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Poesía del libro RASTREANDO TU NOMBRE  de ANTONIO DÍAZ TORTAJADA. El escritor nos da una muestra tras publicar un libro.

Rastreando tu nombre. Antonio Díaz TortajadaPoesía del libro RASTREANDO TU NOMBRE de ANTONIO DÍAZ TORTAJADA . El poeta nos da una muestra tras publicar un libro.

Poesía del libro RASTREANDO TU NOMBRE de ANTONIO DÍAZ TORTAJADA. El autor nos da una muestra tras publicar un libro.

Poesía del libro RASTREANDO TU NOMBRE de ANTONIO DÍAZ TORTAJADA. El autor nos da una muestra tras publicar un libro.

Poesía del libro RASTREANDO TU NOMBRE de ANTONIO DÍAZ TORTAJADA . El autor nos da una muestra tras publicar un libro.

I

 

La historia de mi girasol de lejos viene

y a las lejanía se encamina.

Procedo de una nube inmensa que envuelve toda la tierra;

formo parte de la inconsútil tela de tu siervo

toda ella tejida de obediencias y resistencias,

de sumisiones y revueltas,

de huidas y persecuciones,

de iniciativas tuyas y de evasiones mías

y así Tú me ves tejiendo de derecha a izquierda,

de arriba abajo, con una casi infinita paciencia

por los innúmeros caminos

de la urdimbre y de la trama tu palabra y nuestra respuesta,

tu tiempo y el nuestro van tejiendo

la milenaria historia de tu siervo.

Y así nos vas llevando, maestro de paciencia,

artista consumado,

a ser tu comensal en tu mesa con tu siervos,

hermanos de nuestro caminar hacia tu Reino.

De lejos nos viene la cuenta de estos girasoles,

testigos de la atracción de tu llamada,

signos señeros de tu acción en el tiempo.

El pueblo que primero miraste

y éste en el que definitivamente te fijaste

tienen una historia semejante de amor y de infidelidades.

Hombres simples, ansiosos de ser grandes,

llenos de necesidades elementales

menesterosos y pobres, que necesitan servirse de todo

por ver si alcanzan ser importantes.

Niños grandes con manos gigantes habituados a tomarlo todo

para que nada les falte;

encerrados en los límites de sus cuerpos,

de sus casas y de sus campos,

y teniendo por una mortal trampa

salirse de sus intereses humanos.

Sí, necesitan pan, cebollas y ajos;

verse hartos con cosas de aquí abajo,

llenos sus vientres, repletas sus manos,

reconocido su pueblo, su nombre honrado.

¿Qué más natural y ordinario

que querer ser honradamente humanos

como el común de las gentes?

Así eran ellos, dedicados a su quehacer diario,

gerentes de sus propios intereses

y sospechando de toda intromisión celeste.

No eran amigos de ideales transcendentales

que escapan a su control inmediato.

Ser alguien entre sus iguales,

simplemente hombres entre los hombres.

Las cosas que se pesan y se miden

la dura tierra que se rotura, se labra y se cultiva,

la que se conquista y se defiende al precio de la misma vida,

la querencia de una casa, el cercado de una viña,

el templo en lo alto de una colina,

la sombra fresca de una parra

o los frutos carnosos de la higuera,

la felicidad de ser y morirse llenos de años y de bienes

eran todos sus intereses.

Aborrecía ser diferentes.

Pero Tú los miraste, te fijaste en ellos, los llamaste,

y desde entonces su historia corre la misma suerte

que contigo sus relaciones.

Ya no hay parra, ni casa, ni tierra, ni viñas, ni colinas;

un huracán perpetuo sacude todas sus vidas

y van como las hojas en ventolera,

de ciudad en ciudad, de un mar a otro mar,

de una tierra a otra buscando siempre lo que no encontrarán,

una en la que estar en paz, siendo un pueblo como los demás

y donde termine su largo peregrinar.

De dura cerviz los llamaste,

hechos a los inmediato y a lo simple,

de mente estrecha y corazón de piedra,

apegados, a pesar de todo, a la tierra

de la que reciben abrojos y desdichas

ansiando desesperadamente

un incondicional protector en ella.

Esta es su trampa más solapada,

la fuente primaria de sus desgracias,

tomar la ilusión humana por la esperanza

en su corazón sembrada.

La tragedia más cruel se esconde en esa tierra

que mana leche y miel.

El brillo maravilloso del signo les ha hecho olvidar el significado

y todo ha quedado emponzoñado.

