escritor

La primera herida en el corazón

 

El destino del corazón frágil siempre es tender a romperse.

 

La blanca luz de luna llena

alumbraba “La Puerta del Sol”,

en la fuente, una pareja,

otra vieja historia de amor.

 

La escena me lleva a ayer,

a cuándo y cómo te conocí,

sin terminarme de convencer,

mis ojos iban tras de ti.

 

Y corrí hasta alcanzarte,

dejándote tu atrapar,

mi intención era invitarte,

y no me dejaste pagar.

 

Eran años de conquistas,

compartiendo descubrimientos,

pasando de las revistas,

y sin edad ya, para cuentos.

 

Sin ser ni Isabel ni Fernando,

buscábamos tesoros y reinos,

surcábamos mares, navegando

entre olas de amor y desenfreno.

 

Yo no sabía lo que era amar,

y mi ilusión por saberlo,

me hizo sufrir en soledad,

y soñar, al darte un beso.

 

Pero tú no me creías

al decir verdad,

y verdad decía,

al decir “Te Quiero”.

 

Porque antes de tu marchar,

yo, ya te echaba de menos,

contigo oscurecía el reloj,

se moría el tiempo.

 

 

Tu aliento era mi respirar,

tu respirar, era mi aliento,

tu desconfianza, mis ganas de luchar,

tu compañía, mi alimento.

 

No era amor de verano,

ni flechazo primaveral,

era sentimiento puro y sano,

al que pusiste caducidad.

 

Tu cobardía y tu miedo,

desarmaron tu voluntad,

la guerra del quiero pero no puedo,

escribió el “descanse en paz”.

 

Y murió, como tantos otros,

en una caja de cartón,

con algunos recuerdos rotos,

y una espina en el corazón.

A los ojos

 

Aunque no son lo más importante,

es verdad que hay ojos por los que se podría matar.

 

Todas las mañanas, cuando despierto,

miro sus ojos, me siento cautivo,

no dan de comer, eso es cierto,

pero son un buen aperitivo.

 

Hay ojos grandes y pequeños,

de forma redonda o achinados,

bondadosos, hechiceros,

alegres con brillo, cansados…

 

Los ojos, pueden engañarte

o hacerte sentir bien,

si se lo proponen, hasta besarte,

y maldecirte, también.

 

Cuando nuestras miradas se cruzan,

y se detienen, frente a frente un instante,

enseguida atisbo tus dudas,

así, no puedes engañarme.

 

Dicen de los ojos verdes son traidores,

los azules, embusteros.

Y yo digo —qué más da señores,

en la oscuridad, son todos negros.

 

Lo importante, es lo que transmiten,

hablan más que la propia boca,

si no te convencen, insisten,

y nunca se equivocan.

Nos miramos a los ojos,

siempre en busca de respuestas,

cuando no te sale de los labios,

le das voz a ellos y contestas.

 

Porque los ojos, son el espejo del alma,

son lo falso, y lo verdadero,

y si a ellos me miras con calma,

podrás comprobar, que “Te Quiero”.

Algo instrumental

 

El mejor invento de la humanidad, después del amor, es la música.

 

Intro de primeras notas,

se alza el telón,

fuertes aplausos las manos tocan,

¡Empieza la función!

 

Los violines encienden el Sol,

cuando en los platillos brilla un Fá,

el tambor marca fuerte el Dó,

y el Ré de la flauta me hace soñar.

 

Se alza la batuta del director,

es el turno del trombón,

la trompeta, que sostiene un bemol,

da paso al Lá en el saxofón.

 

El clarinete silba como el viento,

el acordeón “granaino” parece llorar,

la aguja madrileña marca el tiempo,

con calma y seguridad.

 

Luego, viene el piano,

que con blanca niega un Sí,

y una negra, en la otra mano,

deja lentamente un Mí.

 

Atrona la batería,

con tonos fuertes y graves,

para finalizar la melodía,

vienen sonidos más suaves.

 

Un buen solo de guitarra,

maravilloso cuerpo de mujer,

después de una buena farra,

“El concierto de Aranjuez”.

 

La música es poesía,

el sentimiento, la mejor razón,

el sueño, ser Paco de Lucía,

la de Rodrigo, la mejor canción.