Crítica e inquina

A veces el mundo literario me da pena. Tenemos todos tanto ego. Tanta envidia. Es verdad que casi todo – premios, publicaciones, entrevistas, críticas – está contaminado por el enchufismo o por el interés mercantil. Es verdad que muchos grandes escritores apenas venden un centenar de ejemplares mientras otros, que no saben ni conjugar decentemente, venden cientos de miles. Es normal que eso hiera el ego y produzca resquemor. Pero al final, se termina produciendo tanta palabra, tanta crítica movida por la inquina y la envidia que da pena. Mucha pena. 
No suelo hablar en público de los libros que no me gustan, que no recomendaría comprar. ¿Para qué? Es cierto que eso me traería más lectores. Estoy seguro. Por ejemplo, bastaría con unirme al coro de destructores de Luna Miguel, una veinteañera que ha cometido el error de dar el cante siendo una niña y estando buena. Imperdonable. Porque, honestamente, eso es lo que se le ha criticado. No si sus libros son buenos o malos, no si su poesía se queda en la pose o llega más allá. Se ha hablado de su familia – al parecer dueña de una editorial -, de que si el primer premio que le dieron estaba amañado, de que si va de maldita y no lo es…de todo, menos de sus versos. 
Y lo mismo con Alberto Olmos, que cometió la imprudencia – ¿Meditada? – de salir en una entrevista diciendo que quienes no venden ni 500 ejemplares no pueden considerarse escritores. Una pequeña boutade que lo elevó sobre una ola de improperios en la que poco o nada se decía de lo verdaderamente importante: el libro que presentaba. Que aún no he leído. Pero que seguro que es de gran calidad porque Olmos, guste o no su persona, es un buen escritor. Y además, no es tan cantamañanas como quiere pintarle la prensa. Basta con pasarse por su blog: derrocha cordura. 
Y ni hablar de las burradas que se dicen, en Internet y a viva voz, sobre Luis García Montero, quizás el hombre con más poder y al mismo tiempo más denostado de toda la poesía en castellano. Un tipo del que se ha criticado mucho y a veces con razón, pero al que la mayoría trata de llegar con parabienes para ver si le toca algún premio al mismo tiempo que, por detrás y generalmente desde el anonimato, va dejando comentarios llenos de envidia sobre su persona. Sí, hay que hablar de muchas cosas acerca del grupo Visor. Por el bien de la poesía. pero en Visor también se publican buenos libros. Sin ir más lejos. Félix Grande acaba de sacar uno buenísimo titulado «Libro de familia». Hablemos, de vez en cuando, también de los libros, de los poemas y no sólo de los chanchullos y de lo bien que se trata a unos en la prensa y de lo mal que se trata a otros. Y hablemos nosotros porque la prensa, precisamente, sabemos que no lo va a hacer. ¿Para qué? Prisa vive de publicitar sus propias editoriales, el resto de publicitar a quienes previamente han pagado un anuncio. Seamos sinceros: si toda nuestra energía crítica la volcáramos en comentar sólo aquellos libros que creemos que engrandecen la literatura y el lenguaje, todos ganaríamos más. 
Sí, Addison de Witt es necesario. Pero también es necesario otro tipo de crítica. La positiva. La que desde el análisis, el conocimiento y la objetividad recomienda libros. No personas. Libros. No tendencias. Libros. Y de esa hay poca. Muy poca. 
Estoy harto, de verdad, de tanto resentimiento, de no poder leer un blog literario sin que se cuele la inquina, el número de ejemplares vendidos, la publicidad recibida, los supuesto favores cobrados…Estoy cada vez más cansado del intramundo literario porque cada vez se aleja más de la literatura. A mí no me gustan los escritores. No me gusta el marketing. No me gustan ni las cifras ni los amiguismos. Los conozco. Sé que son parte fundamental del negocio. Pero lo son para todos. Incluso para los que van de puristas y critican actos  en los que, en realidad, desearían estar participando. ¿O todos ellos rechazarían un premio importante entregado por un amigo o por una editorial interesada, no en su obra, sino en su prestigio, por ejemplo? Honestamente, no me lo creo. 
A mí me gustan los libros, la literatura, la vanguardia literaria, el riesgo, la exigencia. Me gusta hablar y discutir sobre litertura, pero sin mezclar el rencor, la inquina personal o el resentimiento. Porque de eso ya vamos sobrados por otros frentes.

P.S: Por cierto, también habría que hablar mucho de la vida literaria fuera de la Red. Madrid, por ejemplo, es un hervidero de actividades. Si vas a unas eres de un grupillo. Si vas a otras, de otro. Si no vas a casi ninguna, como yo, simplemente, no existes. Ayer me lo decía un amigo: «En literatura y sobre todo en poesía, si quieres ser alguien, antes o después tienes que comenzar a hacerte el circuito de tertulias, presentaciones, etc.». Es decir: dar palmaditas, regalar libros, mamar falos a los críticos,…todas esas actividades tan relacionadas con la literatura. Pero en fin, no critiquemos eso tampoco. Centrémonos en los libros. Los benditos libros. Y olvidémonos de quienes viven pensando tan solo en la estatua que han de ponerles un día. 

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