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CRÍTICA LITERARIA DE LO VISCERAL A LA PIEL: POESÍA SIN INTERMEDIARIOS
CRÍTICA LITERARIA
DE LO VISCERAL A LA PIEL: POESÍA SIN INTERMEDIARIOS
Manuel Lozano Figueroa
Editorial Poesía eres tú, 2025
TÍTULO Y AUTOR
De lo visceral a la piel anuncia desde su título un programa poético: el tránsito de lo íntimo e incontenible (vísceras, entrañas, profundidad) hacia lo visible y tangible (piel, superficie, contacto). Es un título que promete corporalidad y sinceridad, dos promesas que el libro cumple con determinación.
Manuel Lozano Figueroa se presenta al lector con una declaración provocadora: no es poeta, sino “contador de pequeñas historias rimadas”. Esta renuncia al prestigio del título —en tiempos donde llamarse poeta es casi un acto de vanidad— resulta más honesta que falsa modestia. Poco sabemos de su biografía más allá de lo que el propio poemario revela: es padre de Álvaro, a quien dedica el libro “por haber sido compañero inseparable desde el día que nació”. Ha perdido amigos (Manuel, Joaquín Carrillo) y ha vivido con intensidad el amor, la soledad y la indignación social. Su compromiso con la honestidad emocional no es pose: es la médula de su escritura.
RESUMEN TEMÁTICO
Este poemario de 28 composiciones transita por tres territorios que rara vez conviven sin tensión: el erotismo sin pudor, la reflexión existencial y la denuncia política explícita. Comienza celebrando el cuerpo —el deseo, el encuentro, la carnalidad como forma de conocimiento— en poemas que describen el acto amoroso con franqueza inusual en la lírica española contemporánea.
A mitad del recorrido, la mirada se vuelve hacia dentro: la soledad, la pérdida, la muerte, el tiempo que erosiona. Y finalmente, sin que parezca impostura, la voz se proyecta hacia el horror colectivo: los migrantes ahogados, la violencia de género, la complicidad occidental ante el sufrimiento ajeno. El arco va del cuerpo individual al cuerpo social, cumpliendo así el mandato del título: aquello que nace en las vísceras debe manifestarse en la piel del mundo.
ANÁLISIS DE ELEMENTOS LITERARIOS
Estructura: arquitectura de la intensidad
El poemario carece de divisiones explícitas en secciones, lo cual es tanto debilidad como decisión estética. La ausencia de capítulos impide que el lector respire entre bloques temáticos, generando una experiencia de lectura continua, casi asfixiante, donde la intensidad no decae. Esto puede ser agotador o hipnótico según la disposición del lector.
La secuencia sigue una lógica emocional más que argumental: del gozo al dolor, de la celebración a la denuncia. Los primeros poemas funcionan como seducción —el autor nos gana con la carnalidad, nos hace cómplices de su deseo— para luego confrontarnos con realidades incómodas. Es una estrategia retórica eficaz: primero establece empatía, luego exige compromiso.
El poema más extenso, “Sueño de un romance en Cádiz” (cinco páginas), actúa como bisagra estructural: mantiene el erotismo pero lo ancla geográficamente, introduce el imaginario andaluz que volverá en “Odas a Titi Flores”. Este poema es también el más arriesgado formalmente: incorpora léxico dialectal, rompe la sintaxis académica, respira con cadencia de copla. Si funciona —y funciona— es porque Lozano Figueroa no imita el habla popular, la encarna.
Estilo y lenguaje: la transparencia como elección
El estilo de Lozano Figueroa rechaza el hermetismo. No hay aquí juegos conceptuales que exijan descodificación erudita, ni experimentación formal que desafíe las convenciones del verso. Su apuesta es por la comunicación directa sin renunciar al lirismo. Esto lo sitúa en las antípodas de la poesía intelectual que domina ciertos circuitos académicos.
