A mi amigo
Pensé en no publicar nunca estos versos que tan lejos están de tu arte, amigo mío; guardarlos para mí, en el cuadernito de poemas, y dejar que se ajasen en la triste página (porque esta noche hasta la página está triste). Pero tal vez sea mejor así. Es mi poesía, de la que soy capaz ahora, hoy, y lo único que ya te puedo regalar.
Yo no quiero, amigo mío,
ser llorando el hortelano,
ni que escriba el verso frío
esta temblorosa mano.
Yo no quiero verte en sueños,
ni acordarme del pasado,
ni poner las dos monedas
sobre ojos tan honrados.
Yo no quiero que me hable
de tu esencia el prelado,
ni tener que ver tu río
en el mar desembocado.
Yo no quiero que ese arco
se separe de tu lado,
ni el doloroso silencio
de un instrumento callado.
Madrid, invierno de 2012