Mi credo – Hermann Hesse

He tardado más de una semana en leer las poco más de doscientas páginas que componen «Mi credo», una recopilación de textos de Hermann Hesse, acerca de sus creencias espirituales y metafísicas. Y he tardado tanto porque después de cada texto o artículo me veía obligado a parar y establecer mi propia reflexión sobre la cuestión.
Con Hesse tengo una relación extraña. Siempre lo sitúo entre los escritores que más admiro, pero no comparto casi ninguna de sus conclusiones. Sin embargo, sus reflexiones, su punto de vista, es siempre enriquecedor y le obliga a uno a mirar a lugares a los que, sin su ayuda, quizás nunca hubiera mirado. Digamos que, frente a mi visión materialista, Hesse sitúa una visión espiritual que no sólo me enriquece, sino que me amplía. 
En este caso, la reflexión – como ocurre en muchas de sus novelas – discurre en torno a las posibilidades de salvación del ser humano individual. Hesse establece un credo según el cual a través de la reflexión y la revelación, el ser humano puede llegar a un estado de gracia superior. Una visión que recibe mucha influencia de las religiones asiáticas, pero que se ve complementada con la propia educación puritana que recibió Hesse.
Éste es el párrafo que destaca la editorial y que, efectivamente, puede resumir muy bien la visión que Hesse tenía acerca del mundo: 
 «El credo al que me refiero no es fácil de expresar en palabras. Podría explicarlo así: creo que, a pesar de su aparente absurdo, la vida tiene sentido, y aunque reconozco que este sentido último de la vida no lo puedo captar con la razón, estoy dispuesto a seguirlo aun cuando signifique sacrificarme a mí mismo. Su voz la oigo en mi interior siempre que estoy realmente vivo y despierto. En tales momentos intentaré realizar todo cuanto la vida exija de mí, incluso cuando vaya contra las costumbres y leyes establecidas. Este credo no obedece órdenes ni se puede llegar a él por la fuerza. Sólo es posible sentirlo«
Entre los textos se cuelan también disquisiciones acerca de la religión, la fe, las iglesias, el papel de la espiritualidad en las sociedades contemporáneas, etc.
El único pero que pondría al libro es la edición, que no ayuda a situar cada uno de los textos en el contexto biográfico y social del autor, ni tampoco lo relaciona con su obra. Y es una pena, porque la vida y la obra de Hesse van bastante unidas y estos textos son más fácilmente comprensibles si se conocen algunos de los aspectos de la bibliografía del autor.
En cualquier caso, no lo recomendaría a quien no sienta interés por el autor o a quien no haya leído nada suyo previamente. A Hesse es mejor conocerlo por sus novelas: Demian, El Lobo Estepario, Sidharta, El juego de los Abalorios, etc. Todas ellas obras maestras de un autor que, como decía al principio, siempre ha figurado – y creo que siempre figurará – entre los tres o cuatro que más admiro, leo y recomiendo.
Tags: No tags