El lenguaje oscila entre tres registros:
- Registro lírico-sensorial en poemas amorosos: “Luna ardiente entre mis brazos, / dulce sombra desnuda / sobre sábanas de seda”. Aquí las metáforas son comprensibles pero no banales. Operan por acumulación sensorial: tacto, temperatura, vista se funden.
- Registro meditativo-filosófico en poemas existenciales: “La vida, / resplandor incoloro en la bruma, / reflejo caprichoso, / danzando en el viento, en la espuma”. La abstracción se vuelve concreta mediante imágenes naturales.
- Registro testimonial-político en poemas de denuncia: “Bajo los escombros, / el esqueleto de una vieja bicicleta. / El alma de una muñeca de trapo / se ha volatilizado”. La enumeración de objetos destruidos construye el horror sin necesidad de adjetivación.
La técnica más recurrente es la anáfora obsesiva: “Sin ti” se repite nueve veces en el poema homónimo; “No” articula diecisiete negaciones en “La libertad de amar”. Esta repetición no es relleno sino estructura: el poema como letanía, como conjuro, como grito que se repite hasta ser escuchado.
Los encabalgamientos abruptos crean suspensión dramática: “Si he de matar a mis enemigos, / que no son más que los enemigos del pueblo, / mataré”. El corte sintáctico obliga a reinterpretar: lo que primero suena a violencia personal se revela como justicia colectiva.
Ambientación: del cuerpo a la geografía, de la geografía a la historia
El entorno no es decorativo sino constitutivo del poema. En los textos eróticos, la ambientación es íntima y clausurada: hamacas blancas, sábanas de seda, noches oscuras donde solo existen dos cuerpos. El mundo exterior desaparece porque el deseo crea su propio universo.
“Sueño de un romance en Cádiz” expande el escenario: la Caleta, la Alameda, el Callejón de los Negros, las cuevas de María, la Viña. No es turismo poético sino geografía emocional: esos lugares existen porque han sido vividos. El levante no es viento sino personaje; las callejuelas no son fondo sino escenario activo donde el amor se exhibe sin vergüenza.
En los poemas de denuncia, la ambientación se vuelve abstracta y universal: campos ensangrentados, cayucos en el mar, guetos innombrables. La falta de especificidad geográfica no es debilidad sino estrategia: el horror descrito podría ser cualquier frontera, cualquier campo de refugiados. Es el paisaje del capitalismo global.
INTERPRETACIÓN Y JUICIO CRÍTICO
Interpretación: el cuerpo como territorio político
El poemario puede leerse como tratado sobre la corporalidad. El cuerpo que goza en “Nuestra bachata” (“tus uñas rasgando mi carne, / espasmos gritan al alba”) y el cuerpo que se ahoga en “Prohibido vivir” (“con frío en las tripas, / con frío en el alma”) son el mismo: carne vulnerable, finita, sagrada.
La conexión entre erotismo y denuncia social no es arbitraria. Lozano Figueroa parece argumentar que quien celebra el cuerpo en su goce debe defenderlo en su vulneración. No se puede escribir sobre el placer de la piel y callar ante la piel lacerada del migrante. Esta coherencia ética atraviesa el libro y lo salva de ser mera colección miscelánea.
El título cobra sentido pleno: lo visceral (deseo, rabia, dolor) no puede permanecer oculto; debe manifestarse en la piel (el poema, la voz pública, el grito). La poesía es así un acto de exteriorización necesaria, no de ornamentación estética.
Los símbolos recurrentes refuerzan esta lectura. La noche es ambivalente: espacio del encuentro erótico pero también de la soledad desoladora. El mar promete libertad en Cádiz y devora migrantes en el Mediterráneo. El silencio comunica en el amor y condena en la complicidad política. Ningún símbolo tiene significado unívoco: todos están atravesados por la contradicción de lo real.
