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Poemas

Primer canto de la luna africana

Luna llena, nocturna africana reina,
en cuanto danzas sinfónica en el cielo
se expande tu blanca cola sobre la llanura,
despertando con tu luz la vida que discurre en ella.

En el valle del Limpopo por ti fui hechizado,
mientras detrás de las acacias huía de tu misterio,
me ofreciste tu abrazo con lumínicos destellos,
guiándome, haciendo transparentes los senderos.

No deseo dormir durante el reinado de tu noche,
en la quietud de tu alumbrado silencio
quiero tocarte grande como eres en el firmamento.

Ya voy y no te alcanzo, no huyas, oh luna llena,
tan solo me dejas el recuerdo,
no difumines en el amanecer mi sueño.

Una manzana y una pera

Hacia un país imaginario, viajaron conmigo,
dos frutas, que eran de tus ojos mi recuerdo,
de reluciente oro y marfil puro nuevamente te imagino,
coronada de naturales verdes y azules
como preciosas gemas nunca igualadas,
ni en brillo ni en hermosura.

Fue ese recuerdo el que alimentó mi sueño,
una manzana y una pera,
y en cada grupo de nubes viajeras
se dibujaba tu imagen en el cielo,
e intentaba descubrir en la radiante noche
entre las estrellas el secreto fulgor de tu mirada.

Regresé, no volvimos a danzar en las nubes,
tal vez porque nunca lo hicimos,
posiblemente porque divergían nuestros destinos,
pero quedaron con el camino dos mediterráneas frutas
y un sendero solo para la luz de tus ojos.

Atardecer

He visto en las tardes el cielo arder,
más allá del trópico de capricornio,
donde dulces rojos,
naranjas tenues y azules oscuros
tiñen el firmamento de fuego,
colores que envuelven el arco celeste
en una cascada de mágicas luces
ante el misterio de un nuevo ocaso,
al fijar atento la mirada
el sol y las nubes se difuminan
como reverberación de una llama,
la vespertina brisa con su aire caliente
acaricia el cansado diario rostro,
confluyendo todo en una sensación
de caos y sosiego, atemporal
en el misterio de cada nuevo atardecer.

Luces de Bagamoyo

Cierra su persiana el día
cuando despiertan las luces de Bagamoyo,
bajo el tenue parpadeo de envejecidos fanales
surgen siluetas en discreto ébano labradas,
cuerpos de perfección infinita,
flotando en ceñidas telas,
segundas pieles que aún mas
resaltan la hermosura,
en luces de neón los misterios danzan
una música nueva, siempre antigua
de etéreos tiempos,
el amor ya no es eterno,
solo un momento, solo el deseo,
gatunas miradas, asustadiza pasión,
y nadie te quiere, mujer de Bagamoyo,
tan solo tu penetrante beso,
el encuentro de tu cálido cuerpo,
en cambio, las caricias y las dulces palabras
se pierden, ahogadas en un vaso de cerveza.

Se levanta somnolienta la ciudad,
albor de un nuevo día,
y a ti mujer linda,
te oculta a sus sueños
hasta que regresen nuevamente
las luces de la noche
a perseguir tu fugaz beldad,
la de un tiempo, de un momento,
la de oscuros recuerdos,
y siempre, un nunca te quiero.

A Miguel Hernández

Intentaron silenciar tus palabras,
nunca percibieron que ellas
ya no te pertenecían,
eran ellas la esperanza de la gente,
de esa que es llana y sencilla
y que puebla España,
aquella que en las mañanas
solo sueña en una cena agradecida.
Tu voz, tus palabras eran del pueblo,
y tú, eras su poeta,
no pretendiste serlo, pero lo fuiste,
y por siempre serás,
no, no pudieron silenciar
las palabras del poeta popular,
ellas habían volado de tus versos
y eran canto en las almas de esperanza.
Lloró contigo la cebolla,
y en el llanto de un niño en ella,
y para siempre lloró un pueblo,
sin su poeta,
pero no silenciaron tus palabras,
se olvidaron que ellas eran ya eternas.
Del silencio siempre una voz.

Recuerdo a Antonio Machado

Cuentan las montañas del Pirineo
que triste murió
un poeta de España,
su voz apagó
ante la inmensa locura de la guadaña
a una rima de su tierra
la que fue pintada y glosada
en sus viajeros versos,
pausadamente su vida se cierra,
era su amor tan excelso y elevado
que su recuerdo a ella
entretiene su último suspiro,
recorriendo sus campos de Castilla
y su andaluza vida.

España entera sentir debería
tremenda pérdida,
pero se siente la tristeza
cuando una nación olvida su memoria,
por culpa de la intransigencia pérfida.

Antonio, intelectual de una patria chica
en su desgarro nos olvida,
igual que un padre
ante la maldad de un hijo
a su propia sangre,
y lejos, en tierras extrañas,
cierra los ojos el poeta,
muda queda España sin sus versos
que pintan colores térreos.

Pero yo os cuento una verdad,
Antonio Machado, poeta, nunca falleció,
sus palabras viven en el olmo viejo,
en un arco del Duero
a orillas de la tranquila Soria
pintan las ondas del agua
sus recuerdos,
las tierras pobres con alma
cuentan de un poeta la historia
que en humanas letras
dibujaba sus paisajes,
y un águila sabe
que en noches de llena luna
camina su figura
en la Laguna Negra.

Y ahora en el recuerdo nos vigila,
desde su Olimpo, sabio, atento,
a que siempre consigamos la razón.