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Reseña: Textos y contextos (Boletín Universidad Carlos III)

Textos y contextos

Boletín
bibliográfico

ISSN 2254-1128

Año 1, núm. 4

OCTUBRE – DICIEMBRE 2012

DIRECTOR: JUAN JOSÉ TAMAYO

COORDINADOR: EDGARDO RODRÍGUEZ GÓMEZ

CÁTEDRA DE TEOLOGÍA Y CIENCIAS DE LAS RELIGIONES “IGNACIO ELLACURÍA”

UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID

 

En la breve reseña de la contraportada del poemario Palabras para este tiempo de Antonio Gil de Zúñiga se hace referencia a la definición de poesía de Antonio Machado como ―palabra esencial en el tiempo-. Definición que late en todos y cada uno de los 74 poemas que configuran este libro, sobriamente editado por Poesía eres tú y con una portada llamativamente simbólica. Si una imagen compendia mil palabras, ésta, sin duda, lo cumple a la perfección.

Cuando Machado dice que la poesía es “palabra”, nuestro autor ha elegido una palabra sencilla, sobria, sin artificios literarios; yo diría que los imprescindibles para resaltar así más el contenido y que éste no quedara oscurecido por el ropaje de los recursos expresivos literarios.

El filósofo alemán Theodor W. Adorno dijo, con algunos matices, que no se podía escribir poesía después de Auschwitz. Palabras para este tiempo nos viene a decir que la palabra poética es, siguiendo con la definición machadiana, palabra “esencial en el tiempo”, o lo que es lo mismo, una palabra necesaria e imprescindible para alzar la voz contra los desajustes y marginaciones que nuestra sociedad, los poderosos civiles o religiosos, imponen a veces con gran violencia. Testigo de ello son los poemas Mujer (“Tú, mujer,/ que has vivido o vives/… en el silencio frío/ del desprecio./ Hasta Roma,/ donde habita la mirada torva,/… siglos tras siglos te ignora); Broker (“No sé lo que significa,/ ni me importa./ Sí sé qué hace/ y quién es su dueño./… sanguijuelas sin piedad,/ la sangre Abel es su alimento;/… la pobreza de los demás, su granero); Romance de tinieblas (“En las tierras machadianas,/… han maniatado al juez,/ y suelta está la alimaña”); Crisis, El grito, Si quieres la paz

Poemas, es decir, una palabra de este tiempo y para este tiempo. Versos de denuncia de unos tiempos de “penuria”, como ya escribió Hölderlin, pero abiertos a un horizonte de esperanza, como la del soneto La pequeña esperan-za, recordando a Charles Pèguy y a Ernst Bloch, pues la esperanza es “Vacuna fiel contra la pesadilla/ de la injusticia y la pobreza. Palma/ en el desierto. Una aurora que brilla”; o el poema-cierre Palabras para Claudia (“Cuando la nieve aparezca en tus laderas/ y el vacío socave tus cimientos,/ mira la azul ventana de estrellas”).

 

No es una tarea fácil caminar por la senda de esperanza, porque siempre hay alguien, como “los ahumados levitas” del poema Parábola de la existencia que, apostados a la vera del camino y “con la moral en sus manos”, te agobian con “su cansino no goces, no ames, no pienses”. Toda su filosofía se encierra y concluye en que “la vida verdadera/ se curte con el llanto y la tristeza”. Pero hay también hombres y mujeres, según concluye el poema citado, que, personificados en el poeta, te señalan un camino nuevo de esperanza, pues “te indica la senda del alba/… Goza y ama, te dice,/ y haz lo que quieras”.

 

Este poemario habla también con pasión del horizonte abierto a la trascendencia, que se nos presenta como un anhelo inevitable y necesario del existir humano. Pero la existencia del ser humano es un camino con abundantes y casi interminables curvas, sembrando la zozobra, la inseguridad y las preguntas incómodas.

 

En el poema de estructura dialogada En la última curva, y haciéndose eco de un texto de John Hick (The Rainbow of Faiths Critical Dialo-gues on Religious Pluralism), plantea en todo su dramatismo todas estas cuestiones, si bien, como expresa la última estrofa, ―En la última curva/ hay una ventana abierta/ a la Trascendencia”.

 

La certeza y la seguridad no tiene nada que ver con la creencia, que implica “pelear con la duda”, según el poema del mismo título, dedicado a John H. Newman, cardenal, homosexual y hombre de fe. Aquí las preguntas son incómodas y casi interminables. Se hace presente la teodicea en toda su crudeza: ―¿No hay trigales para África o la India/ y tantos pueblos con roedores en sus entrañas?”; mientras tanto la trascendencia se percibe sin “respuesta meridiana”; o lo que es lo mismo, Dios se convierte en un denso e impenetrable silencio. Sin embargo, el poema concluye que hay elementos en ese caminar incierto que nos remite a la firmeza trascendente: “mira acodado en la ventana/ la belleza del relámpago/… la tibia luz de la esperanza/ de hombre y mujeres/ que luchan, consuelan y abrazan”.

