Insomnio

Insomne, escucho el debate a cinco. Después de dos días durmiendo mal, los párpados se me cierran. Pienso en que me gustaría estar allí. Insultarles. Romper la baraja. Acabar con los argumentos manidos y la corrección.

Me río al escuchar como, al hablar de la corrupción, todos defienden «el honrado trabajo de la mayoría de los políticos». Entre bomberos, ya se sabe, no hay que pisarse la manguera. Pienso en escupir. Pienso en vomitar. No sé por qué, pienso en Mick Jagger cantando «Sister morphine». Insomne, sólo puedo recordar momentos peores que aún no han llegado.

Pero permanezco quieto. Llamo al suelo. Me lamo las heridas, la frustración. Lo peor que puede pasar es que nos quedemos sin casa, sin trabajo, sin ahorros. Lo peor que puede pasar es que tengamos que volver a empezar de cero. Lo mejor es que hay algo que ningún político podrá quitarnos ya: la palabra. Desde aquí o desde donde sea, ejerceremos con rabia el derecho al pataleo.

Miro a los viejos roqueros acomodarse, a los viejos socialdemócratas cambiar de bando. Veo como todo se vende y se compra en nombre de la libertad. Recuerdo a Saint-Just y vuelvo a pensar, y sé muy bien por qué, en Mick Jagger y en «Sister morphine».

 Insome, sólo puedo protestar ante la caja huérfana de diazepam.

 

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