Juicio crítico: entre la valentía ética y el riesgo del exceso
Originalidad: En el panorama actual de la poesía española, donde conviven experimentación formal, metapoesía reflexiva y lirismo intimista, Lozano Figueroa ocupa un espacio peculiar. No es original en el sentido vanguardista —no inventa formas nuevas— pero sí en su radicalidad temática y tonal. Pocos autores actuales combinan erotismo explícito con denuncia política sin que uno anule al otro.
Su rechazo programático al título de poeta es también gesto original en tiempos de profesionalización literaria. Mientras muchos construyen marca autorial, él desmonta la autoridad poética. Esto puede leerse como humildad auténtica o como estrategia (humildad como nueva forma de distinción), pero en cualquier caso es posición singular.
Coherencia: El libro mantiene coherencia ética más que estilística. La voz que habla es siempre la misma, aunque module su registro. No hay poemas que traicionen el pacto de autenticidad establecido en el prólogo. El riesgo de esta coherencia es la previsibilidad: sabemos que el yo lírico responderá siempre desde la intensidad máxima, sin ironía ni distancia.
La tensión entre los tres bloques temáticos —erotismo, existencia, política— podría haberse resuelto con divisiones explícitas, pero la ausencia de secciones obliga al lector a experimentar la continuidad de la conciencia: una misma persona ama, duda y se indigna. En ese sentido, la estructura es coherente con el contenido.
Impacto emocional: Aquí reside la mayor fortaleza y el principal riesgo del libro. El impacto es inmediato y poderoso. Poemas como “Prohibido vivir” no permiten lectura distante; obligan a posicionarse. Los poemas eróticos generan identificación o rechazo, pero no indiferencia.
El peligro es la saturación emotiva: 28 poemas de alta intensidad sin variación dinámica pueden cansar. No hay poemas de tono menor que permitan respirar. Esta ausencia de claroscuro puede percibirse como falta de matices o como fidelidad a una experiencia vital atravesada constantemente por la urgencia.
Contribución al género: Lozano Figueroa recupera la función comunicativa de la poesía en tiempos donde cierta lírica académica se ha vuelto autorreferencial. Su libro recuerda que la poesía puede hablar de migrantes ahogados sin dejar de ser poesía, que puede describir un orgasmo sin convertirse en pornografía, que puede gritar sin perder musicalidad.
Su contribución es restaurar la legitimidad de la emoción directa en un panorama que a veces privilegia la frialdad intelectual como marca de calidad. Esto no significa que su poesía sea simple —hay complejidad en la construcción de las imágenes, en el manejo del ritmo— pero sí que es accesible sin ser simplista.
CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL
Contexto histórico: poesía en tiempos de crisis migratoria
El libro se publica en 2025, en pleno debate sobre políticas migratorias europeas. “Prohibido vivir” no es ejercicio retórico sino respuesta a una emergencia contemporánea: los cuerpos en el Mediterráneo, los campos de refugiados, la criminalización de la supervivencia.
La referencia al “holocausto” en “La consecuencia” sitúa el poema en diálogo con la memoria histórica del siglo XX: “¿Qué esperar / de quien no aprendió / de su propio holocausto?”. El autor establece paralelismo entre genocidios pasados y violencias presentes, asumiendo el riesgo de la comparación.
El contexto de crisis climática, desigualdad global y guerras aparece implícitamente en versos como “Hoy se reduce todo a un solo grito: / ¡sobrevivir!”. El poemario dialoga con su época sin necesidad de referencias explícitas a acontecimientos concretos.
Contexto cultural: entre tradición y ruptura
Culturalmente, el libro se inscribe en la recuperación del compromiso social en la poesía española del siglo XXI. Después de décadas donde predominó el intimismo posmoderno, surge una generación —o una tendencia— que retoma la función testimonial de la poesía.
Lozano Figueroa bebe de la tradición andaluza: el romancero, la copla, el flamenco. “Odas a Titi Flores” enumera palos (soleá, bulería, martinete, granaínas, mineras) no como folklore sino como genealogía cultural. El autor se inscribe en una línea que va del Romancero gitano de Lorca a la poesía flamenca de Caballero Bonald.
