Sobre la nueva reforma laboral

Todos creíamos que cuando la Ministra comenzara a anunciar la nueva reforma laboral, sobre la sede de la CEOE volarían fuegos artíficiales. Pero qué va. El mal nunca se sacia. Por eso minutos después mandaron a Duran i Lleida a la puerta del Ritz ha decir que eso del derecho a huelga es algo anacrónico que, además, va contra el interés general – algo que nos recuerda un poco al ideario fascista, pero sólo de lejos -.
Leída la reforma, algunos nos preguntamos si es de interés general que Duran i Lleida se aloje en el Ritz o si podemos echar con 20 días de indeminzación a Rajoy si el país no mejora o, simplemente, por considerar que él tiene baja productividad. Aunque no creemos. Nos da en la nariz que esta reforma sólo afecta a los trabajadores. No sé si pillan la gracia.
Puestos a hacernos preguntas, también nos preguntamos si ese mantra de que la bajada de salarios va a beneficiar la competitividad en el extranjero tiene como objetivo convertir a España en un país como China, sin duda, el líder mundial en cuanto a competencia y un ejemplo mundial – para los empresarios, claro – de cómo debe tratarse a los trabajadores. Un plato de arroz, jornadas de doce horas, nada de huelga y mucha disciplina. Eso es lo que vende.
Mientras, en el bar, los obreretes españoles ven el fútbol y se alegran porque ha perdido el Barcelona, y ya era hora. O desayunan café y churros en el restaurante de moda. Les suena – de oídas – que hubo un tiempo en que trabajar no era una actividad que te ocupaba todo el día y que te exigía lealtad y sumisión ilimitada al jefe, so pena de despido procedente – 20 días – y cuarenta latigazos. En aquellos días un hombre tenía derecho a un sueldo digno, que aumentaba con el IPC, a horas extras, a trabajos indefinidos, a una indeminzación de 45 días y, llegado el momento, a jubilarse a los 65. Sí, algo les suena, piensan mientras degluten el tercer churro. Pero seguro que son leyendas. Al fin y al cabo, ¿en qué cabeza cabe que los obreros puedan hacer algo más que trabajar, cerrar la boca y ver el fútbol los domingos?
¿Repugnancia? Sí, mucha. Pero, con el tiempo, uno se va a costumbrando a convivir con las arcadas. 
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