Un nuevo linchamiento a Calamaro en Twitter

Tengo bastante manía por los redentores, por aquellos que no sólo creen saber cómo se debe vivir, sino que creen su obligación convencer (¡u obligar!) a los demás para que vivan como ellos. Convencidos de que salvan a los otros de lo que sea: la droga, el infierno, el pecado, el placer, la infelicidad…ignorantes de lo que es y supone la libertad, despreciativos con todo aquello que no pueden entender, pero que, de algún modo, envidian.
Por eso, no puedo entender las críticas que se han lanzado desde Argentina, pero también desde España, a Andrés Calamaro, sólo por acudir a un programa de televisión similar al «Mira quién baila» de aquí. 
Sí, a los artistas como Calamaro se les exige que no participen de la telebasura: pero ¿Cuánta gente de la que le critica estaba viendo el programa? Además, como decía Machado: «Nada os debo, debeisme cuanto he escrito». Y esa puede ser perfectamente la postura de Calamaro. Éste puede agradecer que la gente vaya a sus conciertos o compre sus discos, pero al final – al final de verdad – los que estamos en deuda con él somos todos aquellos que nos hemos emocionado en algún momento con sus canciones.
Pertenezco a una generación que creció con «Los Rodriguez», que se hizo joven y canalla con «Alta Suciedad» y «Honestidad Brutal», que aprendió a poner letra al dolor con «El Salmón» y que se hizo mayor con «La lengua popular». Considero, firmemente, que sólo hay dos músicos vivos que, en castellano, puedan competir a día de hoy en carrera y profundidad musical y estética con Calamaro: Enrique Bunbury y Santiago Auserón. Si mañana Andrés se saca de las manos otro disco enorme de música popular, otro conjunto de temas de vanguardia, improvisaciones de free-jazz, re-visiones del tango, o cualquier otra gran obra: ¿A quién le importará que haya ido a la televisión? Y aun si no lo hace, aun si no consigue hacer otro gran disco: ¿Quién tiene potestad para juzgar lo que otra persona hace con su vida, sin molestar a nadie?
Nos pisotean los políticos, nos engañan los medios, nos mienten desde Alemania, desde USA, pero sólo nos escandalizamos cuando un rocker va a televisión. ¡Ni siquiera ha hecho publicidad para un banco como Loquillo! Y además, le linchamos y, para más colmo, desde el anonimato. Tiene razón Calamaro en una cosa: estas cosas se discuten de uno en uno y a la cara. Lo demás, lo siento, es cobardía. 
En fin, yo sólo espero que toda esta mala ostia le salga a Calamaro en forma de verso. Más música, más libros, más arte. Menos bronca. 

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