Una vez Argentina – Andrés Neuman

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un libro como lo he hecho estos últimos días con «Una vez Argentina» de Andrés Neuman. Y vaya por delante que disfrutar no quiere decir pasarlo bien, o no sólo, o no exactamente.
Me explico. Llevo unos días con la sensación de que, pese al 12M15M, la sociedad española ha bajado las manos ante la crisis y sus consecuencias. Más aún, que si algunos las levantan es para aplaudir las medidas del gobierno o pedir otras aún más draconianas. Es decir, tengo la sensación de que nos dirigimos inexorablemente al matadero y que ya no hay nada que podamos hacer.
En ese estado de ánimo leí «Una vez Argentina», una novela en la que a través de su familia – más o menos real, más o menos ficticia – Andrés Neuman va dejando ver, entre otras muchas cosas, la historia de su país natal, una Argentina en la que la tragedia tuvo muchas veces la apariencia de un destino inevitable. Algo similar, en suma, a lo que yo creo que le está ocurriendo ahora a España, que ya ha aceptado el abismo como destino y hasta que no llegue a él – con la consiguiente sacudida – no habrá despertar posible.
En todo caso, «Una vez Argentina» no narra solo, ni sobre todo, la historia de Argentina. En realidad, supone un retrato de la familia de Neuman a lo largo de varias generaciones, desde los tatarabuelos hasta él, pasando por sus primos, tíos, tíos-abuelos, etcétera. Todo ello conducido por una prosa poética, ágil, que salta sin problema de la anécdota humorística al hecho desolador, con episodios magníficos – y desoladores – como el relato del sueño en que Neuman es interrogado por subversivo, o la narración del dolor de su padre al atropellar el limonero que había plantado su abuelo, o las visitas a los centros penitenciarios con la banda de música, o tantos otros. 
La narración no discurre linealmente, sino que salta, siguiendo el pulso de la memoria, de la vida del abuelo a la de un tío y de ahí a la del propio Neuman, todo ello sin que sea un problema para el lector seguir la historia, lo que sin duda es un gran logro, en estos tiempos de fragmentarismo porque sí y mal llevado.   
A nivel de lenguaje destacaría, además de la ya mencionada agilidad de Neuman para cambiar de estilo con maestría, la variedad semántica, y el sumo cuidado que parece haber puesto en evitar frases hechas, giros cansados. Por ejemplo, donde cualquier otro hubiera puesto un «Me acuerdo ahora», dice Neuman: «Se remonta ahora mi instinto». Cuidado que se une a prosa elegante, rítmica, con sonoridad y riesgo estilístico: «Las olas iban y venían, iban y venían. Así, como las frases. Como quien duda que contar».
Algo de ola, precisamente, tiene esta narración, guiada por la memoria, que es, como señala Neuman, el futuro. Y es que el autor insiste una y otra vez en que narra porque recuerda o para recordar, que a veces es lo mismo. Narra para no olvidar quién es y dónde comenzó. Escribe para poder hablar con sus abuelos muertos, con su bisabuelo a quien no conoció, con el fantasma de su tío Cacho. Escribe porque tiene memoria. 
Y hay algo en esa forma de narrar, de recordar, que me remite a la frase de Below de que una novela debe ser como una carta. Y es que también hay una carta en la obra de Neuman, la que comienza su abuela y que, como señala él en varias ocasiones, transcurre como una novela dentro de su novela, como la vida de sus antepasados discurren dentro de la suya. Injertándose. 
Y al fondo, y vuelvo al principio, la historia de Argentina: las dictaduras, Menem («Síganme, no les voy a defraudar»), el corralito, la emigración, el hambre, la delincuencia…La otra memoria, la social, la popular, la que hace a los escritores grandes.
Sí, hacía tiempo que no disfrutaba, no pensaba, no reía y no creía tanto en una obra como me ha ocurrido con este «Una vez Argentina» al que sólo pondría un pero, muy tonto: quizás debería llevar una coma en el título y ser «Una vez, Argentina». 
O tal vez no. Y qué más da en todo caso. Es tan grande así, como es. 
Léanlo. 
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