sinceridad, combinada con un dominio técnico evidente, produce una poesía que cumple su promesa de ser “más que palabras”.

Recomendación: Recomiendo esta obra especialmente a lectores que buscan poesía accesible pero no simplista, que valoren la honestidad emocional y el compromiso social. Es ideal para quienes se han alejado de la poesía por considerarla hermética o elitista: Melgarejo demuestra que se puede ser profundo sin ser oscuro.

Conclusión

Más que palabras confirma que la poesía española contemporánea puede mantener su relevancia cultural sin renunciar a la excelencia estética. José Molina Melgarejo ha logrado un equilibrio difícil entre tradición e innovación, entre lo personal y lo universal, entre la palabra bella y la palabra necesaria.

En el panorama actual de la poesía española, donde conviven múltiples tendencias sin hegemonías claras, este poemario se sitúa en una línea de continuidad constructiva: respeta la tradición, la renueva con sensibilidad contemporánea y la proyecta hacia el futuro con honestidad y rigor.

El título cobra pleno sentido al final de la lectura: efectivamente, Molina Melgarejo nos ha ofrecido mucho más que palabras. Nos ha regalado una experiencia poética completa, humana y necesaria.

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Poesía

“Palabras” José Molina Melgarejo del libro Más que palabras.

Palabras
A modo de prólogo inexcusable

Me fluyen las palabras
entre los dedos de las manos,
y se transforman en versos
navegando libres y sueltos
por un océano de tinta
que inunda páginas en blanco.

Arden las palabras
que de mí nacen,
y se funden en tu boca
al escribirlas en un beso
que destila el sabor a miel
que exhalan tus labios.

Me brotan las palabras
sin que yo las llame
para recordarme que vivo,
que simplemente te amo,
que sin ti el tiempo se derrite
en un puñado de suspiros.

Grito palabras a los cuatro vientos
para que alguien las escuche.
Me sobran silencios
para decir lo que deseo.
Me faltan palabras
para no callar lo que siento.

Necesito palabras
que abracen mis penas,
que aquieten mis miedos,
que acudan al rescate
de los temores que me asaltan
cuando la vida me da la espalda.

Me bebo las palabras
que emanan a borbotones
del manantial invisible
que anega mi cuerpo,
de las aguas turbulentas
que empapan mis entrañas.

Me hacen falta palabras
para construir castillos en el aire
y sembrar la tierra de nubes
que inunden de lluvia
los corazones solitarios
que de amor andan yermos.

Me pierdo entre palabras
buscando una puerta de salida
a las tristezas que me ahogan,
a las heridas que me desangran,
a las pesadillas que me desvelan
en noches intempestivas.

Se me clavan las palabras
como dagas de fuego
que me arden por dentro,
como espigas de hielo
que me congelan el alma
cuando una pasión fenece.

Me delatan las palabras,
me suplican que confiese
los pecados que cometo
sin arrepentirme de nada,
los sueños que se desvanecen
con el clarear de la mañana.

Me sofocan las palabras
que no expresan lo que siento,
las que esconden mis lamentos,
las que me desdicen en secreto,
aquellas que me traicionan
al ponerlas por escrito.

Sin palabras no me encuentro,
solo soy una voz callada
que arde en deseos de amar,
de declararme en rebeldía,
de querer transitar por la vida
con más premura que sosiego.

José Molina Melgarejo – “Más que palabras”

https://poesiaerestu.com/revista/wp-content/uploads/2025/06/Poema-Palabras.mp3

El verbo hecho carne en la intimidad del poeta

En este poema-manifiesto que abre las compuertas del alma, José Molina Melgarejo nos entrega la clave de su universo poético: la palabra como sustancia vital, como sangre que irriga cada verso de su poemario íntimo. Aquí no estamos ante un simple ejercicio retórico, sino ante la confesión desnuda de un poeta que entiende su oficio como una urgencia existencial, una necesidad tan primaria como respirar.

La palabra en Molina Melgarejo adquiere dimensiones casi místicas, se transmuta en elementos líquidos que “fluyen entre los dedos”, se tornan océano de tinta, manantial invisible, aguas turbulentas que empapan las entrañas. Esta hidromorfización del lenguaje revela una concepción orgánica de la poesía, donde el verso no es artificio sino emanación natural del ser. El granadino construye un cosmos donde las palabras poseen vida propia: arden, se funden, brotan, gritan, abrazan, se clavan. Esta personificación constante evidencia la relación visceral que el poeta mantiene con su instrumento de trabajo.

Pero es en la paradoja donde Molina Melgarejo alcanza su mayor profundidad poética: “Me sobran silencios para decir lo que deseo. Me faltan palabras para no callar lo que siento”. Esta contradicción aparente revela la tragedia fundamental del poeta: la insuficiencia del lenguaje frente a la inmensidad del sentimiento. Las palabras, que deberían ser aliadas, se convierten en traidoras que “delatan” y “sofocan”, que “no expresan lo que siento”.

La metáfora del amor permea todo el poema, transformando la creación poética en acto amoroso: las palabras “se funden en tu boca al escribirlas en un beso que destila el sabor a miel”. El erotismo del lenguaje se hace explícito, la escritura deviene caricia, el verso se humaniza hasta convertirse en piel que se acaricia. Esta erotización del acto creativo conecta con la tradición mística española, donde el éxtasis religioso y el amoroso se confunden en una sola experiencia trascendente.

El poeta granadino, con más de cuarenta años de experiencia en el mundo editorial, demuestra en este texto programático su madurez literaria. No hay aquí exhibicionismo formal ni fuegos artificiales retóricos, sino la honestidad despojada de quien ha comprendido que la poesía auténtica nace del desgarro, de la necesidad imperiosa de nombrar lo innombrable. Las palabras son su medicina y su veneno, su salvación y su condena, y en esa dualidad trágica reside la grandeza de un poeta que convierte su vulnerabilidad en fortaleza expresiva.

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