Pero también dialoga con la poesía social de posguerra: Miguel Hernández, Blas de Otero, Gabriel Celaya. La declaración “Mi voz no está en venta” remite directamente a Celaya (“La poesía es un arma cargada de futuro”). La diferencia es que Lozano Figueroa no milita en partido alguno: su compromiso es humanista, no ideológico.
COMPARACIÓN CON POETAS DEL SIGLO XX
Miguel Hernández: la carnalidad sin culpa
Como Hernández en sus poemas eróticos (“Me llamo barro aunque Miguel me llame”), Lozano Figueroa celebra el cuerpo sin trascendentalismos. Ambos escriben desde la urgencia, no desde la reflexión distante. Pero donde Hernández incorporaba la culpa católica, Lozano Figueroa escribe desde el gozo sin redención: el cuerpo no necesita justificarse.
Blas de Otero: la denuncia como imperativo
Otero escribía “Pido la paz y la palabra”. Lozano Figueroa declara: “Mi voz no callará”. Ambos hacen de la poesía un acto de resistencia. La diferencia radica en que Otero mantenía cierta contención formal (sonetos, estructura clásica) mientras Lozano Figueroa opta por el verso libre que se adapta a la respiración emocional.
Gabriel Celaya: poesía como instrumento
Celaya defendía la poesía útil, “necesaria como el pan de cada día”. Lozano Figueroa comparte esa vocación comunicativa pero desconfía de la etiqueta “poeta”. Celaya quería dignificar la poesía social; Lozano Figueroa quiere desdramatizar el acto poético: no escribe desde el pedestal sino desde la calle.
Jaime Gil de Biedma: lo biográfico como materia poética
Como Gil de Biedma, Lozano Figueroa construye poemas desde la anécdota personal. Pero Gil de Biedma trabajaba con ironía (“De senectute”, “No volveré a ser joven”) mientras Lozano Figueroa elimina toda distancia irónica. Gil de Biedma se miraba desde fuera; Lozano Figueroa se narra desde dentro.
Luis García Montero: la narratividad del poema
Ambos construyen poemas-relato donde lo biográfico se vuelve universal. Comparten el rechazo al hermetismo y la apuesta por la claridad expresiva. La diferencia es que García Montero mantiene pudor emocional —incluso en los poemas amorosos— mientras Lozano Figueroa opta por la exposición total.
Jorge Riechmann: poesía de la conciencia
Riechmann desarrolla lo que él llama “poesía de la conciencia crítica”: reflexión ecosocial, anticapitalismo, denuncia de la devastación. Lozano Figueroa comparte el compromiso pero no el tono filosófico de Riechmann. Donde Riechmann argumenta, Lozano Figueroa testimonia. Riechmann apela a la razón; Lozano Figueroa, a la víscera.
TÉCNICAS INNOVADORAS PARA EL LECTOR CONTEMPORÁNEO
La desacralización del poeta
La principal innovación no es formal sino actitudinal: Lozano Figueroa desmonta la figura del poeta como ser excepcional. En un momento donde las redes sociales han democratizado la escritura (para bien y para mal), su renuncia al título de poeta conecta con lectores hartos del elitismo literario.
Esta estrategia acerca la poesía al lector no iniciado: si el autor no es poeta sino contador de historias, el lector no necesita credenciales académicas para entenderlo.
La transparencia como radicalidad
En tiempos donde cierta poesía se refugia en la opacidad, la claridad de Lozano Figueroa es revolucionaria. Sus poemas no requieren notas al pie ni conocimiento de tradiciones literarias. Esta accesibilidad no es simplificación sino respeto al lector.
La corporalidad sin eufemismos
La descripción explícita del acto sexual en poemas como “Nuestra bachata” (“cuando te mojo la entraña”) rompe el pudor que todavía domina buena parte de la lírica española. No es provocación gratuita sino coherencia: si la poesía habla del cuerpo, debe nombrarlo sin metáforas evasivas.
