I

 

Abriendo el cuaderno lleno de ceniza.

El reflejo del ventanal

—¿Qué cojones haces despierto?

¿Qué?, siempre es buen momento para discutir contigo…

y me sonríe el muy cabrón.

Y qué te cuento

harto estoy de describirte las noches, pero los días siguen siendo aburridos.

Son como un viaje sin cruzar palabra alguna

un volver de vagones vacíos, un pasear por calles de historias incompletas

como la propia.

Una paz al cruzar el umbral

con ese silencio oscuro que te abraza

sin preguntar cómo ha ido.

qué te voy a contar que no sepas, cabrón.

 

 

I. Abriendo el cuaderno lleno de ceniza del libro A LA SOMBRA DE MI HUMO de Enrique Sandamil García Clic para tuitear

IV

 

De esos días de largas miradas en espejos.

De esos sin palabras, sin sonidos, sin hambre.

Las renuncias pasadas que suben a tus hombros,

diablos… incluso las acoges con cariño.

Lo increíble de ayer, deja paso a lo importante por hacer.

Las horas te comen, los pies pesan demasiado,

y las notas han dejado de animar.

La ducha se convierte en el mejor refugio,

38º grados de paz y minutos eternos.

¿Dónde está el fuego?,

quiero sentarme a creerme un poco más grande de lo que soy,

que la noche sea larga y me arrope.

Soy enorme, soy infinito.

Estoy hecho de mis mejores errores.

 

 

IV del libro A LA SOMBRA DE MI HUMO de Enrique Sandamil García Clic para tuitear

X

 

El cigarro de cancelar sabe tan bien como el de después,

es terriblemente bello.

El jazz mi mejor medicina.

Entre líneas y solos anda el juego.

No sé si el colchón será tan considerado,

es un poco cabrón

me retuerce con fuerza de madrugada

me trae con fuerza su recuerdo, no tiene compasión.

 

Acércame de nuevo ese licor

todavía estoy respirando.

Que suene de nuevo ese solo

si ella viene… que me encuentre esperando.

 

X de A LA SOMBRA DE MI HUMO de Enrique Sandamil García Clic para tuitear

XVIII

 

Mientras busco los últimos céntimos en la cartera,

me pongo a escribirla.

Espanto el humo y sujeto el papel,

aparco los proyectos y me poso resoplando.

Alzo la mirada y contemplo las luces de enfrente.

—Ahí no hay historias muchacho, vuelve a mirar.

Recuerdo a la chica de la parada

en una sola mirada, me hizo callar,

puso distancia con media sonrisa.

—Hoy no es tu día muchacho, vuelve a mirar.

¿Me cazó los temblores?

¿Acoso fue el caminar?

Quizás un saludo habría sido un buen negocio

pero esos ojos no hablaron más.

—Déjalo muchacho, hoy no encontrarás.

Supongo que la buscaré en el mismo sitio

y puede que mañana lo vuelva a intentar.

—Apaga la luz ya muchacho y deja de resoplar

no todos los días hay historias que contar.

 

XVIII del libro A LA SOMBRA DE MI HUMO de Enrique Sandamil García Clic para tuitear

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