ENTREVISTA A JOSÉ MOLINA MELGAREJO

José Molina Melgarejo llega a esta conversación con el equipaje de más de cuatro décadas dedicadas al mundo editorial y una veintena de libros publicados que testimonian una trayectoria literaria consolidada. Su nuevo poemario, “Más que palabras”, se presenta como una obra de madurez donde confluyen la experiencia vital y la reflexión estética, ofreciendo una poesía que trasciende los límites del mero ejercicio literario para adentrarse en territorios existenciales profundos.
La formación en Ciencias de la Imagen del autor —con aspiraciones iniciales de convertirse en guionista o director de cine— se refleja en una construcción poética profundamente visual, donde las imágenes cinematográficas dialogan con la palabra escrita1. Esta particular sensibilidad le permite crear una poesía que piensa en términos audiovisuales, incorporando referencias que van desde El espíritu de la colmena de Víctor Erice hasta la realidad más inmediata de eventos como la DANA de Valencia de 2024.
Molina Melgarejo se posiciona en el panorama poético actual como un defensor de la intensidad emocional frente a lo que considera un exceso de intelectualismo en la poesía contemporánea. Su apuesta por recuperar “parte de la esencia clásica” de la poesía, sin renunciar a la complejidad ni a la accesibilidad, lo sitúa en una línea de continuidad con los grandes referentes —Lorca, Machado, Miguel Hernández, Neruda— que siguen funcionando como faros en el panorama literario español.
Esta entrevista nos permitirá adentrarnos en la concepción poética de un autor que entiende la escritura como forma de autoconocimiento y el oficio del poeta como el de un cronista tanto de la experiencia personal como del mundo que lo rodea. Un diálogo imprescindible para comprender una voz que aboga por una poesía que “incendie corazones necesitados de una llamarada de pasión”.
Entrevista con motivo de la publicación de “MÁS QUE PALABRAS”
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José, el título de tu nuevo poemario sugiere que la poesía trasciende el mero lenguaje. ¿Qué es lo que va “más que palabras” en tu concepción poética y cómo llegaste a esta reflexión después de cuatro décadas dedicado al mundo editorial?
Como concepción poética, el libro no varía con respecto a otros poemarios míos. Soy muy fiel a mi manera de entender y concebir la poesía. No obstante, al escribir algunos de los poemas que forman parte de este libro, me di cuenta de que a veces me faltaban palabras para poder describir, tal y como yo pensaba que debía hacer, algunas situaciones, ya fueran o no personales. Lo cual me dio a entender que, en ocasiones, se necesitan más que palabras para expresar lo que uno siente.
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En tu “Declaración de intenciones” hablas de la necesidad de “un bramido de pasión” para crear poesía auténtica. ¿Crees que la poesía española contemporánea ha perdido esa intensidad emocional en favor de un intelectualismo excesivo?
Debo confesar que en poesía contemporánea no soy un experto, pero sí que, de cuanto he leído y escuchado, he echado en falta algo más de emoción. Siento decirlo, pero a veces hay una poesía que da la impresión de ser algo prefabricada, a la que le falta unas ciertas dosis de “bramido de pasión”, que haga que te atraviese el alma y te provoque una potente descarga emocional.
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Una de las características más llamativas de tu poemario es cómo integras referencias muy actuales, como la DANA de Valencia de 2024, con reflexiones existenciales profundas. ¿Es esta inmediatez una responsabilidad del poeta contemporáneo o una elección personal?
Es inevitable no escribir sobre cosas tan terribles como esta o sobre esos migrantes que lo apuestan todo por lograr tener una vida digna. Y es que el poeta, a mi modesto entender, no debe ser solo el altavoz de sí mismo, sino también el de ese otro mundo que palpita fuera de él, pero que igualmente forma parte de su paisaje emocional, que necesariamente debe hacer propio a través de sus poemas.
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Llevas más de cuarenta años en el mundo editorial y has ejercido prácticamente todos los oficios del libro. ¿Cómo ha influido esta experiencia en tu forma de escribir poesía? ¿Te ha hecho más consciente de tus lectores potenciales?
Sinceramente, no me ha influido demasiado. Entre otras y poderosas razones, porque ya tenía claro qué significaba la poesía para mí mucho antes de comenzar a trabajar en el mundo editorial. En cuanto a los lectores potencias, tal vez sí, pero muy superficialmente, porque la poesía como tal no ha formado parte del catálogo de las editoriales para las que he trabajado.
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En un momento en que se habla mucho de la crisis de la poesía y de su público minoritario, tu obra parece apostar por la accesibilidad sin renunciar a la complejidad. ¿Cuál crees que es el camino para que la poesía recupere relevancia social?
