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“Los peces que han nacido obligados a ser” de Juan Manuel Leiva
Los peces que han nacido obligados a ser
-dentro de una pecera-
no son conscientes del río
que como un hogar seguro
desemboca en el mar
de la libertad de ser uno mismo.
Juan Manuel Leiva, “Cambio de plano”
Análisis: La pecera y el mar: un viaje de pieles abandonadas
El poema respira en el silencio entre la jaula y el horizonte. La pecera, frágil y transparente, se vuelve prisión invisible: sus límites son tan claros que los peces olvidan incluso la existencia del agua libre. Leiva talla aquí una metáfora afilada sobre las identidades que heredamos sin cuestionar, esos moldes que confundimos con la vida misma. El verso “obligados a ser” golpea como un diagnóstico de época: ¿cuántas veces nacemos en biografías prefabricadas, en rutinas que se disfrazan de destino?
El río aparece como un susurro de posibilidad, un camino líquido que los peces no imaginan. Es curioso: el agua que los rodea podría ser la misma que fluye hacia el mar, pero la pecera la convierte en estanque. Leiva juega con la paradoja de la seguridad como cárcel, esa comodidad que nos aleja de nuestro nombre verdadero. El mar, al final, no es un lugar geográfico sino un verbo: ser uno mismo, una marea de libertad que solo llega cuando rompemos el cristal de lo establecido.
El poeta no juzga, solo muestra. Su lenguaje -sencillo como un guijarro- esconde profundidades oceánicas. Cada línea es un espejo: ¿cuántas peceras habitamos sin saberlo? ¿Qué ríos nos esperan más allá de los muros que llamamos “hogar”? La respuesta late en ese desembocar final, donde la identidad deja de ser un recipiente para convertirse en corriente.
Análisis escrito con tinta de mar y cristales rotos.
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Crítica literaria: “Cambio de plano” de Juan Manuel Leiva
Crítica literaria: “Cambio de plano” de Juan Manuel Leiva
En un panorama literario donde la poesía lucha por mantener su relevancia frente a formas de comunicación más inmediatas, “Cambio de plano” de Juan Manuel Leiva emerge como un puente entre la tradición poética española y las inquietudes del lector contemporáneo. Esta obra, publicada en 2025, representa la madurez creativa de un autor que ha sabido evolucionar desde sus anteriores poemarios (“La estructura del duende” y “El sentido de las puertas”) hacia una voz más depurada y esencial.
El poeta y su trayectoria
Juan Manuel Leiva, nacido en Barcelona en 1978, se formó en las facultades de Bellas Artes y Filosofía y Letras, donde encontró en Pere Ballart a su mentor literario. Su formación multidisciplinar como artista global (artes escénicas, cinematográficas, plásticas, poéticas y musicales) ha nutrido una visión poética integradora que alcanza en “Cambio de plano” su expresión más coherente y personal.
La propuesta poética: desapego y esencialidad
“Cambio de plano” se estructura como un viaje de transformación interior que invita al lector a despojarse de lo superfluo para reconectar con su esencia. El poemario traza un recorrido desde experiencias cotidianas (como la mudanza de la ciudad al campo) hasta reflexiones de carácter místico, utilizando estas transiciones físicas como metáforas de un cambio más profundo y existencial.
La obra se articula en capítulos que funcionan como estaciones en este viaje de desapego y redescubrimiento. Leiva construye un universo poético donde la transformación exterior simboliza una metamorfosis interior, invitándonos a “mudar de piel” para enfrentar los cambios inevitables de la existencia.
Innovación desde la tradición
Lo verdaderamente notable de “Cambio de plano” es cómo Leiva consigue innovar sin romper completamente con la tradición. Su poesía, anclada en la experiencia pero con aspiraciones trascendentes, dialoga con la tradición española de manera fructífera:
- Lenguaje accesible con profundidad filosófica: Al igual que Antonio Machado, Leiva utiliza un lenguaje sencillo para expresar ideas complejas. Sin embargo, mientras Machado recurría a la sobriedad castellana, Leiva incorpora elementos de la sensibilidad contemporánea, creando un puente entre lo tradicional y lo actual.
