Tres novelas negras

Leer una novela de la serie negra, una historia de detectives o policías es como volver a casa. Supone recuperar la pasión por la lectura, caer atrapado en una historia como debe caer todo buen lector: sin dudar de que lo cuentan es cierto. Y más aún: que no podría haber sucedido de otro modo. 
Este fin de semana me he leído tres novelas policíacas:
La primera ha sido Cosecha Roja, de Dashiell Hammet. Protagonizada por el agente de la Continental sin nombre (o, para ser más exactos, con varios nombres). Una historia que podría haber sido escrito hoy mismo, ya que la acción tiene como escenario un pueblo, Personville o Poisonville, corrompido hasta el tuétano. La obsesión del protagonista por «limpiar» la ciudad es el eje del libro. Diálogos rápidos, pocas descripciones, mucho alcohol y bastante crudeza son los ingredientes de esta obra. Es decir, los ingredientes de toda novela negra. La técnica de Hammett consiste en no contar nunca lo que piensa el protagonista, de modo que el lector le ve avanzar, moverse, hablar, pero sin saber nunca muy bien por qué lo hace, hasta que el propio protagonista para un momento y le explica a alguien – y a los lectores – por qué ha actuado como ha actuado. Esto, que da ligereza la obra, provoca a veces, no obstante, que uno se pierda un poco y, sobre todo, que el personaje principal quede un poco entre tinieblas.
La segunda novela que he leído ha sido «El cartero siempre llama dos veces». Conocía la película protagonizada por Jack Nicholson, pero no había leído el libro. Es una obra muy breve, unas ciento veinte páginas, escrita por James M. Cain allá por 1934. La acción transcurre rápida y muchas veces sin explicaciones. Es un caso claro de lo que contaba arriba: uno se cree lo que el escritor cuenta letra por letra. Aunque después, ya fuera del libro, uno se pare a reflexionar y reconozca que la novela tiene algo de inverosímil, de precipitado. Hoy hubiéramos alargado más el proceso de enamoramiento de los protagonistas, las divagaciones sobre sus planes; los hubiéramos hecho dudar, temblar, emocionarse,…Hubiera salido una novela más psicológica, sin duda. Pero no sé si mejor. En cualquier caso, «El cartero siempre llama dos veces» figura por méritos propios en la lista de las mejores novelas negras jamás escritas. Y consigue algo que es muy difícil: que un protagonista vago y criminal nos dé pena y nos caiga bien. 
Por último, he leído «El signo de los cuatro», de Conan Doyle. Para mí, la mejor novela de las tres y una de las mejores de las protagonizadas por Sherlock Holmes. Con una acción que transcurre en pocos días, presenta el caso de un tesoro robado y de un asesinato. Como siempre, lo más desquiciante es el personaje de Holmes, que en esta obra ha alcanzado ya altas cimas de vanidad y, dicho sea de paso, drogadicción. También esa visión clasista del mundo que, como en el caso de Agatha Christie, impregna la obra de Doyle. Pese a ello, los diálogos son magistrales, los personajes están delineados con pocas palabras de una manera maravillosa y la trama es, como siempre en el caso de Doyle, atractiva.
Como decía, leer novelas negras, policíacas  thrillers y hasta, si me apuran, Pulp, es volver a casa. A los libros de juventud sin necesidades intelectuales ni de ningún otro tipo. Nada más que el placer de leer por leer. Y sumergirse por un rato en un mundo distinto, a vivir otras vidas y regresar cambiado aquí, a la gris realidad. 

Tags: No tags