Poemas
1
Ningún café ha vuelto a ser igual,
ni siquiera el de mi mirada,
desde que te marchaste.
Me dejaste echa pólvora,
de esa que ya no se recompone
y buscan la brisa más suave para dejarse llevar.
Me hiciste polvo
(ra)
de la que se enciende
hasta con la chispa más débil.
Me diste ganas de volar,
ahora yo pongo las alas,
la fuerza huracanada
que me lleva a caer por este abismo
llamado vida.
7
La mejor manera de entendernos, sin duda, era enseñarnos las heridas, acariciarlas, lamerlas un poco a ver si con saliva curaban más rápido. Y aunque a veces quisimos sepultarlos los zarpazos eran parte de nuestra historia.
A veces sangrábamos juntos y después de limpiarnos la mirada con un par de lágrimas
como siempre
nos devorábamos
como nunca.
El reloj se apresuraba, se corría
y volábamos un rato.
No era amor,
era amistad
y no merecía la pena,
meritaba la alegría.
15
Me has dejado sola. Pero eso no es lo peor. Me has dejado vacía y ya ni siquiera puedo estar conmigo misma, desprotegida a corazón descubierto contra viento y marea sin haberme enseñado a bailar un vals con las olas y ahora sólo me queda naufragar hasta llegar a la orilla de mis recuerdos, esperando no ahogarme en ellos.
Me has dejado inundada porque desde que te has ido no para de llover aquí dentro y el pronóstico no es muy bueno para el resto de mis días. La caja torácica es cómo una ciudad desierta, no hay ni un alma, no vaga ni mi alma. Se escucha el eco de mis miedos y retumba en todas y cada una de las paredes entre las que los tengo encerrados, desesperados por salir me golpean desde dentro, lo que no saben es que una vez se entra ahí, ya no se escapa. Tú quisiste ser la excepción de toda regla, te fugaste y de paso y de medalla te llevaste el corazón, qué egoísta por tu parte no dejar ni que me ame a mí misma.
Me has dejado la boca entre abierta con todas las palabras que nunca te dije anudadas en la garganta y unas ganas locas de perder la esperanza, pero no el tiempo.
51
Vivo un infierno
en el que soy mi único diablo
y no le permito a nadie
que intente venir a salvarme
sé de segunda mano como rescatarme
y me niego a entregar mi corazón
en favor de la razón.
Que me perdonen todos los políticamente correctos,
los que no pierden el control,
los que nunca están hasta las manos,
los que mantienen el escaparate intacto,
los que saben qué, cómo y cuándo hacerlo,
los que no fracasan,
los que hacen lo que se debe,
los que no se saltan normas,
que me perdonen porque no seré de su agrado,
no tendré leyes inexorables
pero si principios inquebrantables
a los que siempre seré fiel,
y quizás me verán como un desastre maleducado
pero os puedo asegurar que experimento la mejor sensación del mundo:
la de hacer lo que realmente quiero y por tanto la de ser
extraña
y
jodidamente
feliz.