Si no fuera por ti,
distancia.
Qué sería de mis pasos,
firmes.
Si no fuera por ti,
distancia.
Quién recorrería de pasión,
tus calles.
Lucas Ferrer
PRÓLOGO
No es tarea fácil anticipar las ideas de un libro, ni responsabilidad menor cerciorarse de que las líneas que lo introducen honran el texto del autor que las firma. Pero en esta ocasión, la empresa que voy a tratar de acometer se va a convertir en un reto en sí mismo, por reconvertir las palabras de este prólogo en algo que pueda a mí también darme la oportunidad de improvisar.
Desde el primer momento supe, que esta vez, las normas no servirían, ni las presentaciones serían convenientes, ni la sencilla opinión tendría cabida en este pequeño extracto, en el que una vez más, la fuente que me reta es a la vez la misma que me inspira y aquella que durante años me empuja hacia la vida.
Ahora, trato de recomponer cómo ha sido, como tan maño cultivo ha florecido en un libro que sorprendentemente nadie se esperaba, y que en la creación del mismo reside el significado de tantas decisiones que se han tomado y de cómo se han afrontado. Como espectador, he sido testigo de muchas decisiones que se han atendido por Inmaculada de igual forma que lo ha hecho con este libro. Siempre mirando hacia delante, siempre abriendo la puerta del deseo y despejando las dudas del miedo. En esa recomposición, me viene a la memoria el empeño y la dedicación que la autora de estas maravillosas líneas ha tenido para no salirse del camino y no desfallecer hasta llegar al punto que se interponga entre ella y el sendero que la separe de su siguiente objetivo.
He tenido la oportunidad de ver como mi madre no temblaba ante el cambio, y como durante la evolución de este proceso, confiar era la receta perfecta para sacrificar las cosas necesarias que impidiesen o coartasen esos pequeños cambios o reajustes. En ocasiones, yo mismo, he tratado de abanderar el equilibrio para paliar la fe ciega que puede provocar el dejarse llevar. Si entendemos el equilibrio como contrapeso de las cosas, incluso el equilibrio toma forma de freno, y ese freno no es otra cosa que la necesidad que a veces sentimos de no perder el control. Ese equilibrio, es la sensatez natural que nos empuja a llenarnos de seguridad, porque esa es la mejor de las excusas para no asumir un riesgo, que aunque no lo sepamos siempre está. Incluso a día de hoy trato de encontrar argumentos que ayuden a continuar con el deporte nacional que es llevarle la contraria a tu querida madre. Pero entre ustedes y yo, les digo, que la felicidad que ella me inspira es la prueba de que se ha vuelto a salir con la suya. En mi interior, saboreo su forma de leer las cosas, y espero poder algún día ser capaz de devolverle la razón siendo capaz de confiar en mí tanto como ella lo hace para sí.
Por ello confío en que este libro sea capaz de hacer llegar la fortuna y la alegría, la abundancia y la serenidad, la paz y la vida, y muchas otras cosas, a muchas otras personas, que ávidas de respuestas, poseen todo lo necesario para transformar sus deseos en realidad.
Lucas Ferrer