Aburrimiento literario

Aburrimiento. De los blogs «Sávame deluxe» del mundillo literario. Aburrimiento. De las novelas negras, rojas, azules, amarillas. Aburrimiento. De críticas que aplauden un libro porque «te dice lo que quieres leer como lo quieres leer». Aburrimiento de la gente que «retrocede indignada apenas se la invita a conocer un territorio extragenérico, batirse con una lengua y una acción que responden a un sistema narrativo que no nace de los libros sino de largas lecciones de abismo». Aburrimiento. De los que escriben para vender o para no vender o para que los aplaudan (decía Machado:
No me aplaudáis. Cuando el eco
de vuestro aplauso resuena
me voy poniendo tan hueco,
que vuestro aplauso… me llena.
y no le faltaba razón).
Aburrimiento. De querer convertir la vida en una competición, en un ilimitado campo de batalla. Aburrimiento. De los que quieren un coto privado, una comunidad de ventas, una literatura parcelada y bien repartida. Aburrimiento. De la crítica oficial  de la contracrítica oficiosa, de los habladores del sistema, de los vendidos a las editoriales, de los reformistas de la nada, de los talibanes de la presentación-nudo-desenlace, de los fanáticos de «todo lo nuevo es bueno». Aburrimiento. De los que perdonan libros pésimamente escritos porque la estructura es «novedosa» (true history). Aburrimiento (y me repito) de tanta metaliteratura, de tan poco libro, de tanto perseguir la estatua que creemos merecernos, de tanto gregario con ínfulas, de tanto capitán supuesto y pretencioso. 
Aburrimiento. 
Mucho aburrimiento. 

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