- Metáforas cristalinas: A diferencia del hermetismo de algunos poetas del siglo XX, Leiva opta por imágenes claras pero potentes. Su técnica recuerda a la claridad metafórica de Jorge Guillén, pero aplicada a preocupaciones contemporáneas como el consumismo y la desconexión con lo natural.
- Verso libre contemporáneo: Su manejo del verso libre muestra una evolución respecto a referentes como Vicente Aleixandre. Leiva consigue un ritmo más conversacional y directo, adaptado a la sensibilidad del lector actual sin sacrificar la musicalidad inherente a la buena poesía.
- Mística contemporánea: La dimensión espiritual de “Cambio de plano” establece un interesante diálogo con la tradición mística española (San Juan de la Cruz, Santa Teresa), pero desde una perspectiva secular y accesible al lector contemporáneo, sin los elementos religiosos tradicionales.
El simbolismo como puente
El simbolismo en “Cambio de plano” funciona como un puente entre lo personal y lo universal. La imagen central de “los peces que han nacido obligados a ser, dentro de una pecera, no son conscientes del río que como un hogar seguro desemboca en el mar de la libertad de ser uno mismo” condensa magistralmente la propuesta filosófica del libro: vivimos limitados por convenciones que ni siquiera reconocemos como tales.
Esta red simbólica (pecera-río-mar) resulta accesible incluso para lectores no habituados a la poesía, lo que demuestra la habilidad de Leiva para crear imágenes que funcionan a múltiples niveles de lectura.
Comparación con poetas del siglo XX
La poesía de Leiva establece interesantes diálogos con diversas corrientes del siglo XX:
- Con la Generación del 27: A diferencia del culteranismo de Gerardo Diego o el surrealismo de Lorca, Leiva opta por una claridad expresiva que, sin embargo, no renuncia a la profundidad. Su aproximación recuerda más a la vertiente neopopularista de la generación, pero con un lenguaje actualizado.
- Con la poesía social: Comparte con Blas de Otero o Gabriel Celaya la preocupación por el ser humano en su contexto social, pero evita el tono declamatorio, optando por una crítica más sutil al “mundo que cada vez nos exprime más como consumidores que como seres sensibles a la vida”.
- Con la poesía de la experiencia: Su obra dialoga con poetas como Luis García Montero, pero trasciende los límites de esta corriente al incorporar elementos de búsqueda espiritual que estaban ausentes en la mayoría de poetas experienciales.
- Con la poesía del silencio: A diferencia del hermetismo de José Ángel Valente, Leiva busca la esencialidad sin sacrificar la comunicabilidad, creando una poética que depura el lenguaje sin volverlo críptico.
Valoración crítica
“Cambio de plano” representa una propuesta valiosa en el panorama poético actual por varias razones:
- Equilibrio entre tradición e innovación: Leiva consigue renovar la tradición poética española sin rupturas traumáticas, estableciendo un diálogo fructífero con el pasado desde una sensibilidad contemporánea.
- Accesibilidad sin simplificación: Su poesía resulta accesible para lectores no especializados sin caer en la banalidad o el sentimentalismo fácil, lo que constituye un logro significativo en tiempos de inmediatez comunicativa.
- Coherencia entre forma y fondo: La propuesta de despojarse de lo superfluo para llegar a lo esencial se refleja en un estilo depurado que evita artificios innecesarios, creando una perfecta correspondencia entre lo que dice y cómo lo dice.
- Respuesta a inquietudes contemporáneas: El poemario aborda preocupaciones muy actuales (consumismo, desconexión con lo natural, búsqueda de autenticidad) desde una perspectiva que trasciende lo circunstancial para tocar lo universal.
