No cayó una gota
en todo el verano,
y los árboles viejos,
en sus tertulias,
se movían mustios,
cantando plegarias
al dios de la lluvia.
Hoy, del bosque me llegan
gritos de alegría.
El roble, la encina,
el pino, la acacia
ríen contentos,
por las suaves caricias
de las gotas que avisan,
de la lluvia intensa
que amenaza viva
sobre sus cabezas.
Cuando no quede
un alma en la calle,
empezará
la fiesta verde,
en el parque grande
de alguna ciudad,
donde llegarán cantos de brisa
del roble, la encina,
del pino, la acacia
desde la euforia de la inmensidad.