Félix Grande – La balada del abuelo palancas

Tenía ganas de hincarle el diente a «La balada del abuelo Palancas», la novela que Félix Grande levantó en torno a la figura de su abuelo paterno.
La novela es, en parte, un homenaje a la memoria familiar del propio autor: su niñez, la guerra, las anécdotas de Tomelloso, su pueblo…van apareciendo en la obra con ese ritmo – ¡qué importante es el ritmo en todo! – que es el propio de la memoria: un suceso deja paso a otro, se bifurca, se enreda, vuelve hacia atrás a recuperar el hilo, avanza…todo ello con un lenguaje primoroso, poético, de adjetivación intachable, cercano y elegante, como es siempre el lenguaje de Félix. 
Pero por otro lado, la novela es también un homenaje a un tipo de hombres, representados aquí por el abuelo Palancas, que hicieron del amor al detalle y al trabajo bien hecho, de la defensa de la dignidad y de la celebración de las pequeñas alegrías, una ética que, pese a ser popular y sencilla, no desmerece en nada a la de los grandes pensadores. 
El estoicismo frente a las calamidades, la defensa de las propias convicciones, la seguridad de que no hay que hacer nada que impida acostarse con la conciencia tranquila y, sobre todo, una fe sin grietas en que la memoria es un tesoro que no se gasta por mucho que se dé son otros de los pilares de una ética fácil de seguir, pero difícil de imitar. 
Así, la novela va levantando, a base de pequeñas anécdotas que se mezclan con las grandes calamidades del siglo XX español, una figura que cuenta con esa fuerza inconmensurable y esa profundidad que siempre tiene lo sencillo, la figura de un abuelo Palancas, convertido un poco en abuelo de todos: ser fraternal, sanador de niños, pastor de cabras y sabio, que nos devuelve nuestra memoria, nos dulcifica la vida con su estoicismo y su serenidad y nos enseña a celebrar como algo sagrado las pequeñas alegrías mientras, con calma, mastica las cáscaras de una naranja y sonríe, plantado ya para siempre en la eternidad, como un Séneca de Tomelloso. 

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