Llaneza, muchacho…

Pero ser escritor es algo más. Y me temo que muchos, espoleados por haber ganado un concurso de redacción cuando eran niños o porque han leído a Ruiz Zafón y a Dan Brown y se han dicho: «yo también puedo inventarme una historia como ésta y forrarme», se han lanzado a la escritura sin pararse a pensar que escribir es algo más que rellenar folios con una fábula entretenida. Sin pensar que, como dijo Ortega, a estas alturas no hay mayor acto altruista que no dar a la imprenta otro libro prescindible. Que la Historia del Arte está vacía de imitadores, segundones, fotocopiadores y pseudointelectuales. Que no hay nada más triste, como decía Delibes en «La sombra del ciprés es alargada», que pasar por la vida sin haber tenido nunca una idea propia. Que el arte es, en resumidas cuentas, un modo de mirar el mundo y a uno mismo. Y sin eso, ni hay arte ni hay nada.Y que eso lo sabían Hesse y Mann, pero también Dumas, Balzac y Pérez-Reverte.
Pero centrándonos simplemente en la técnica, algunos parecen olvidarse de factores como el ritmo, el cromatismo, las cacofonías, el mal sabor que dejan las frases hechas o las metáforas repetidas hasta el vómito. Algunos parecen olvidar que antes de echarse a los caminos, Don Quijote veló armas. O más aún, parecen olvidar aquel consejo que el enjuto hidalgo dio a quien se lanzaba, sin freno, a contarle una historia: «llaneza, muchacho, no te encumbres». 
Y así, escriben un libro, lo publican, se abren un blog, se hacen su pequeño grupo de palmeros y ya saben: a volar, lo que en España consiste en ganar premios, escribir alguna crítica laudatoria y pasearte por cuantas tertulias y presentaciones de libros puedas.
Y el resto es hacer un libro como quien hace una silla: ante todo que sea cómodo, que esté bien montado. Y qué más da si es una silla exactamente igual que cualquier otra. Qué más da, mientras venda. Qué más da si todo lo que aporta al mundo es un montón de árboles talados, pero nada de conocimiento, nada de reflexión, nada de vida. 
Un día oí a un escritor con tres premios nacionales a cuestas decir: «los capitanes todos sabemos quienes son. El resto somos soldados rasos. Pero hay alguno que aún no ha jurado bandera y se cree capitán general».
Pues eso. 
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