Moralidad, escritores, palabras y sentimiento de culpa

Me para un emigrante por la calle, lloroso. Me pide dinero para volver a Alcalá de Henares. No llevo encima, pero vuelvo al trabajo, cojo la cartera y le doy tres euros, con el estomago todavía tenso de tristeza, indignación y culpa. 
Leo en un blog que ya está bien de tragarnos el anzuelo de la responsabilidad colectiva, que hay que darse cuenta de que no hay lugar para más responsabilidad que la que tenemos con nosotros mismos.
Me pregunto si eso incluye el caso, hipotético, pero no imposible, de que el emigrante al que acabo de dar dinero decida un día, desesperado, hacerse con una pistola y comenzar a atracar joyerías, supermercados, farmacias para poder comer. O para poder vengarse. 
En otro blog un escritor señala que está harto de leer libros con ideas buenistas, del tipo la solidaridad es buena y el nazismo malo.
Asumo que, en caso de ser presentadas de un modo tan simple como él lo hace, esas ideas no son muy literarias, pero, ¿lo serian más las contrarias, por rompedoras? ¿Me convertiría en mejor escritor (o mejor persona) decir: «la solidaridad es mala y el nazismo es bueno», aunque lo hiciese de modo más complejo?
Una mujer a la que admiro me dijo hace tiempo, y ahora lo recuerdo, que en contra de la norma otorgaba mucho valor a la persona que había detrás de la novela. Cuando Borges, por ejemplo, llegó a España y dijo aquellas estupideces sobre la picana, sobre Lorca y sobre Antonio Machado, ella cogió sus libros, los dejó en un estante y no volvió a cogerlos hasta veinte años más tarde, cuando Borges había muerto y a ella se le había pasado ya el cabreo (un poco).
¿Es moral escribir inmoralmente, aunque sea para escribir mejor? ¿Y para publicar más? ¿Seguimos, aquí y ahora, en la España del 2012, creyendo en la moral, en algún tipo de moral?
Por encima de las consideraciones teóricas, me digo, hay un hecho. Un hecho y una sensación: el emigrante que no podía volver a casa y mi sentimiento de pena, rabia y culpa al conocer su situación. 
Frente a eso, las palabras nada pueden. Lo siento, pero nada. 

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