escritora

II

 

El día que exhale mi último aliento,

en que los suspiros se marchiten en el silencio

y mi alma atormentada desaparezca en el tiempo;

mi voz se la llevará el viento

pero quedará siempre vivo mi pensamiento,

los retazos sempiternos de mi sufrimiento.

 

Si supiera que la muerte me acecha,

por un segundo más le daría la mayor de las ofrendas,

pues un segundo basta para decir adiós al mundo,

pues un segundo sobra para abandonar al fin el mundo.

 

¿Pero quién sabe de esta secreta agonía

que tortura mi cuerpo y mente cada día?

 

¿Quién reconoce en mi mirada

el deseo de cerrar los ojos y no ver nada?

 

Sólo me mata el conocimiento

de que los únicos que no sufren con cada latido

son los muertos,

y yo aun así sufro y lloro,

así y todo teniendo uno bajo el pecho.

VI

 

Cierro los ojos y me envuelven las tinieblas,

mas si los abro me ahogan las sombras,

tenebrosas,

misantrópicas,

melancólicas.

 

La calma es traspasada por los exabruptos

de los latidos caducos

de este corazón

desbocado,

desfigurado,

destrozado.

 

Se parte el cielo sobre mi pecho,

hoy ansío únicamente el lecho

en el que la finitud del sufrimiento

se funda con el desprecio

del camino insondable, estrecho;

compartido, solitario

y deshecho.

 

Y que sólo suene el silencio.

XIII

 

Hoy el compás del silencio me envenena,

las notas mudas portan pena.

Las lágrimas son efímeras

mas nunca el sufrimiento ni nuestras tristezas.

 

Se quiebra el canto

y desgarra mi pecho un llanto,

la vida es corta y la infelicidad eterna;

se siente mi alma navegante en tierras yermas.

XXV

 

En la lluviosa y tormentosa noche

que envolvió al alma mía

de pura y ácida melancolía

lloré, y una lágrima cristalina

tan dulce y amarga como la muerte misma

resbaló de mis ojos cubiertos por tinieblas

dispuesta a mezclarse entre las afiladas gotas caídas,

angustia que se mezcló con más angustia.

 

Y así comprendí, esto es la vida,

la vida es una lágrima de tristeza

que brota sin motivo aparente,

y desciende por un sinuoso camino

hasta acabar convertida en una gota de lluvia

que cae al suelo y se derrite,

apagándose en la fría y árida tierra.

 

¿Cuántas lágrimas son capaces

de deslizarse fugaces

y crear su propio camino?

¿Cuántas lágrimas son capaces de evitar la lluvia y caer, sí,

pero caer siendo ellas mismas?

 

 

 

¿Qué vida es capaz de decidir,

de ser distinta y así,

a la hora de su fin,

morir, sí, pero feliz?