La gata que inventó los tejados

 

No estoy muerta

no eches flores al llorar en mi tumba.

Soy el brillo de diamante de la nieve.

La gata que inventó los tejados

el despegue violento de los impulsos suaves

a la que se le caen las sutiles alegorías cuando paga al comprar tabaco.

En mi tumba no te detengas a llorar así,

allí no estoy.

 

La gata que inventó los tejados del libro LA GATA QUE INVENTÓ LOS TEJADOS de BLANCA SARASA PLAZA Clic para tuitear

 

Regurgitar en aguas de caimanes

 

La soledad es impune al tiempo,

viene sola,

regurgita en aguas de caimanes

y se crece como una femme fatale tras sus conquistas.

Es una orquesta que toca sin sonido y es aplaudida por labios que creen escuchar.

 

Me veo frente al vacío,

en una telaraña que he tejido yo misma desde hace mucho.

Viviendo en un mundo de besos por contrato sabor a nostalgia de otros y sin garantía.

 

Hay una agencia de prófugos solubles al abandono,

una vez la encontré,

pero eso,

eso aún te marchitaba antes.

 

Si es duro preguntarse un cómo, imagínate responderse.

Sería como disparar el gatillo, y yo me he quedado sin balas.

 

 

 

Regurgitar en aguas de caimanes del libro LA GATA QUE INVENTÓ LOS TEJADOS de BLANCA SARASA PLAZA Clic para tuitear

 

 

Persona incompleta

 

En las jaulas aprendí las ganas de dejar la habitación.

Suena turbio, lo sé, quizá incluso tenebroso estilo Chéjov o Dostoyevski,

esos escritores rusos que alternaban la borrachera con la tristeza,

o la mezclaban a partes iguales y tragaban historias llenas de magia de las que ya no existen.

 

Quizá sea porque para escribir se necesita penumbra hostil, aunque yo siento la mayor soledad.

 

Soledad de las soledades y soy una cateta intento de poeta que no llega ni a someter al papel a un verso.

 

Si algo tengo claro es que lo peor de la soledad es no tener a nadie a quien contársela.

 

Creo que soy algo así como un puzle difícil de encajar

que se carcome poco a poco y despierta cada vez más demente alimentándose de sí mismo.

 

La otra mitad del puzle se encuentra en la jaula que dejé cuando decidí salir a volar

 

saltando al vacío

 

sin paracaídas.

 

 

Persona incompleta del libro LA GATA QUE INVENTÓ LOS TEJADOS de BLANCA SARASA PLAZA Clic para tuitear

Arder-Ego

 

Los principios y la fe se prostituyeron hasta que se decide quemarlos a decisión del pueblo en una hoguera en la plaza mayor.

 

Cuando no es visto, el verdugo mezcla la madera, ya mojada, con alcohol

con propósito de emborrachar a la tristeza

y que se ponga hasta arriba y sea menos doloroso el proceso.

 

En la masacre, una muchedumbre enfurecida gritaba: “más fuego, queremos más y más fuego”.

 

Destruían los pilares que construyeron el mundo en pos de la recesión de la ética y la razón para beberse de trago la sangre de sus antecesores y ponerse hasta el culo.

 

Cuando todo ardió,

la borrachera podía disimular la tristeza

pero no el cansancio.

 

Y todos, como por inercia, se creían libres, esperaron a la resaca y al apocalipsis de la virtud.

 

Y así, mientras la espera, siguieron bailando, bailando y bailando.

 

Arder-Ego del libro LA GATA QUE INVENTÓ LOS TEJADOS de BLANCA SARASA PLAZA Clic para tuitear

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