La fusión de lo íntimo y lo político
Lozano Figueroa no separa poesía amorosa de poesía social en libros diferentes. Las presenta como dimensiones de una misma conciencia. Esto desafía la especialización editorial (libros de amor por un lado, libros de denuncia por otro) y conecta con lectores que viven simultáneamente el deseo, la duda y la indignación.
El ritmo oral
Los poemas están escritos para ser leídos en voz alta. Las anáforas, las repeticiones, los encabalgamientos crean musicalidad que se percibe mejor en la oralidad que en la lectura silenciosa. Esto conecta con la tradición del poetry slam y el spoken word, formatos que han acercado la poesía a públicos jóvenes.
OPINIÓN PERSONAL
De lo visceral a la piel es un libro valiente y problemático, intenso y desigual, urgente y a veces excesivo. Me resisto a la tentación crítica de descalificarlo por no ser lo que no pretende ser: no es experimental, no es hermético, no es irónico. Juzgarlo por esos criterios sería como reprocharle a un martillo no ser destornillador.
Lo que el libro hace bien: establece una voz reconocible desde el primer verso, mantiene coherencia ética, no traiciona su programa de autenticidad, arriesga al fusionar erotismo y denuncia social, recupera la función testimonial de la poesía.
Lo que el libro podría mejorar: cierta organización estructural (secciones que marquen transiciones), variación dinámica (algún poema de tono menor que permita respirar), vigilancia sobre metáforas que rozan el tópico (“labios de seda”, “pechos exuberantes”).
Mi reserva principal es con la intensidad mantenida sin claroscuro. Entiendo que responde a una poética de la urgencia, pero el efecto acumulativo puede ser contraproducente: cuando todo grita, nada se escucha con claridad.
Mi admiración mayor es por la valentía de no protegerse. Lozano Figueroa no usa ironía ni distancia como escudo. Se expone completamente, asumiendo el riesgo de que lo acusen de sentimental, panfletario o ingenuo. En tiempos de cinismo literario, esa vulnerabilidad es acto de coraje.
Recomendación
Recomendaría este libro a:
- Lectores que descubren la poesía: por su accesibilidad y su capacidad de generar identificación emocional inmediata
- Lectores de poesía social: por su recuperación del compromiso sin dogmatismos
- Lectores interesados en poesía erótica: por su franqueza y su celebración del cuerpo sin culpa
- Lectores que desconfían de la poesía académica: porque aquí no hay pose intelectual
No lo recomendaría a lectores que busquen:
- Experimentación formal o juegos metapoéticos
- Ironía, distancia crítica o ambigüedad interpretativa
- Poesía de pensamiento abstracto o reflexión filosófica densa
CONCLUSIÓN
De lo visceral a la piel no es el libro de poesía más sofisticado del año, pero probablemente sea uno de los más honestos. Manuel Lozano Figueroa escribe como quien necesita hacerlo, no como quien aspira al reconocimiento. Y esa necesidad se siente en cada verso.
El libro recupera algo que cierta poesía contemporánea ha olvidado: la poesía puede conmover sin dejar de ser inteligente, puede gritar sin perder musicalidad, puede hablar de migrantes ahogados y de orgasmos en el mismo volumen porque ambos son manifestaciones de la misma carne vulnerable.
Sus limitaciones son evidentes: previsibilidad tonal, riesgo de saturación emotiva, alguna metáfora que no escapa del lugar común. Pero sus virtudes las superan: valentía ética, coherencia entre forma y contenido, accesibilidad sin simplismo, corporalidad del lenguaje.
Si la poesía española del siglo XXI busca salir de los circuitos académicos y reconectar con lectores amplios sin traicionar la calidad literaria, libros como este —con sus aciertos y sus riesgos— marcan un camino posible. No será el único ni el definitivo, pero es un camino honesto.
