Dedicada a Manuel Álvarez Machado
Ya ves, Manuel, aquí estamos,
oyendo sonar las campanas de la hora bruja,
una tras otra,
esperando a que ese amanecer,
el que está por llegar,
aquel que cabalga a lomos de una aurora preñada de juventud,
nos inunde de esperanza…
mientras tanto, seguiremos salmodiando viejos conjuros
que horaden entre sueños la oscura soledad de la noche…
Entrañable mirada.
Expresión triste.
Crudo verbo para el desnudo paisaje.
Tierno en el amor.
Crítico con la realidad injusta.
Enemigo de la violencia.
Se enfrentó a la muerte
con la poesía por arma.
Una guerra cruel
contra la esperanza de un pueblo,
le privó de ser feliz en una España diferente…
Su cuerpo yace lejos.
En una tierra que, de tan próxima,
no parece extraña.
Aunque extrañemos la lejanía de sus restos.
Su voz vive entre nosotros.
Sus versos aún despiertan compromiso por la vida.
Amor por la razón y amantes de la justicia.
Algunas tardes, sentado en un rincón del muelle,
con el rostro fijo, solo turbado por la brisa
y el fragor de mis pensamientos;
espero ver pasar a un marinero
con el torso desnudo.
Escaso de equipaje.
Que con mirada profunda otee el horizonte,
mientras aborda la nave,
“esa nave” que nunca ha de tornar.
Si pudiera dormir
arrullado por ondas suaves,
sobre un lecho de espuma,
soñaría
caballitos de mar salada
huyendo desbocados
de la lluvia.
Si pudiera cerrar los ojos
mecido por el viento
sobre la hoja de un árbol,
soñaría
corceles de noche negra
huyendo al galope
de la luz de luna.
Si me durmiera
en lecho de plumas
cubierto de seda,
soñaría
hombres de tez oscura
cabalgando hacia la vida
a lomos de la muerte.
Si el cansancio me venciera
cobijado entre cartones
bajo el dintel de un banco,
soñaría
hombres de tez clara
galopando hacia la muerte
a lomos de la vida.
Si yo pudiera soñar…
A mi padre
La realidad es un espejismo.
El presente es una ilusión.
Cómo saber qué y por qué.
En el recipiente de cristal,
donde yacen los recuerdos,
descansan también los sueños.
Ese recinto es mi fortaleza,
en él guardo mi ser,
tras él resisto, sin rendición posible,
el ataque del olvido,
niebla espesa que todo lo cubre.
Cómo tener la certeza
de quién y cuándo.
El presente es un espejismo.
La realidad una ilusión.
Sólo queda este refugio,
mi baluarte,
urdido con el lino,
trenzado con el esparto
de vivencias borrosas.
Tramado con los hilos
de tela de araña,
con que se atrapan los sueños.
No importa qué ni por qué.
No importa quién ni cuándo.
El presente es una ilusión,
La realidad un espejismo…
¿Quién soy?
¿Dónde estoy?
De repente quieres saber
que es lo que te espera,
cuando entre dos amigos,
tras una conversación,
frente a una cerveza,
la mariposa del deseo
se posa suavemente,
sobre los párpados entornados.
La realidad se diluye
entre volutas de humo azul
y ecos de significados insondables
divergiendo del presente.
Es un largo camino, muchacho…
Nadie sabe lo que te espera.
Federico vive
aquí desde siempre.
Amalgama de alpaca y bronce, sus versos
arañan la noche
como uñas de plata
las cuerdas hirsutas de la guitarra.
Hiriendo al silencio.
Hechizando al tiempo.
Lenguas de fuego
que bajan del cielo,
sobre las lágrimas de vírgenes tristes,
relumbran vibrantes.
Teas encendidas
que alumbran la senda
donde se sienten quejidos y ayes,
que solo entiende
quien anda entre sueños
con ojos sombríos,
por la vereda oculta que te lleva
al fondo del pozo
espejo azabache
en donde la luna se baña desnuda
las noches de mayo.
¡Qué no me digan más que está muerto!
¡Qué no me lo digan!
¡Qué aún no han dado las cinco de la tarde!
Fui a ver mi luz primera
en un pueblo manchego.
Trigales en barbecho.
Majuelo y sementera.
Crepúsculos eternos
en la dura meseta.
Hielo y frio de invierno
sobre los campos yermos.
Tórrido sol de estío,
paja y grano, la parva
reverberando en la era.
Primaveras y otoños
de flores y racimos
vienen de mi infancia.
Mi juventud
rumor de mar y arena,
y perfume de brea.
Horizontes azules,
salpicados de estelas.
En las noches de calma,
rielar de luna llena
sobre el agua
turquesa, casi negra,
cubierta de faroles
de las barcas de pesca.
En las noches de invierno
inquietantes,
bramidos tenebrosos.
Capaz de estremecer
al audaz marinero.
Hoy al cerrar los ojos
al caer la oscuridad,
agotado de ver
imágenes reales,
vuelven a mí
olores del pasado.
Guiso cociéndose
en fuego de sarmientos.
El color del paisaje,
la luz de la mañana
en el mar reflejándose.
Perfume de hogar
a ropa limpia y cariño.
Nostalgia de un ayer perdido.
Las palabras no se dejan dominar
Las palabras no se dejan dominar.
Su ritmo surge a impulsos
desde el recipiente que las contiene.
Esa pradera en la que pacen
salvajes, libres.
Creciendo, multiplicándose.
Cuando tratamos de amarrarlas
con intención de trasladarlas
a una realidad tangible,
se rebelan, patalean,
huyen y se disuelven
entremezclando formas y significados,
hasta mimetizarse en nuevas realidades.
Nuestro cercado queda vacío.
Entonces cae la oscuridad
y un sentimiento de derrota se hace evidente.