Onetti y Hammett

Terminé el domingo de leer «Tierra de nadie» de Juan Carlos Onetti y ayer comencé a leer «Cosecha Roja» de D. Hammett. No es una transición casual. Onetti era un ávido lector de novelas negras y, en concreto, de las de Hammett. O eso me han contado quienes le conocieron bien y le trataron bastante. 
Es algo sorprendente si tenemos en cuenta el estilo de uno y de otro, de Onetti y de Hammett. Leer cincuenta páginas del uruguayo puede ser trabajo de una hora o más. Uno se ve obligado a pararse, a pensar, a paladear, a tomar notas…La obra de Hammet, por el contrario, fluye rapidísima y en una hora y poco uno puede terminar la novela completa, pese a ser de la misma extensión casi que «Tierra de nadie». 
Lo que en Onetti es fluir despacioso, pausado, meditabundo, en Hammett es torrente desbocado,  superficial, ligero. 
Me han comentado varias veces que a Onetti le gustaba la novela negra porque sus autores describían en medio de la acción, sin necesidad de dedicar a ello unas líneas aparte, unos párrafos determinados. Un estilo que luego llevaría al extremo la novela Pulp. Intuyo que al uruguayo le atraía aquella forma de narrar como mecanismo de compensación, por estar en el otro extremo de la que él practicaba: la descripción precisa, con microscopio, pintada como si de un cuadro del renacimiento flamenco se tratase.

Y, sin embargo, tiene algo de maravilloso esa forma de inclinarse ante el otro, al que consigue aquello que tú no eres capaz de hacer, aunque todo el mundo diga que lo tuyo es más complejo, más literario, más culto. Como en el caso de Durrell y Miller. Esa humildad que, lo siento, creo que sí es necesaria en el escritor. 

Onetti y Hammett. Lo bueno de haber nacido aquí y ahora es que uno puede disfrutar y aprender de ambos: a la vez y sin complejos.

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