Patriotismo y dinero

En 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial, las organizaciones internacionalistas obreras pretendieron una ruptura de las fronteras basadas en el Estado Nación y un fin del conflicto mediante la solidaridad obrera, entendiendo que la guerra era una guerra de unos capitalistas contra otros en las que los obreros eran sólo carne de cañón. Por supuesto, fracasaron. El patriotismo, anclado en el corazón de las clases bajas, propagó el odio al «enemigo» patrio y acabó con cualquier posibilidad de solidaridad obrera. Mientras, las clases altas de países no beligerantes, como las de España hacían su agosto vendiendo materias primas a los países en guerra, aun a pesar de que la población nacional se muriese de hambre, debido a la inflación.
Hoy, mientras los pobres siguen (seguimos) con el patriotismo amurallándonos la razón, los ricos (el último caso ha sido Caltrava) cogen su dinero y corren a guardarlo en Suiza, en Luxemburgo o en las Islas Seychelles. 
Nos dicen: boicot a los productos alemanes, mientras ellos ponen a salvo su riqueza comprando títulos de ese país. Nos dicen: hay que trabajar más y cobrar menos, mientras ellos reducen el PIB del país (su peso) sacando dinero a espuertas hacia paraísos fiscales (con el consiguiente daño a las arcas del Estado, que reciben menos impuestos). Nos dicen: hay que ser patriota, mientras, como hace un siglo, llenan sus bolsillos a costa del hambre del país. 
Aunque soy un materialista convencido, empiezo a pensar que no habrá revolución hasta que no se cree una nueva metafísica, una nueva mitología que sustituya la vieja idea de la patria (y la atrofia que causa) por una nueva, sea ésta la de solidaridad, la de misericordia o, simplemente, la de sentido común. 
Hasta entonces, seguiremos siendo un país de pobres tontos y de ricos listos. Todos, eso sí, muy patriotas. 

Tags: No tags