Lozano Figueroa cumple lo que promete en su prólogo: no se comporta como poeta, se comporta como testigo. Y en tiempos de tanta ceguera voluntaria, el testimonio es ya un acto poético.
Ana María Olivares. Crítico literario Diciembre, 2025
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Sin ti de Manuel Lozano Figueroa De lo visceral a la piel (Editorial Poesía eres tú, 2025)
Sin ti
Sin ti,
no sabe respirar la languidez del otoño,
la sonrisa tenue del anochecer,
la luminiscencia tras el alba,
las orquídeas,
ni sus lágrimas del atardecer.
Nada sabe respirar sin ti.
No respiran los cipreses,
ni el pequeño río de aguas cristalinas,
donde las piedras,
parecen nadar en tu búsqueda.
Sin ti,
la vida, escapa.
Pierde sentido el sueño
de amar en silencio.
Sin ti,
campa a sus anchas el olvido,
la desidia,
el sabor amargo
de la soledad profunda.
Tú,
invisible sentido de las cosas
y de la propia existencia.
Tú,
incomparable suspiro,
perfecto justificante de la locura,
recuerdo que abrasa,
lluvia sobre la tierra,
tierra sobre la semilla.
Tú,
juego imperecedero de las palabras,
pensamientos solitarios,
desesperación callada,
de párpados cerrados
tras un beso.
Tú,
amor de las trescientas sesenta y cinco noches,
de cada lustro y eterno,
tú.
Manuel Lozano Figueroa
De lo visceral a la piel (Editorial Poesía eres tú, 2025)
CUANDO LA AUSENCIA RESPIRA MÁS FUERTE QUE LA PRESENCIA
Hay poemas que nacen del lleno y poemas que nacen del vacío. Este pertenece a los segundos, pero de una manera extraña, paradójica, porque lo que falta aquí respira con más fuerza que todo lo que existe. Manuel Lozano Figueroa construye un universo entero sostenido sobre una negación, sobre el abismo de un “sin ti” que se repite como conjuro, como letanía, como golpe que vuelve una y otra vez a la misma herida abierta.
La anáfora no es aquí recurso retórico sino necesidad respiratoria. Cada “sin ti” es una exhalación entrecortada, el jadeo de quien ha perdido el aire y busca recuperarlo nombrando lo perdido. Porque así funciona el duelo amoroso: repetir obsesivamente el nombre de lo ausente como si la repetición pudiera traerlo de vuelta, como si las palabras tuvieran poder de resurrección. Y Lozano Figueroa no se avergüenza de esa obsesión, la exhibe con una honestidad casi obscena, sin las protecciones de la ironía o la distancia intelectual que tanto nos gustan para no parecer vulnerables.
Lo extraordinario del poema es cómo la ausencia del tú contamina el mundo entero. No es solo que el yo sufra, es que el otoño ha olvidado respirar, las orquídeas lloran sin sentido, los cipreses se han vuelto estatuas, el río busca inútilmente entre las piedras. La catástrofe amorosa se vuelve catástrofe cósmica. Y uno podría pensar que esto es exageración romántica, sentimentalismo desatado, pero hay algo en la construcción del poema que lo salva de caer en lo cursi: la precisión de las imágenes. “La luminiscencia tras el alba” no es frase genérica sino percepción concreta de quien ha mirado amaneceres con alguien y ahora los mira solo. “El pequeño río de aguas cristalinas donde las piedras parecen nadar en tu búsqueda” convierte la geología en criatura viva que participa del dolor.
Y luego está ese verso devastador en su simplicidad: “Sin ti, la vida, escapa”. Esa coma después de “vida” crea una pausa que es respiración, que es duda, que es el momento exacto en que uno se da cuenta de que aquello que daba sentido a levantarse cada mañana ya no está. La vida no desaparece, que sería casi un alivio, sino que escapa, que es peor porque significa que sigue existiendo pero fuera de tu alcance, burlándose de ti desde la distancia.
