Proyecto 2012: comentario de libros

Como propósito bloguero para 2012 me he puesto el de comentar aquí los libros que voy leyendo. Reconozco que es un tema que siempre me ha dado pereza. No porque no me guste hablar de literatura, sino porque no me gusta hablar mal públicamente de ningún libro. Entre otras cosas porque el comentario puede parecer motivado por la envidia o el rencor. Y además porque lo mejor que puedes hacer con un libro que no te ha emocionado – verbo que no hay que confundir con otros más «flojos» como gustar o entretener – es dejarlo en el estante y pasar a otro, sin perder mucho tiempo en destrozarlo públicamente. Al fin y al cabo se trata de seguir el viejo adagio que recomendaba no decir nada si no tenías nada bueno que decir. Y eso que, dicho sea de paso, procuro leer libros que, de antemano, sé que me van a gustar.
Pese a todo, creo que sí es posible hacer un comentario breve – más extenso cuanta más enjundia tenga el libro – sobre los textos que voy leyendo. Textos que, salvo en poesía, no suelen tener nada de actuales, ya les aviso. Creo que, independientemente del interés que pueda tener para otra persona, esa tarea me ayudará a mí a ir matizando ciertas ideas o intuiciones sobre la estética, el arte y la literatura.
Así, los dos primeros libros que he leído en 2012 son «El Fantasista», de Rivera Letelier y «Tormenta transparente», de Javier Lostalé.
El primero es una novelita breve, centrada, más que en el personaje que da título a la novela – un malabarista de la pelota que es recibido como el mesías por una comunidad que se juega su orgullo en un partido de fútbol -, en el pueblo que lo recibe: un campamento salitrero de la pampa chilena. Los personajes se mueven en la novela de una manera un poco superficial. No entra el autor, en ningún caso, a profundizar en la psicología de esos personajes, más preocupado en hacer avanzar la historia y en pintar las relaciones más o menos «tribales» (no es un calificativo negativo, sino sinónimo de pequeña comunidad) que se establecen entre ellos. Una novela tierna, fácil de leer y lingüísticamente nada compleja donde destacaría la figura del Cachimoco Farfán, un cándido loco que narra a través de un cartón en forma de micro los partidos de fútbol del campamento contra sus rivales. En concreto, el partido que les enfrentará a los «cometirra» de Santa Elena, el último antes del cierre definitivo de la salitrera.
Rivera Letelier, que ganó el Alfaguara en 2010, es un éxito de ventas en Latinoamérica. Esta novela, sin embargo, peca de falta de definición de los personajes. El texto se hace entretenido – y muy cinematográfico – pero le falta profundidad para ser una gran novela. No resiste la comparación, por ejemplo, con las obras rurales de Delibes.
«Tormenta transparente» es un poemario no muy extenso de Javier Lostalé. Divivido en cinco partes el eje fundamental es el amor sin posesión o más allá de ésta, el deseo que se conforma con su mera existencia y que no se satisface. Los poemas cuentan con un lenguaje clásico, difícil de seguir a veces, y cargado de imágenes no siempre acertadas, pero que, en cualquier caso, buscan la originalidad siempre. Se siente siempre la presencia de ese amor no consumado o no satisfecho, marcado por una poesía en constante tensión: parece contenerse para no romper en un grito más áspero, más trágico y sentido. 
A nivel de estructura, los poemas suelen ser breves y creados a base de frases largas – a veces demasiado largas – dispuestas en versos cortos, rítmicamente muy bien dispuestos (destacaría sobre todo esa musicalidad de la mayoría de los poemas). Lostalé es, en cualquier caso, un poeta que además de nombre tiene talento. El libro es arriesgado y deja ver una voz propia y muy definida. Personalmente, riesgo y personalidad son dos de las cosas que considero imprescindibles para que un libro de poemas sea de valor. Si nunca es buena la imitación, en poesía – el arte donde más cuenta la mirada propia – debería ser considerada un delito.
Por cierto, la edición de libro es maravillosa, como suele ocurrir con todas las de Calambur que en cuanto a presentación física de los libros hace, para mí, el mejor trabajo de la poética española.
Respecto a futuras lecturas: hoy comenzaré «Cien años de soledad» (sí, a estas alturas no lo he leído aún. Mea Culpa) y tengo ya casi terminado «Mentidero de Madrid», el nuevo libro de Enrique Gracia Trinidad.
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