Primavera en el invierno del 61.
Junto a tu pecho, rebosante
de anhelos, de vida nueva,
las lámparas del alma quedan,
eternamente encendidas,
escuchando los susurros tiernos
de mi madrugada.
En los anchos campos
y en las luminosas praderas,
miles de margaritas, cual tapiz irisado,
crean ramilletes de lluvia,
frente a la cristalera resplandeciente,
de mi amanecer.
Al pasar los años, aprendí a vivir
más allá de tu vientre, haciendo mía
la irrepetible poesía que nació
aquella primavera del invierno del 61