Enrique Bunbury – Licenciado Cantinas

Después de unas cuantas semanas escuchando ya «Licenciado Cantinas», el último disco de Enrique Bunbury, creo que ya es momento de hacer un pequeño comentario sobre el disco.
Lo primero que atrapa de «Licenciado Cantinas» es lo que podríamos llamar la esencia de las canciones, fabricadas con una melodía y una letra que tienen el magnetismo de lo clásico, de lo hecho para perdurar. Son canciones que van al centro de las emociones más básicas y primigenias. Lo que Bunbury ha hecho – y lo ha hecho bien – es añadir su punto de vista a esa esencia, es decir, llevar esas canciones tradicionales al rock and roll. Pero no al rock básico de guitarra, bajo y batería, si no al rock maduro que Bunbury lleva practicando ya desde hace muchos años: un rock mestizo, que mama de la tradición latinoamericana, pero también de la canción centroeuropea y sobre todo del blues, del primer rock y hasta del jazz – algunas de cuyas estructuras se cuelan en los solos de piano y guitarra -.
Aunque lo que más destacaría de «Licenciado Cantinas» es el magnífico trabajo hecho por el equipo de percusión. Rítmicamente es un disco magnífico. Variado, alejado de los patrones comunes y repetitivos del rock adolescente y más comercial, con un uso intenso y correcto de la percusión menor y del contrabajo. 
Igualmente, la voz de Bunbury ha mejorado mucho a la hora de afrontar melodías alejadas de su registro tradicional. En «El viaje a ninguna parte» – con el que creo que este disco está hermanado en muchas cosas -, Bunbury ya se acercó a los ritmos latinos, sin embargo, su voz seguía muy pegada a la forma de cantar del rock, por lo que la interpretación se resintió un poco – estoy pensando en canciones como «Trinidad» o «Palo de mayo» -. Sin embargo, en «Licenciado Cantinas», canciones como «La chacarera del triste», «Ánimas que amanezca» o «El mulato», de melodía y compás complicados están perfectamente interpretados. Algo que, creo, tiene mucho que ver con el sosiego que se percibe en la forma de cantar de Enrique, que ya en el disco con Nacho Vegas y en «Las circunstancias», se había mostrado menos excesivo, más sosegado, algo que favorece a la interpretación de quien, por otra parte, tiene una de las mejores voces – en el rock sólo la compararía a la de Carlos Tarque, aunque éste es menos versátil – de la música española.
A todo lo dicho, añadiría que «Licenciado Cantinas», como ocurría ya en «Las consecuencias», está muy bien producido. Bunbury siempre ha prestado mucha importancia al sonido, pero tengo la sensación de que aprendió mucho de su época en El Puerto de santa María y de su vecindad con Paco Loco – o al menos algo muy importante que antes no estaba ahí – porque desde «El tiempo de las cerezas» sus discos suenan con una profundidad y una limpieza – pero no una limpieza fría, sino viva – que recuerda a aquellas grabaciones analógicas, en las que uno podía sentir el pulso y la respiración de toda la banda en la sala, el sonido de un conjunto tocando, no de veintitantas pistas mezcladas en una mesa y grabadas por separado en un ambiente de quirófano. 
En suma, «Licenciado Cantinas» es un disco que hay que escuchar y que nos acompañará ya para siempre, pues aunque no se trata de canciones originales, Bunbury las ha hecho ya suyas y les ha dado un sonido y una interpretación que las integra perfectamente en la modernidad. 
¿Favoritas? Si tuviera que elegir, diría «La chacarera del triste», «Animas que amanezca», «Cosas olvidadas» , «La tumba será el final» y «Ódiame».

http://grooveshark.com/album/Licenciado+Cantinas/7210277

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