El tiempo y el espacio

La vida es a veces eso que pasa mientras uno salta de una estación de tren a un aeropuerto. En «La montaña mágica» veinte días ocupan casi doscientas páginas y otros veinte no mucho más de quince. O sea, que como dijo Einstein: todo es relativo y depende. Pero en el caso de España, la relatividad del espacio es mayor que la del tiempo. Uno se va a Londres y desde allí España es ese país de sol, playa y cañas baratas. El tópico mezclado con los recuerdos. Luego vuelves, abres los periódicos atrasados, escuchas las noticias, entras en Twitter y te das cuenta de que no, de que España sigue igual de desquiciada que siempre. Que no tenemos más solución que la demolición, que un verdadero intento de empezar de nuevo – tres o cuatro siglos atrás – y por otro camino. O sea, un viaje en el tiempo y el espacio. Que no es lo mismo que ese salto adelante que nos quieren vender como modernidad desde los stands del Mobile World Congress de Barcelona. 
Hasta entonces, yo seguiré unos cuantos días – ¿siete días, siete meses o tal vez siete años? – con Castorp en el sanatorio de Davos, mientras no dejo de recordar que debo unas cuantas reseñas y entrevistas y que el trabajo literario y alimenticio se acumula sobre mi mesa, mientras a mí me va doblando el sueño, el cansancio y las horas de avión y camas de hotel más o menos decentes. 
Y a veces, tengo ganas de aparcar todo un momento. Entrar a un bar. Beber una cantidad indecorosa de cerveza. Y llegar a casa dando tumbos. Olvidados, por un rato, el tiempo y el espacio. 
Tags: No tags