El capitán pide una votación a mano alzada – Nick Flynn (traducción)

Hoy he recibido en casa «El capitán pide una votación a mano alzada», la traducción del libro que el poeta Nick Flynn lanzó el año pasado en Estados Unidos. Traducción que he realizado yo y para la cuál hice el prólogo que incluyo a continuación, para que así puedan situarse un poco y, quizás, animarse a comprar el libro.

De momento, creo que no está todavía en librerías, pero ya se puede adquirir en la web de la editorial: http://edicionesrilke.com/?p=142

Os dejo con el prólogo.

Voces desde el infierno
La obra que el lector tiene entre las manos es una excepción. Lo es en la propia bibliografía de su autor, hasta ahora centrado en temas más relacionados con su biografía y su pasado que en el devenir del mundo, y lo es en el panorama actual de la poesía, donde no abundan, precisamente, las obras corales ni tampoco las centradas en temas sociales o civiles. O, simplemente, las carentes de solipsismos.
Esta obra está formada por voces que componen una especie de tragedia griega actualizada en la que todo el protagonismo pasara a ser del coro y en la que cada acto estuviera marcado – definido – por uno de los cuatro elementos de Empédocles: fuego, aire, tierra y agua.
Lo primero en que pensé cuando ojeé “the captain asks for a show of hands” fue en una frase que leí en una introducción a la obra de Faulkner y que está atribuida a Borges: “uno no sabe qué está pasando exactamente, aunque siempre tenga la sensación de que pasa algo terrible”. Esta frase se le puede aplicar perfectamente a la obra de Nick Flynn en general y a ésta en particular. Aunque también se le puede aplicar una que el propio autor utiliza en uno de estos poemas que ahora presentamos: “voy a contar una historia como si fuera una confesión”. Y es que esta obra, ya podemos adelantarlo, no tiene nada ni de ingenua ni beatífica. Y sí que tiene mucho de confesión pecadora y oscura.
esta es la parte, capitán, en la que yo cuento una historia
como si fuera una confesión: yo estaba escondido tras
la roca de damon, encendiendo
cerillas y dejándolas caer a las hojas
de abajo—una pequeña llamarada
sube, un destello se enciende—una chica vagaba
por el sendero, ella simplemente
se quedó allí, mirando las cerillas
caer de mi mano—
Precisamente por la composición de la obra a base de voces superpuestas y no siempre identificables, se trata de una obra que no es fácil de seguir.  Como decíamos, aquí no podemos aferrarnos a la voz de un narrador y tampoco hay sentimiento del yo (al menos no directamente). Lo que hay es un coro de voces – una de las cuales parece ser la principal, cierto, aunque tampoco estamos seguros de cuál – que van desgranando una historia. Una historia que a primera vista puede parecer absurda y que al final se descubre como cercana y personal, pues trata del miedo, la soledad y el dolor que padecemos y causamos todos los seres humanos.
El uso magistral de los símbolos y del lenguaje actual que hace Nick Flynn provoca que uno tenga la sensación de estar leyendo una poesía onírica, creada como en trance, ligeramente alucinada. En ese sentido, la obra está cercana al surrealismo, aunque no llega a caer en las exageraciones de algunas obras de este género. Por ejemplo, el uso de la simbología o de las imágenes oníricas no es ni banal ni gratuito, sino que está siempre puesto al servicio del poema y del libro. Además, la fragmentación es, en este caso, más un recurso para llenar el poemario de angustia, de cierta sensación de locura, que una cualidad del sueño.
Respecto a las tres partes que conforman la obra, la primera se diferencia por tener un tono más intimista y por su apariencia formal más cómoda para el lector, ya que se acerca más al concepto tradicional de poema:
el mundo es tan pequeño, el cielo tan alto
rezamos por la lluvia llueve, rezamos por el sol solea
rezamos de rodillas, movemos nuestros labios
rezamos en nuestras cabezas, estrechamos nuestras manos
nuestras manos atadas delante de nosotros
Esa primera parte desemboca en una segunda y tercera en las que prima esa desfragmentación de la que hablábamos más arriba y en la que las voces, hasta entonces más diferenciadas, se mezclan de manera confusa hasta conformar algo así como un Guernica —salvando las distancias, Picasso sólo hay uno— en el que todo es febril, terrible y doloroso.
No nos cansaremos de señalar esa elección formal
 —compleja y abstracta— que ha realizado Nick Flynn para su obra. Con un material como el que fundamenta este libro –la terrible experiencia de los presos de Abu Ghraib– algún poeta con menos fuego artístico que Flynn hubiera dado a luz una obra patética que apelara directamente a la sensibilidad del público o, incluso, un panfleto lleno de eslóganes, de obviedades. Flynn, sin embargo, demuestra saber que la poesía social no puede sobrevivir sino incluye su parte de riesgo y de compromiso estético. Por eso, esta obra que habla del sufrimiento de las víctimas, está edificada, sobre todo, sobre las voces de los verdugos. Y por eso también, el poeta estadounidense, en lugar de una obra doctrinal, ha creado un magnífico retrato del horror, la locura y la humanidad más salvaje. Un retrato que no es ajeno a las leyes del lirismo clásico, ni tampoco al ritmo o a la búsqueda de musicalidad, como demuestran poemas como éste:
we put them in cages they don’t like the cages
we put them in cells they pray
I swim in the palace it rains from the sky
the pool between palm tree & wall
the air in the cells is poison they claim
the air in the cages is dust
En el poemario de Flynn, las voces de víctima y verdugo se mezclan con el paisaje, con referencias a la cultura contemporánea y clásica –hay versos de Shakespeare, referencias a la música popular contemporánea…–, con el recuerdo y la nostalgia y con frases de los testigos y de los familiares que esperan la vuelta de los soldados. Todo se une en esta obra magnífica en la que Nick Flynn nos habla del fuego, el que destruye y el que purifica. Nos habla de habitaciones que recuerdan a aquella en la que Martin Sheen se pudría al comienzo de “Apocalipse Now”, sudorosas, hirvientes, antesalas de un horror y un infierno aún peores. Habitaciones que realmente son cárceles, jaulas:
capitán esta habitación está en llamas
capitán este cuerpo no para de arder
capitán oh mi capitán este fuego se ha convertido en un cuerpo
Nick Flynn nos habla de técnicas de torturas, del desierto, de la nostalgia del paisaje familiar o de la amada, del recuerdo del agua, del polvo, de la sed, de la locura…y nos habla a nosotros mientras habla a un Capitán invisible. Su capitán. El mismo que en el título del libro pide una votación a mano alzada, es decir, una votación en la que cada cuál tenga que posicionarse y hacerlo a cara descubierta, sin subterfugios ni máscaras. Un capitán lejano, etéreo y, por lo tanto, nunca personificado. Pero no se lleven a engaño. Ese capitán que escucha no es un ser divino y si se encuentra cerca de algún sitio, es del infierno.
cada día, capitán, señor, capitán, yo estaba
perdido, un chico, después de clase, solo, yo encontré
una cerilla, bajo el fregadero encontré una lata, un
spray, ly-sol des-infectante, hice una
antorcha, tuve cuidado de que la llama
no entrase en la lata, sabía
que explotaría, de alguna manera lo sabía, estoy
tratando de ser claro, señor
Como todos en este libro – víctimas, cómplices e incluso verdugos – el capitán más que una persona, es un tipo, un ser que, como un demonio o un condenado, ha pasado una buena temporada en el infierno, por decirlo con las palabras de un poeta inmortal.
Queda por tocar el asunto de la imparcialidad. Es cierto que en una primera lectura, al haber Flynn tomado como base para un relato de torturas las voces de los verdugos, este libro puede parecer equidistante y, por ello, cómplice de lo mismo que denuncia. Al fin y al cabo, ¿Cómo se puede permanecer distante, alejado, cuando se trata algo tan terrible? Personalmente, he creído ver en esa búsqueda de la objetividad, de la perspectiva lejana, no un cuidado intento de no molestar a los poderes de los Estados Unidos – donde toda crítica a las actividades bélicas del país puede traer problemas a quien la realiza – sino una voluntad artística, un propósito psicológico: meterse en la piel del verdugo, ver y escuchar a través de él a las víctimas, tratar de comprender, en suma, qué lleva al hombre a convertirse en eso que solemos denominar “una bestia”. Partiendo de los relatos de las víctimas – a los que seguramente Flynn supuso que poco podía aportar – el poeta se mete en la piel de los militares, de los testigos y traza un retrato nebuloso de su cerebro, de su pensamiento. Mi creencia, es cierto, está basada en la anterior obra de Flynn, así como en su posicionamiento cívico, siempre contrario a la violencia y a la guerra y siempre cercano a los más débiles.
En todo caso, el libro se cierra, quizás como contrapunto a la distancia de los poemas, con las declaraciones reales de siete presos de Abu Ghraib. Siete testimonios que ayudan a comprender mejor el libro y que, a la vez, lo completan al ofrecernos la visión de las víctimas de uno de los capítulos más bochornosos – junto con Guantánamo – de la política exterior estadounidense de las últimas décadas.
Terminaré diciendo que, aunque no ha sido fácil – el lenguaje de Flynn y la estructura del poemario fueron un reto – ha sido un placer traducir este libro y no sólo por su contenido, sino porque en un tiempo en el que hasta la poesía se ha vuelto acomodaticia, da gusto poder traducir y leer a un autor con la personalidad y la valentía necesarias para hacer un libro como éste: duro, rupturista y, a la vez, lleno de emoción,  de lirismo, de terror y de angustia. 
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