En Palabras para este tiempo no podía faltar un núcleo de poemas líricos que evidencian las galerías íntimas de nuestro autor; su biografía más recóndita. Desde los entrañables recuerdos expresados en Primeros tiempos (poema de la portada): “Tiempos de oropéndolas tristes/ sin apenas sonrisa de niño/ en foto de blanco y negro”, hasta las vivencias envueltas en un amor compartido de su compañera: ―vas conmigo, vamos juntos/ envueltos en la luz de la alborada” (Compañera, cuenta conmigo), a sabiendas de que la “noche galopa/ en una sombría yegua/ pero aún oímos el canto/ de la alondra mañanera” (Largo camino).

 

Ahí están las entrañables vivencias ante unos acontecimientos llamativos como el nacimiento de sus nietos (La “nacencia”, Nueva luz en septiembre, Espera anhelante) y otros más cotidianos, pero no menos intensos como el de los poema Conversación, Elegía anónima, Fonética infantil, Tesoro…

 

En Palabras para este tiempo están presentes, bien armonizados, los tres lenguajes que podemos considerar, siguiendo a M. Heidegger, como los lenguajes ónticos del ser humano. Me refiero al lenguaje filosófico, teológi-o y poético. Éste último se da por descontado.

 

Hay poemas abiertamente filosóficos (Todo fluye, El tiempo y su misterio, Ser y tiempo (dedicado al profesor Aranguren), Parábola de la existencia…); otros reflejan una honda preocupación teológica, religiosa desde una perspectiva liberadora (Salmo de primavera, Salmo de invierno, La intemperie…).

 

¿Esto quiere decir que Palabras para este tiempo exige un lector experto y entendido en estos lenguajes? Es posible que en algún momento así sea, pero cada verso puede tener un sonido acomodaticio al oído de cada lector, que, sin duda, disfrutará de esta ópera prima poética.

 

Antonio Rejas

Revista ACUA – Septiembre Octubre 2012

Palabras para este tiempo es un libro de poemas de Antonio Gil de Zúniga. profesor ya jubilado de Literatura en el Instituto Calatalifa de nuestra localidad.

En los varios poemas que lo componen, Gil de Zúñiga nos muestra su mundo interior, romo hacen todos os poetas, sus inquietudes, sus destos. pero también nos habla del mundo que le rodea, nos muestra a su familia y tiene poemas cargados de ternura dedicados a sus nietos, a la esperanza que aportan sus ruevas vidas. Lo cotidiano adquiere forma de poema: sus paseos por el campo, sus encuentros con los viejos del lugar, su pueblo en fiestas. También está presente la actualidad política y social, el deterioro de la Justicia, la corrupción y echa en falta un cierto nivel ético en algunos de nuestros dirigentes, pero lambién hay poemas que nos hacen reflexionar, que nos hablan del hombre como ser transcendente y del otro que está muy presente y que es el complemento de la soledad que nos acompaña, el que la hace llevadera. La soledad del hombre se ve mitigada por la amistad y por el don de la palabra.

Nos habla de la soledad acompañada y también de esa edad a la que denominamos vejez en la que se juntan el pasado, el presente y también el futuro.

La lectura de sus poemas nos trae el recuerdo de Antonio Machado. A los dos les interesan temas filosóficos en os que se habla de la trascendencia y del devenir del ser humano, y los dos saben valorar la gran importancia do la palabra. No en vano ésta forma parte del titulo de este poemario En algún poema la palabra deja paso al canto de un ruiseñor. La palabra es lo opuesto a la guerra y la paz se consigue gracias a la palabra. Este es su mensaje humanístico. Por eso en sus poemas hace uso de la palabra y habla al hombre, al arroyo, a sus seres queridos, a los viejos que pasean por los caminos cargados de años soledad y sabiduría, al agua de una buenamente…

Pero no nos engañemos: por muy valiosa que sea la palabra, ésta se convierte en un veneno si se la utiliza mal. Por eso tenemos que despojarnos de nuestro egoísmo y tener en cuenta al otro.

Hay catorce sonetos, algunos dedicados a Isabel, su mujer y compañera, a Collioure, localidad francesa donde se encuen-tra la tumba de Antonio Machado, a una sabina centenaria, a las rosas que nacen en diciembre, al silencio «que no es ausencia de palabra», a la aurora que nos trae la luz; otro soneto se convierte en un salmo que le sirve para hablar cor Dios.

Se pueden destacar algunos poemas como Granada que versa sobre la tumba de Federico García Lorca; Función fática donde la sencillez se alia con la ternura y nos arranca una sonrisa: Collioure. soneto escrito junto a la tumba de Antonio Machado y cuya lectura deja un poso de tristeza; Primeros tiempos, poema que destila nostalgia por el tiempo que ya ha pasado y que ha dejado restos de melancolía; Mala educación, que es una critica a la forma actual de hacer política basada en el In-sulto y la descalificación simplona del adversario.

En total son 74 poemas cargados de musicalidad y ritmo, llenos de deseos de paz, amor y amistad, frutos del pensar y del sentir generoso de Antonio Gil de Zúñiga.