Conclusión
“Cambio de plano” se erige como una obra significativa que demuestra la vigencia y la capacidad de renovación de la poesía en el siglo XXI. Juan Manuel Leiva ha conseguido crear un poemario que, sin renunciar a la profundidad y la calidad literaria, tiende puentes hacia lectores no habituales del género.
Su propuesta de transformación y búsqueda de lo esencial resuena con especial fuerza en una época marcada por la superficialidad y el exceso, ofreciendo un camino alternativo: el de la poesía como herramienta de conocimiento y reconexión con lo auténtico. Como los peces que descubren que existe un río más allá de la pecera, los lectores de “Cambio de plano” son invitados a descubrir horizontes más amplios para su propia existencia.
Esta obra confirma a Juan Manuel Leiva como una voz madura y personal en el panorama poético español, capaz de dialogar con la tradición mientras mira decididamente hacia el futuro. Un libro, en definitiva, que merece ser leído tanto por los habituales de la poesía como por quienes buscan en la literatura respuestas a las inquietudes esenciales del ser humano contemporáneo.
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“LO SIENTO, TE QUIERO” de L.M. White
“LO SIENTO, TE QUIERO”
*Aquel banco seguía en el mismo sitio de siempre,
con el tiempo detenido,
viendo pasar las horas,
viendo pasar febrero.
La nana ya no es música,
se volvió un simple recuerdo del ayer.
Viajar se convirtió en monotonía,
el hogar vive conmigo día a día.
Dejé de observar la belleza en el espejo
-ahora la aprecio en sus ojos-,
decidí crear la mía propia.
Las 203 palabras atragantadas en mi garganta
salieron volando por fin,
y continué el siguiente capítulo en una nueva hoja del cuaderno.
Compré uno nuevo,
demasiadas cenizas lo ennegrecieron.
Nuevas historias condenadas al fracaso,
una nueva por disfrutar cada segundo.
Curaron mis alas mientras yo las cicatrizaba,
ahora tienen un pedacito suyo.*
L.M. White | “Lo siento, te quiero. Crónicas de una mente desordenada”
Análisis: Memorias aladas de un cuaderno quemado
Este poema late como arteria central del libro, cicatriz que sangra tinta y se cierra con versos. El banco inmóvil no es mueble urbano, sino altar de nostalgias donde febrero –mes de sombras cortas y amores marchitos– congela el tiempo. White convierte la hoja en espejo roto: ya no busca reflejos ajenos, sino que talla su propia belleza con buril de poeta.
Las 203 palabras atragantadas son perdigones de silencio que finalmente estallan en vuelo. El cuaderno nuevo comprado –acto ritual de renacimiento– lleva en sus páginas la paradoja de toda creación: condena al fracaso y celebración del intento. Las cenizas no son residuo, sino polvo estelar de lo que ardió para iluminar.
Cuando escribe “curaron mis alas mientras yo las cicatrizaba”, nos muestra la herida como costurero de plumas. Cada cicatriz –verso, suspiro, relámpago nocturno– teje el plumaje para un vuelo distinto. Ese pedacito suyo que queda en las alas no es lastre, sino brújula: reconocimiento de que el amor, incluso roto, nos transforma en cartógrafos de nuevos cielos.
La autora no escribe desde la resignación, sino desde el temple del acero que se forja al rojo vivo. Su optimismo no es ingenuo –sabe que las historias llevan el germen del fracaso–, pero elige la esperanza como acto de rebeldía. En cada sílaba late la paradoja del título: disculpa que es declaración, adiós que sigue siendo abrazo.
Este poema respira como criatura mitológica –medio fénix, medio esfinge– que interroga al tiempo desde la fragilidad. White nos entrega no un cierre, sino un umbral: ese instante preciso en que las cicatrices dejan de doler y se convierten en mapas de navegación emocional.
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