Pero con todo, puede más la fuerza de tu palabra que llama,

el poder de tu amorosa mirada reposada

sobre la raza de Abrahán,

que todo el peso de su egoísmo miope.

Donde quiera que vayan llevan tu marca

grabada al fuego en la carne de su raza.

Ella es para siempre su gloria y su ignominia.

Ellos son los heraldos de tus promesas

a toda la comunidad humana.

Tú eres para siempre el vigilante fiel.

Antes parecerás que los olvides.

Antes morirían que pudieran desdecirse

que con un amor infinito los amaste,

los creaste, los llamaste

a llevar por el mundo entero en un señero estandarte,

la gloria inmarcesible de tu nombre.

Lucharán por no ser desbordados,

expoliados, desbancados, llevados

más allá del control que tienen sobre sí mismos.

Y solo de un pequeño resto alcanzarás tu objetivo,

pero todos ellos ya en la órbita de tus girasoles

entre huidas y reconciliaciones,

entre resistencias y obediencias,

son definitivamente tu pueblo santo.

Querían un baluarte para defenderse,

y Tú les dabas fe para que no temiesen.

Buscaban una ciudad permanente

y Tú les dabas la Buena Nueva para todas las gentes.

Pedían tus bendiciones y Tú les recordabas tus pretensiones.

Querían un reino como sus vecinos

y Tú les entregabas un báculo de peregrino.

Te querían para sí solos y les decías que eres para todos.

Deseaban llevarte consigo, y se resistían a ir contigo.

No podían vivir sin ti, y contigo se sentían morir.

Tú eras toda su luz y todo su calor,

pero ciegas y quemas como el sol.

Lejos de ti sus vidas se hielan, y tu cercanía les quema.

¿A qué exacta distancia de ti podrán desarrollarse sus vidas?

¿Cuál será la medianía sagrada entre el todo y la nada,

entre el hielo y el fuego, donde sus vidas hallen sosiego?

¿Dónde de ese pondrán que no se hielen?

¿Dónde los pondrás para que no lo quemes?

¿Cómo mantendrán sus raíces en la tierra

fieles a su vocación en ella

y su corola correrá serena el curso amoroso del sol,

lejano e íntimo, más fuerte que la misma muerte,

más inevitable que el mismo amor?

¿Cómo podrán equilibrar su ser de hombres

entre los hombres

y el nuevo destino que les impones?

¡Cuánto le cuesta al hombre situarse

en la distancia focal de tu nombre!

¡Qué larga serie de ciegos tanteos,

de caminos falsos, de rodeos,

de cansancios y de exasperaciones!

¡Quien tuviera más suerte que Jonás

huyendo a los últimos confines del mar!

¡Quién tuviera más suerte que Job

y te pudiera definitivamente olvidar!

Quedaríamos tranquilos en la tierra,

simplemente nacidos y vueltos a ella,

felices gusanos humanos,

sin sentir el escarnio de la gente:

¿Dónde está el que la mano os tiende,

dónde el que os ha hablado,

dónde el que invocado no responde

dónde el que decía os ha salvado?

 

 

Poema I de Rastrando tu nombre de Antonio Díaz Tortajada Clic para tuitear

XIX

 

A veces hasta la diminuta fosforescencia de un gusano,

de una luciérnaga, puede ser referencia cierta;

otras veces el sol esplendente en el horizonte ciega

y deja sin señalar el norte.

Estas cosas tuyas no se conquistan,

escapan a todos los esfuerzos y premisas.

Sin saber cuándo, llegan cuando llegan.

Están situados en otra línea donde conviven hermanadas

la necesidad y la gracia.

Unos se ciegan y otros se iluminan,

se reciben, no se conquistan.

No son botín de piratas, sino dádiva;

no son presa de codiciosos, sino regalo amoroso,

no son ganancia, sino gracia.

La codicia humana no las alcanza.

Aquí la debilidad humana es la mayor fuerza.

La indigencia la condición primera.

No se puede amar de potencia a potencia.

Lo aborrece la misma naturaleza.

El que se obstine en la contienda

que renuncie a la suerte más bella.

XIX del libro Rastrenado tu nombre de Antonio Díaz Tortajada Clic para tuitear

Poesía del libro RASTREANDO TU NOMBRE  de ANTONIO DÍAZ TORTAJADA. El escritor nos da una muestra tras publicar un libro.

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Poesía del libro Rastreando tu nombre de Antonio Díaz Tortajada
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Poemas incluidos en el libro de poesía Rastreando tu nombre de Antonio Díaz Tortajada. Publicado en la Editorial Poesía eres tú en el año 2018.
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