Respuesta rápida a un escritor fracasado

Si supiera algo, quizás te diría: «no te rindas, no desesperes». Si no sospechara que detrás de tu queja hay una esperanza rota, tal vez te dijera: «Levántate». Pero no puedo, o no quiero. Dices que tu libro estaba bien escrito, que era interesante, que es una pena que sólo vendan los grandes nombres promocionados. Y sí, es verdad. En parte es verdad. Pero olvidas una cosa: el premio de escribir es escribir. Lo demás es sólo paja, polvo, «vanitas vanitatum omnia vanitas», etcétera.

Además, ¿qué aportaste a la literatura para reclamar un trono en el Olimpo? Tu historia, como tantas otras que ocupan los estantes de las librerías físicas o virtuales, era sólo una historia sobre un manuscrito, un peligro, una aventura. Como tantas otras que venden, sí, pero tantas otras que serán olvidadas.

Dice Cortázar en «La vuelta al día en ochenta mundos» que muchas veces los escritores noveles se olvidan – nos olvidamos – de que Don Quijote antes de echarse a los campos tuvo que velar armas. Creo que ahí es donde hay que insistir, donde no hay que rendirse: hay que leer, leer, y leer; hay que cuidar la prosa; hay que tratar de hacer una novela original, sí, pero también colorista, rítmica, que ataque a través de todos los sentidos; y hay que tener sentido del humor, siempre.

No, no te doy ánimo. Tampoco siento pena. Quisiste vender un libro y fracasaste. Bienvenido al club. Un club con nombres ilustres y con mucho honor, si lo piensas. Porque, ¿qué hay más hermoso que tener un sueño y fracasar?

Todo lo demás es trabajo, disciplina y no esperar más consuelo que el que traen las palabras.

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