El poema cambia de registro en su segunda mitad. Pasa de la negación a la afirmación, del “sin ti” al “tú”. Y aquí es donde Lozano Figueroa demuestra que sabe construir climax emocional sin estridencia. El tú se convierte en letanía de atributos imposibles: “invisible sentido de las cosas”, “incomparable suspiro”, “perfecto justificante de la locura”. Son metáforas que podrían parecer grandilocuentes pero funcionan porque vienen después de la desolación, porque son el intento desesperado de la memoria por reconstruir aquello que se ha perdido nombrándolo hasta el agotamiento.
“Recuerdo que abrasa, lluvia sobre la tierra, tierra sobre la semilla”. Ahí está toda la ambivalencia del amor perdido: quema pero también fecunda, destruye pero también siembra. La secuencia de imágenes naturales no es bucólica sino brutal en su ciclo de vida y muerte. La lluvia cae sobre la tierra que cubre la semilla que morirá para renacer. Es el amor como proceso agrícola, como cosa de la tierra y no del cielo, como materia que se pudre para que algo nuevo germine.
Y ese final, esa repetición mínima: “amor de las trescientas sesenta y cinco noches, de cada lustro y eterno, tú”. Las trescientas sesenta y cinco noches son medida concreta, material, contable. El lustro es tiempo humano, acotado. Pero luego dice “eterno” y de pronto esas medidas temporales explotan, se vuelven insuficientes. El amor duró lo que duró pero también dura para siempre porque no hay forma de arrancarlo de la memoria. Y ese “tú” final, solo, aislado, es el núcleo desnudo del poema: el pronombre como último refugio cuando todas las metáforas se han agotado.
Lo que hace grande a este poema no es su originalidad formal, porque la anáfora del “sin ti” es tan vieja como el primer trovador que perdió a su amada. Lo que lo hace grande es su falta de pudor, su voluntad de no protegerse, su decisión de decir las cosas tal como duelen sin atenuar el dolor con juegos lingüísticos que nos hagan sentir más inteligentes que emocionados. Lozano Figueroa no escribe para impresionar a otros poetas sino para dar forma a algo que de otro modo se quedaría enquistado en las vísceras, cumpliendo así el programa de su libro: hacer que lo visceral llegue a la piel, al poema, a la palabra compartida.
En tiempos donde tanto se valora la contención emocional, donde se nos enseña que el buen gusto literario exige distancia y ambigüedad, este poema es un acto de rebeldía. Dice te amo, te extraño, sin ti no hay sentido, sin vergüenza ni disculpas. Y esa valentía, esa exposición total, es lo que lo convierte en un texto necesario. Porque todos hemos estado ahí, en ese lugar donde el mundo se vacía de sentido por la ausencia de alguien, y necesitamos que alguien diga en voz alta lo que nosotros apenas nos atrevemos a susurrar.
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La AEP reconoce la excelencia lírica de Alberto Martín Méndez con su Premio 2024
El arco iris de más de ocho colores: cuando la poesía amplía el espectro de lo visible
La AEP reconoce la excelencia lírica de Alberto Martín Méndez con su Premio 2024
Existe en la física una verdad que la poesía siempre ha sabido: hay colores que el ojo humano no puede percibir, realidades que escapan al espectro visible de nuestra percepción. Alberto Martín Méndez ha convertido esa intuición en el título y el motor de El arco iris de más de ocho colores, un poemario que acaba de recibir el Premio de la AEP 2024 al mejor libro de poesía en lengua española, el galardón más prestigioso del panorama poético español.
La decisión de la Asociación de Editores de Poesía no es casual ni sorpresiva. Este libro, publicado por Ediciones Rilke, ya figuraba entre las recomendaciones de la AEP en 2024, señalado precisamente por su capacidad para renovar el imaginario poético y explorar territorios líricos que desbordan las convenciones. El jurado ha valorado especialmente la potencia imaginativa del libro, su apuesta por una ampliación de la paleta simbólica y emocional tradicional y su contribución al dinamismo de la poesía española contemporánea.
