SI TENGO QUE PEDÍRTELO, YA NO LO QUIERO

 

¿Cómo puedo saber si lo que estoy haciendo está bien o mal? Dímelo.

 

Si el miedo a haberme equivocado me aterra cada vez que me das un no por respuesta.

Una negativa a cualquier estupidez que te pueda proponer, o a una decisión importante, hace que me tiemblen hasta las pestañas.

Me quema el miedo pensado en la posibilidad de que algún día tenga que remontarme al de hoy, y sienta arrepentimiento por no haber mirado antes por mis ojos en lugar de haberlo hecho en el sentido de tus pupilas.

Demuéstrame que vale la pena. Que no me voy a lamentar por mis decisiones fundamentadas en la predilección que tengo hacia las tuyas.

Has conseguido enseñarme que la felicidad existe, ahora pruébame que se puede asentar. Ya sabes…“el que más tiene más quiere”. Demuéstrame que somos capaces de crear algo ligado a los dos. Algo con base en una adoración recíproca e interminable.

Algo con futuro, o mejor dicho, algo con vida.

Porque creo que no te has dado cuenta aún, de que ya somos futuro. Ese día de mañana del que tanto hablábamos cuando nos conocimos.

De que ya no existe un “ya se verá”, porque ya se está viendo. De que ya no estamos para pedir consejos, sino para darlos. De que ya no somos mañana; somos hoy.

 

Y te digo todo esto porque no me gusta vivir sin saber qué es lo que puede o no puede pasar. Me conoces mejor que nadie; necesito tenerlo todo bajo control.

Tampoco me agrada tener que arrepentirme de algo que pude haber evitado en su momento. Pero cuando eso pasa, no se me caen los anillos al decir que me equivoqué. Levanto la cabeza y vuelvo a ponerme las gafas, que en algún momento se me cayeron y mi miopía de nacimiento no me permitió darme cuenta de que estaba viendo una realidad diferente a la que era adecuada para mí.

 

Demuéstrame que vale la pena. Que no llegará el día en que tenga que meter en mi maleta todos los instantes blancos, negros, e incluso los grises, para irme a otro lado y volver a empezar de cero. No.

No quiero una cuenta de cero, porque de esas ya tuvimos bastantes. Y ahora que ya tenemos la cuenta en mil millones de segundos irrepetibles, no quiero que el cronómetro se pare.

Quiero construir, no destruir. No quiero un tú, ni un yo. Quiero un nosotros. No quiero tener que pedirte que antes de pensar por ti, pienses por los dos.

No quiero tener que pedirte nada.

Porque, como dijo la gran Frida Kahlo: “Si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero”.

 

 

SI TENGO QUE PEDÍRTELO, YA NO LO QUIERO del libro LA VIDA EN LETRAS de Ciara Giannetti Clic para tuitear

GAME OVER

 

Ha pasado mucho tiempo, pero por tu memoria se olvidó de pasar.

 

Todavía guardas la imagen de su sonrisa cuando lo veías reír. Qué feliz te hacía…

Porque esos pocos segundos que duraba su sonrisa para ti eran años. Años que te restaba, porque te hacía sentir niña de nuevo.

No entendías por qué, pero cuando estabas con él sacabas tu lado más infantil. Erais cómo Peter Pan y Campanilla. Él te proponía algo y tú le seguías el juego. Sin dudarlo un sólo momento, te atrapaba con su capacidad de convicción, o quizás era su picardía lo que te atrapaba… pero os lo pasabais tan bien jugando a ser dos niños…

Y es que, realmente eso es lo que erais, dos niños. Niños que empezaron jugando y acabaron enamorándose sin saber cómo ni el momento exacto en el que ocurrió.

El que inventó el dicho: “el que juega con fuego se acaba quemando” nunca lo vio tan claro con vosotros dos.

Lástima que llegara el momento de dejar de jugar a ser niños. De querer innovar, y jugar a ser mayores. De tener responsabilidades y sentirse uno atado al otro, porque ese fue el momento en el que le saltó el letrerito de “game over” a la relación.

Y se acabó la partida.

Te quedaste sin monedas para poder seguir jugando.

 

 

GAME OVER del libro LA VIDA EN LETRAS de Ciara Giannetti Clic para tuitear

NADA ES CASUALIDAD

 

En esta vida, nada de lo que nos sucede es por casualidad. Lo creamos o no, todo guarda relación con alguna otra cosa.

 

Desafortunadamente, las casualidades no existen, porque las oportunidades y los momentos los buscamos nosotros mismos. Pero no confundamos casualidad con suerte. No es lo mismo una circunstancia casual que ser una persona con suerte.

 

Nada ni nadie llega a nuestra vida por casualidad. Si llega, es porque tenía que llegar. De una forma u otra, guarda relación con algo que hemos buscado o con lo que no hemos logrado tropezar.

 

La casualidad es para la gente que busca excusas, esa misma gente que piensa que alguien ha escrito su destino y así debe ser. No, cada uno decidimos nuestro destino de la forma en que mejor nos parece, y todo lo que hagamos, de manera premeditada o vehemente, está vinculado a algo mejor o peor.

 

Los hay que entran en nuestra vida en el momento más inesperado, pero a la vez, el más perfecto. Como si hubiesen esperado para aparecer por sorpresa, pero una sorpresa que no te descoloca, sino que hace que todo tu mundo encaje de un modo que ni siquiera te habías planteado. Llegan así, sin avisar, de la nada. Una nada que probablemente se nos convierta en todo. Llegan para hacernos ver lo que teníamos justo al lado, para quitarnos el filtro que no permitía que apreciáramos que las cosas pueden suceder por buenas razones.

 

Todo lo que aparece en nuestra vida, tiene un motivo, una razón. Todo llega con la intención única de que vivamos algo único; con la respuesta a la pregunta que probablemente algún día nos hicimos, y nunca supimos contestar. Todo llega con un objetivo muy claro y un fundamento que muchas veces nos resulta difícil de entender. Pero que a la larga, sabremos por qué pasó y por qué no debió dejar de pasar.

 

Todo lo que aparece en nuestra vida, llega para enseñarnos, y muchas veces llega de la mano de alguien único en su forma de hacerlo. Sí, es verdad que muchas veces esas cosas o personas llegan de golpe para hacernos cambiar. Para rectificar la ruta que habíamos marcado en nuestro mapa y empezar una nueva que nos lleve a un sitio mejor. A un sitio en el que ni tú mismo te reconozcas al verte, pero te gustará lo que ves, te lo aseguro.

Las cosas llegan a nuestra vida porque es el momento en que tienen que llegar. No tanto porque “tuvieran que llegar” sino porque necesitábamos que llegaran.

Y aunque las esperemos o no, todo lo que llega guarda relación con algo más.

Y no precisamente con la casualidad.

 

NADA ES CASUALIDAD de LA VIDA EN LETRAS de Ciara Giannetti Clic para tuitear

AL MENOS UNA VIDA MÁS

 

Y si pudiera darte más vida, te la daba. A sabiendas de que yo no podría disfrutarte por completo, pero con la tranquilidad de saber que alguien disfrutará de esa maravilla que compones, al menos una vida más.

 

AL MENOS UNA VIDA MÁS del libro LA VIDA EN LETRAS de Ciara Giannetti Clic para tuitear

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