Forma parte de la serie negra esta novela de Simenon que, sin embargo, no es estrictamente hablando una novela negra. Es, más bien, una novela de mafiosos, de delincuentes italoamericanos. Y es, sobre todo, una novela sobre la libertad individual, sobre la obligación de decidir que, antes o después, todo el mundo tiene: ¿Con quién estás? ¿Con la familia de sangre o con la organización? Es es el dilema que se le presenta a Eddie, el protagonista, que tendrá que dejar su acomodada vida de mafioso de provincias para recorrer el país tras su hermano, acusado de haberse convertido en un chivato.
Con esa trama y con ciento y pico páginas, Simenon elabora una novela tensa, donde asistimos al desquiciamiento progresivo del protagonista y donde la lucha entre la individualidad de la conciencia y la comodidad de obedecer la ley del grupo (y, por lo tanto, seguir formando parte de él, mantener el papel de pequeño protagonista en su estructura, gozar de la seguridad del estatus ganado…) se va haciendo cada vez más fuerza hasta romper en un final no por inevitable – no creemos que pudiera se de otra manera: no sin provocar un final poco coherente – menos revelador.
No sé si Simenon leyó a Frömm, pero su novela me ha hecho pensar en él, en esa lucha entra la incertidumbre de la soledad, la intemperie del que cabalga solo y la seguridad del que pertenece a un grupo bien estructurado y, por lo tanto, sabe siempre qué debe hacer y cuándo, evitando así cualquier duda. «Hay que seguir la norma», dice Eddie. Esa es su máxima. La vida que quiso darse «de una vez y para siempre».
Una novela rápida, dura e inteligente. Una novela para releer.