Los modernos y sus libros

Juro por Dios que trato de ser cabal, de no dejarme llevar por la inquina, pero cuesta. Y mucho. Y es que no sé si seré capaz de aguantar un libro más escrito por un moderno cuyo protagonista es un escritor también muy moderno (físicamente parecido a él) que folla como loco, se droga y que es el último racional en un mundo tomado por el caos. O algo semejante. O su equivalente poético, que es el cuanto follo, cuanto sufro, cuanto vomito cuando salgo de botellón con mis amigos/as, o sea. 
Si Rilke se levantara de su tumba, el que vomitaba era él.
Pero por quién más lo siento es por Bukowski – hoy Anagrama, por cierto saca sus inéditos -, Ginsberg, Panero y todos los demás mal-plagiados y peor leídos. Si como decía Oretga, en el arte toda repetición es nula, lo que hace esta gente ni es arte ni es nada. Es pura vacuidad envuelta en un papel de falsa modernidad y cerrado con cinta de carretero en forma de palabrotas. 
Pero lo que más jode, lo que de verdad más me hiere – aparte de que a la mayoría, por razones que no quiero ni tratar, les resulte tan fácil publicar. Que esa es otra…- es, precisamente, ese intento de representar o creerse o autodefinirse como «modernos». O eso que irónicamente solemos llamar «guays».
Porque son muy guays, qué duda cabe. Conocen donde se venden los mejores discos, donde comprar ropa vintage, en qué bares se pasa éxtasis y en qué clubs hay cambios de pareja los jueves. Todo muy cool. Lo que dudo que sepan es de qué esta hecha la pasta de esas ciudades que habitan: las ojeras, los salarios precarios, las humillaciones, los anhelos frustrados, la decadencia de un modelo económico que se resiste a caer, la crisis de identidad de los desplazados y de los idealistas, el olor del café mañanero en un bar de barrio, el peso urgente de la hipoteca, y todas esas cosas que el común de los mortales – que son quienes realmente ponen rostro y nombre a la modernidad – soportan.
Así que ni uno más, por favor. Ni una novela postmodernista más y ni un poemario transbeat más. O entonces el que se va a poner en plan poeta maldito voy a ser yo. Y van a rodar cabezas. 
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