Creo que la poesía debe recuperar parte de su esencia clásica. Un ejemplo claro es que, por muchos poetas contemporáneos que haya, siempre acabamos tomando como referencia a Lorca, Machado, Miguel Hernández, Neruda, Rosalía de Castro, Gabriela Mistral… Sin desmerecer, en absoluto, buena parte de la poesía que se hace hoy día, puede que tal vez le falte un poco de esa chispa que hace que incendie corazones necesitados de una llamarada de pasión.
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Tus poemas alternan entre lo íntimo y lo social, entre el monólogo interior y la denuncia. ¿Consideras que el poeta tiene la obligación de posicionarse ante los problemas de su tiempo o la poesía puede ser un territorio neutral?
Por supuesto. Como antes he dicho, también lo que fluye alrededor del poeta necesariamente forma parte de su paisaje emocional y sentimental. Desde mi punto de vista, tiene que ser un cronista de su experiencia personal, pero asimismo de cuanto acontece al otro lado de él, que no deja de ser una parte indivisible de su vida.
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En el colofón del libro te preguntas “¿Quién soy?” después de todo este recorrido poético. ¿Sientes que la escritura ha transformado tu identidad a lo largo de estos años? ¿Es la poesía una forma de autoconocimiento?
Sin duda alguna. En la escritura, y especialmente en la poesía, he encontrado una manera, algo sutil, eso sí, de confesar mi estado de ánimo; es decir, de revelar a corazón abierto si amo o desamo, si estoy feliz o triste, si deseo seguir viviendo o la vida ya me fatiga. Eso significa, claro está, ir descubriéndose a uno mismo, como si fuera una resonancia interior que termina por sacar a la luz cosas que permanecían ocultas.
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Tu formación en Ciencias de la Imagen se percibe en la construcción visual de tus poemas. ¿Cómo trabajas la imagen poética? ¿Piensas en términos cinematográficos cuando escribes?
Mis intenciones cuando estudiaba Ciencias de la Imagen, que hoy se llama Comunicación Audiovisual, eran las de ser guionista o director de cine. Así que mi espíritu cinéfilo siempre está presente a la hora de escribir, especialmente cuando me dedico a la narrativa, aunque en muchas ocasiones también cuando escribo poesía. Y es que hay películas cargadas de poesía, que a veces, inconscientemente, se me vienen a la cabeza cuando intento escribir un poema sobre algo en concreto. Cito, a modo ejemplo, esas imágenes cargadas de poesía de El espíritu de la colmena, la película de Víctor Erice, a las que su director de fotografía, el gran Luis Cuadrado, lleno de una hermosísima luz.
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El mercado editorial español parece más receptivo a otros géneros que a la poesía. Como conocedor del sector, ¿qué estrategias crees que deberían adoptar los poetas y editores para dignificar y expandir el espacio de la poesía?
Una pregunta harto difícil de responder. Me parece, no obstante, que hoy día existe una cierta tendencia a querer arropar la poesía con demasiadas florituras, hasta convertirla en un mero espectáculo. Sin embargo, por ejemplo, no se necesita nada para emocionar cuando alguien recita un poema de Miguel Hernández o de Lorca. La solución, quizá, está en encontrar un punto intermedio, que dé luz a la poesía, que siga emocionando, sin necesidad de echar mano de fuegos de artificio. En mi caso, por ejemplo, en los recitales en los que participo, trato de que se lea poesía, pero también que se hable de ella y, en la medida de lo posible, que los que asisten a él formen parte del mismo, se involucren en él y no sean simples espectadores.
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Finalmente, después de una veintena de libros publicados, ¿qué le dirías a los jóvenes que se acercan por primera vez a la poesía, tanto como lectores como aspirantes a escritores? ¿Cuál es tu visión del futuro de este género?
Sobre todo, que se empapen bien de poesía, de todos los estilos y formas, hasta que encuentren aquel con el que más se identifiquen. Una vez bien empapados, que intenten expresar lo que sienten a través de la poesía, poco a poco, sin prisas, pero poniendo sus cinco sentidos en ello. Al final, seguro que terminarán descubriendo que la poesía es una maravillosa manera de aliviar dolencias emocionales. En cuanto a su futuro, sinceramente no lo sé, aunque puedo dar constancia de que, ahora mismo, la poesía está más en auge que nunca. No recuerdo otras épocas en las que hubiese tanta gente que escribe poesía, que publica poemarios, ni tantos grupos en redes sociales dedicados a la poesía. Eso, sin duda, invita a pensar que, como decía Gabriel Celaya, “la poesía es un arma cargada de futuro”.
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