escritor

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Cap.5: Los versos de ayer son como espigas olvidadas

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Los versos de ayer
son como espigas olvidadas.

Un abrazo
como el de un bosque en llamas
cruzó tu puerta sellada,
y un mar más oscuro que tus lágrimas
atravesó el espejo de tu alma,
entonces podías ver como el amor
movía la música ciega de la lluvia
lentamente…

Tumbas vacías,
y nubes desconocidas
desfilaban por mi memoria
en busca de un templo mayor,

y el silencio se abrió paso
dentro de mi canto fallido
sin saber cómo hemos aprendido
las palabras justas.

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Cap.8: Poema para un niño muerto.

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Poema para un niño muerto.

Ahora la inocencia
de la sagrada flor
quiere volver a nacer en el mundo.

Quiere crecer
sin contar con la historia,
ni con los nombres
más bellos jamás inventados.

Quiere crecer sin estar pendiente
del día y de la noche,

sin ser vigilada por el poeta,
el soldado, o la muerte.

La flor, la inocente flor
debe renovar el aroma de la vida
incesantemente…

y al mismo tiempo tocar tu
cálida mano.

¡Tú!, ¡alma del silencio!,
¡no debes
esperar a los fríos labios de la noche!

Una pequeña llama se extiende
por las desnudas ramas
del árbol solitario,
pero es suficiente
para ver el cielo iluminado.

¡Crece!,
¡y corre de nuevo
hacia la bendita
luz de la creación y los días!

¡Crece libremente!

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Cap.11: Roman Radik cree estar muerto

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Roman Radik cree estar muerto,
mientras espera ver
con sus propios ojos
su propio entierro,
gente conocida,
algunas lágrimas,
a su ansiada familia…

¡Nadie aparece en su entierro!,
¡nada ocurre!,
y no se oye decir ninguna palabra bella,
salvo la del cura
católico…

(Nadie conoce su biografía)

El cuerpo de Roman Radik
es transportado
en un ataúd
pesado de madera.

El cuerpo de Roman Radik
parece estar condenado
desde el mismo momento
que abandono su hogar
para luchar
en esta maldita guerra…

¡Ni en el cielo ni en la tierra
aparecen amigos para saludarle!

y no se oye decir a Dios,
como Él pensaba siempre
¡camarada sé fuerte!,
¡levántate!

Y El Gran Crimen llegó y se extendió
como un arma de destrucción.
Armenios no vieron el sol en millones
de años, y las galaxias empequeñecieron
convirtiéndose en polvo de exhumación.

Un millón y medio,
y dos millones de personas,
almas reducidas a la nada,
sin ninguna respuesta y explicación.

Soy un óvalo que nunca
crecerá en un suelo arado y firme.
Una raíz dormida que vivirá
en la caja de especias
de la tierra muerta.
La brutalidad se instala en la inconsciencia
de un mundo impersonal y agónico,
de un mundo inalcanzable para la razón,
irrecuperable para la fe y la religión.

Preguntar al Oscuro,
el dará la última lección de tinieblas
en las pizarras del bello sol oriental,
para ello no elegirá a ninguna víctima
sino a una sola alma y a una sola ciudad.

La masacre tiene sus acordes y ritmos
establecidos con exactitud,
en este baile secreto de la muerte
en este demiurgo asesino…

Las deportaciones se llevaron a cabo
en condiciones extremas,
los destinos estaban atascados en el desierto rojo,
los deportados como jinetes hambrientos
buscaban algún paraíso del recuerdo
en este paisaje en negro y sin ojos.

Yo he agotado todos los eclipses
de mis lágrimas de bronce.
La luz pura del amor
se abrirá a los márgenes infinitos.

Yo he abandonado mis paisajes interiores
de Marte para tomar como recuerdo
de tu aliento, de mi corona perenne,
el rojo de tu sangre,
el carmín desgastado de la muerte.

Aun así no he terminado de sembrar
mis flechas doradas,
mis versos huérfanos
en los campos torturados del viento…

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