P.S: En una entrevista, un autor contemporáneo, hasta ayer moderno, asegura que ha escrito su nueva novela de modo más tradicional para tener más lectores. No porque necesitase escribirla así. No porque tal forma fuera la mejor para la historia que quería contar. No porque la forma le brotase en ese estado del hambre de expresar, de contar. No. Lo hizo para tener más lectores. En ese nivel nos movemos.
Frente a ello, un texto de Machado sobre Valle-Inclán y la «voluptuosidad del ayuno» que mencionaba arriba. No se trata, claro del hambre, sino de la categoría moral que representa ese hambre. El texto, como digo, es de don Antonio Machado:
“…El capitán fracasado, no por su culpa, que llevaba consigo proyectó acaso sobre toda su vida una cierta luz de heroísmo y abnegación militar, contribuyó en mucho a aquel sentido de consagración a su arte como tarea ardua y espinosa que le distinguirá siempre de sus coetáneos, por su capacidad de renunciación ante todas las comodidades del oficio y por su inflexible lealtad a sus deberes de escritor. Como alguien nos refiriese el caso de un poeta que, abandonando las faenas de su vocación, ponía su pluma al servicio de intereses bastardos, y se tratase de hallarle disculpa en la necesidad apremiante de ganarse el pan, don Ramón exclamó: “Es un pobre diablo que no conoce la voluptuosidad del ayuno.”
¡La voluptuosidad del ayuno! Reparad en esta magnífica frase de don Ramón y decidme qué otra ironía hubiera proferido el capitán a quien se intima la rendición por hambre de la fortaleza que, en trance desesperado, defiende.
«¡La voluptuosidad del ayuno” Nuestro gran don Ramón la conoció muchas veces, aunque nunca se jactó de ello. Porque Valle-Inclán, consagrado en los comienzos de su carrera literaria a una labor de formación y aprendizaje constante y profunda, a la creación de una nueva forma de expresión, a la total ruptura con el lugar común, a lo que él llamaba la unión de “las palabras por primera vez”, tuvo que renunciar para ello a todas las ventajas materiales que se ofrecían entonces a las plumas mercenarias, a las plumas que se alquilan hechas para el servicio de causas tanto más lucrativas cuanto menos recomendables.”