Dice el Banco de España que este 2013 va a ser malo de cojones y que el 2014 va a ser todavía peor: algo así como el apocalipsis.
El PP, que gobierna a base de metafísica, sigue insistiendo en que existe un más allá mejor y que si no es 2014, pues será 2015, pero que algún día, guiados por Moisés Rajoy, dejaremos atrás el desierto de la crisis y llegaremos a la tierra prometida: un minijob y un piso en alquiler.
Con unas previsiones económicas que apuntan a que el año que viene casi un tercio de la población estará en paro y habrá más de dos millones de familias viviendo bajo el umbral de la pobreza, andar dándole vueltas a si el escrache es legal o no es una tomadura de pelo. El escrache son pedorretas, juegos de niños -la prueba es que la justicia no interviene- comparado con lo que de verdad debería de estar pasando. Dicho de otro modo: los políticos del PP deberían de dar gracias a su Dios de que sólo van a sus casas a abuchearlos y a no a prenderlas fuego con ellos dentro. Y lo saben. Lo que ocurre, supongo, es que criminalizando la protesta de su raíz más ingenua tratan de abortar que vaya a mayores.
En cualquier caso, comparar estas protestas con la Kale Borroka, con ETA, etcétera es, directamente, de gilipollas. Cuando un proetarra de verdad iba a tu casa a señalarte, había posibilidades reales de que acabaras muerto. Aquí, de momento, no se ha matado a nadie. Sólo se señala -y es lo menos que se puede hacer- a quienes tienen el poder para cambiar la situación desde la legalidad y no lo hacen porque están muy cómodos en su poltrona votando lo que manda el Presidente. Pues mire, lo siento, si su hijo se asusta explíquele usted por qué toda esa gente está a la puerta de su casa gritando. Trate de contarle por qué, pudiendo hacer algo por mejorar la vida de sus conciudadanos, no lo hace. Cuéntele a costa de qué y de quiénes mantiene usted su empleo y su envidiable cuenta corriente. Y luego, vaya a confesarse.
He hablado, en las últimas semanas, con gente fanáticamente demócrata que está, sin embargo, convencida de que la crisis no dará un giro hasta que no corra la sangre. Que es imposible que un pueblo como el español -en realidad, ninguno- aguante no ya tanta miseria y tanta desesperación, sino, sobre todo, tanta chulería en quienes nos gobiernan. Aquel grito de «que se jodan» se nos clavó a muchos en el corazón de la memoria, donde guardamos los siglos de humillación y desprecio.
Así que lo siento, pero no. Me niego a ponerme la máscara de ecuánime hombre racional, de respetuoso ciudadano. Por lo que a mi respecta, el escrache no sólo es entendible, sino que, siendo sincero, me parece lo menos que puede pasar cuando millones de familias han sido arrojadas a la calle, cuando hay seis millones de parados y subiendo, cuando hemos visto cómo se rescatan bancos a costa de recortar en Sanidad, Educación y Dependencia y cuando tenemos que soportar, cada día, a los periódicos y telediarios informándonos de cómo cuatro hijos de puta se hicieron ricos a costa de nuestro sufrimiento.
No se trata de que lo justifique o no, de que esté bien o no, se trata de que es irremediable y lógico. De que es lo menos que podía pasar.
Así que escrachen ustedes todo lo que quieran. Y que el Gobierno siga llorando en los telediarios.