Un poeta que mide el infinito con ecuaciones y versos
Alberto Martín Méndez (Pontevedra, 1963) encarna una de esas biografías que desmienten la falsa separación entre ciencia y poesía. Doctor en Matemáticas por la Universidade de Santiago de Compostela, dedicó más de tres décadas a la docencia y la investigación antes de entregarse plenamente a la escritura. Su trayectoria lírica comenzó en 1988, cuando obtuvo un accésit del Premio Adonais con Biografía de un traficante de no sé, publicado por Ediciones Rialp.
La voz de Martín Méndez se caracteriza por la sinceridad, la intimidad y un tono confesional que conecta con la experiencia humana universal. Su estilo distintivo —marcado por el uso deliberado de minúsculas y una puntuación contenida— no es gratuito: responde a una búsqueda de desnudez expresiva, a un deseo de eliminar jerarquías tipográficas para que sea el ritmo interno del verso quien organice el sentido.
Ampliar el espectro: metáfora de una poética
El arco iris de más de ocho colores está compuesto por 44 poemas que funcionan como “una honesta declaración de apego a la vida”. El título del poemario opera como declaración de principios: si el arco iris visible contiene siete colores, ¿qué nombres tienen los que escapan a nuestra retina? ¿Cómo se nombra aquello que sentimos pero no podemos ver, aquello que intuimos pero no logramos asir con las palabras heredadas?
En este libro, Martín Méndez ensaya respuestas. Sus poemas son intentos de capturar realidades emocionales que desbordan el lenguaje convencional, colores afectivos que no tienen nombre en el diccionario pero que reconocemos en la propia experiencia. La metáfora del espectro ampliado no es solo visual: es también ética, epistemológica, existencial.
Durante la presentación del libro en la Escola de Enxeñaría de Telecomunicación de Vigo, el propio autor definió su obra como “un canto de amor a la vida”. Esa declaración resume la tensión central del poemario: entre la conciencia de la finitud y el asombro renovado ante la belleza del mundo, entre la precisión matemática que ordena el cosmos y la fragilidad humana que lo habita.
Un premio que confirma una trayectoria
El Premio de la AEP 2024 llega en un momento de madurez creativa para Alberto Martín Méndez. Tras décadas combinando la investigación matemática con la escritura poética, el autor ha encontrado en los últimos años una voz cada vez más nítida y personal. Su libro anterior, La verdadera dimensión del cielo (Ediciones Rilke, 2025), ya anticipaba esta búsqueda de una lírica que no renuncia ni a la precisión ni a la emoción, ni a la inteligencia ni a la vulnerabilidad.
La Asociación de Editores de Poesía refuerza con este galardón su papel como referente crítico y prescriptor en el panorama literario español. Fundada para fortalecer el ecosistema poético y crear puentes entre autores, lectores y críticos, la AEP desarrolla una labor fundamental de visibilización y defensa de la poesía contemporánea. Su premio anual se ha consolidado como uno de los galardones más significativos del sector, capaz de orientar lecturas y marcar tendencias.
Para qué sirve la poesía en tiempos de algoritmos
Quizá convenga preguntarse, en un mundo saturado de imágenes instantáneas y comunicación acelerada, qué función cumple un libro como El arco iris de más de ocho colores. La respuesta está en el título mismo: la poesía sigue siendo el único lenguaje capaz de nombrar aquello que escapa a la medición, el único territorio donde pueden convivir la ecuación y el temblor, la geometría del verso y el caos de la emoción.
Alberto Martín Méndez demuestra que no hay contradicción entre rigor y sensibilidad, entre forma y contenido, entre tradición y renovación. Su poesía amplía el espectro de lo decible, y al hacerlo, amplía también el espectro de lo vivible. Ese es, en el fondo, el don más preciado que puede ofrecer un poeta: enseñarnos a ver colores que antes no sabíamos que existían.
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