Veinte años
Mi espejo ya no me mira
como antaño,
apenas muestra unos retazos
leves y desvaídos de inocencia.
No recordaba su mirada tan rocosa.
Su rostro también está diferente…
Áspero
como un huracán sin aliento
o como un prado amarillento
de besos al sol y sin saliva.
También parece más estirado,
como si le pesara el ratón negro
que yace
–tal vez– muerto
en el techo de su barbilla.
Y por si fuera poco,
se ha empeñado en que soy
yo
quien tiene veinte años.
Y quizás tenga razón,
pues me siento como un niño
que se muere de viejo.
O peor,
como un adulto
recién nacido.
Penélope
Aún recuerdo el día
que me encontré con la Poesía
–o me encontró ella a mí–.
Desinteresada, a veces
me ayudaba a engañar al olvido.
Antes de ella, se me quedaban
atrás los meses
mientras me sentía como aquella
Penélope,
vestida de cielo nublado
y con las pupilas pintadas
del naranja de los ocasos,
omnipresente en cada puerto,
anclada y hasta presa.
Desde Agaete hasta Mogán
y pasando por San Blas,
esperando a nadie,
muriéndose de esperanza.
αʹ
En el bulevar de los vaqueros rotos
se cogen a los cojos
y jamás a los mentirosos.
Aquel perro ladrador
se quedó afónico
y quien a buen árbol se arrimó,
vivió siempre desde la sombra.
Una cerveza más
y te diré que quisiera que me miraras
y tener los cajones
para guardar todos los escalofríos
que me nacen en tus pupilas
… pero por hoy no bebo más.
六
La felicidad no es tan abstracta
ni paradójica
ni enigmática
ni improbable…
Para ser feliz
yo sólo necesito
una cama
un reloj parado
y a ti.
L argas libertades
Piernas largas,
kilométricas…
Casi infinitas.
Van ascendiendo
sosegadas, lentas…
Suben y suben,
como el calor.
Sendas delgadas,
treguan en tus rodillas
antes de dilatar
los deseos de encontrar
el fin.
¡Y que tú con ellas
sólo andes!