ENTREVISTA DE LA INVENCION DEL GIN TONIC (Revista Poesía eres tú)

Jeronimo Fernandez Duarte: “La lectura de otros poemas y poetas es fundamental. Aquel que no hace sino mirarse el ombligo está condenado a aburrir y repetirse.”

De la invención del Gin tonic es el tercer trabajo individual de Jeronimo Fernandez Duarte. Callan las sirenas (Entre líneas editores, 2004) y La melancolía de las grúas (Editorial Poesía eres tú, 2009)

P: En De la invención del Gin Tonic, encontramos una honda mirada del poeta hacia fuera, junto con poemas que hacen referencia a la propia poesía “Un interesante poeta menor”, “A mi entidad bancaria” “Prohibido sentarse en los bancos”. ¿Son los tiempos actuales motivo de preocupación para los poetas? ¿Puede la poesía cambiar algo o ser reflejo de la sociedad?

 

R: Me parece muy interesante lo de la mirada hacia fuera y hacia dentro, la reflexión. Sonny Rollins dijo una vez que no pensaba mucho en su música porque una vez la había tocado ya era el pasado; pero resulta que estuvo una temporada ensayando bajo uno de los puentes de Manhattan, con todo el ruido del tráfico y los transbordadores de fondo, lo que le obligaba a tocar muy alto. Fue así como logró su sonido potente y pleno. O sea, que sí reflexionaba sobre su música y cómo quería cambiarla. Si yo reflexiono sobre la poesía es porque no estoy seguro de escribirla, porque a veces, e incluso a menudo, me pregunto si eso que estoy yo escribiendo es poesía.

Los tiempos actuales son motivo de preocupación para los poetas y para los fontaneros. Incluso esos que arruinan familias y países especulando, y ganan millones, deberían estar preocupados. Los efectos son imprevisibles y les alcanzarán como un bumerang. Es imposible que la sucesión de desastres y el descalabro colectivo no se filtraran en el poemario; era imposible no escribir sobre todo eso. Y lo que viene.

¿ La poesía puede cambiar algo, ser reflejo…? La paradoja es que en las sociedades democráticas y mercantiles como la nuestra, la poesía se banaliza, no es más que un producto, como el champú o los yogures, y ni siquiera tiene bífidus para ir mejor al baño o un activo que evite la caspa. Ojo, no digo que la poesía que se escribe sea banal, digo que se percibe desde la banalidad y se asimila a los condones o las maquinillas de afeitar. Todo lo contrario a lo que sucede en los regímenes totalitarios. Los dictadores son los que más en serio se toman la poesía. Un crítico literario muy severo, Iosef Vasilevich Stalin, enviaba a Siberia a todo aquel que no se ajustara a las leyes de su poética. Pablo Neruda le dedicó una oda.

 

P: De “La melancolía de las grúas” a “De la invención del Gin Tonic” encontramos cambios importantes que parecen llevar a una poesía más madura más elaborada. En el poema “Vía muerta” pareces desvelar un poco el porqué del cambio. ¿Qué te ha llevado a ese proceso de transformación en tu poesía? ¿Qué importancia tiene la lectura de otros poemas?

 

R: Pienso que “De la invención del gin tonic” es una evolución natural de “La melancolía de las grúas”. Es más, creo que hay una unidad a partir de “Paraíso perdido…”, de “La melancolía…”, hasta el último poema de “De la invención del gin tonic”. Lo que pasa es que he tratado de hacer cosas nuevas, al menos para mí. Rimar, practicar estrofas, como la de la copla, buscar cosas nuevas… A veces ha salido bien, otras no. “De la invención…” es también un poemario porque se trata de un conjunto de poemas girando en la misma órbita, aunque su ordenamiento en estaciones acabó surgiendo por casualidad. “Vía muerta” es la sincera expresión del agotamiento de, valga la redundancia, esa vía poética; la del humor, las referencias y la complicidad. Cito en él poetas que me gustan y que leo, deliberadamente catalanes o relacionados con Catalunya, tanto en lengua castellana como catalana y el poema de Barral que se cita de forma explícita es “Estancias sobre la conveniencia de pintar las vigas de azul”, que repasé al escribir “Ventanas”, pues también era un poema en secciones que acaba ordenándose en un todo, un mosaico. Pero “Vía muerta” es sobre todo la confesión de un fracaso, real o sentido. La intención de abandonar ese camino y adentrarme en la noche, sin luz, sin guía, sin nada.

La lectura de otros poemas y poetas es fundamental. Aquel que no hace sino mirarse el ombligo está condenado a aburrir y repetirse.

 

P: Encontramos metáforas mucho mas elaboradas que en anteriores trabajos. Incluso se podría decir que cada poema forma en su conjunto una metáfora. ¿Te ha dificultado el proceso creativo llegar a esas metáforas?

 

R: No creo que haya sido más difícil escribir estos poemas que los anteriores. Tal vez son más complejos o tienen más matices – cosa que, honestamente, me cuesta percibir, como no adviertes los cambios que los demás ven en tus hijos- o las metáforas son más originales. No lo sé. Algunos surgieron solos, otros fueron un juego, otros un hallazgo y otros una lucha hasta la extenuación. “Colliure” era un poema que quería escribir desde 2007 y había hecho versiones que había abandonado, hasta que, de repente, se desenredó, al menos su parte principal y a partir de ahí se trató de terminarlo. “Miles” irrumpió en mitad de “Ventanas”, que fue el último poema que escribí, pero su origen se remonta a meses antes, cuando observé atónito una actuación de Miles Davis al aire libre, sería a mediados de los setenta, acompañado por una banda de acid jazz o lo que fuera, con instrumentos eléctricos que provocaban una tormenta de sonido por la que se paseaba con una serenidad sobrecogedora la trompeta de Miles, como un equilibrista que siempre supiera qué paso dar al borde del abismo. “Ventanas” sale de la ilustración de portada de la edición de Cátedra de “Ciudades a la deriva”, de Stratís Tsircas.

Tengo dos metáforas de las que estoy orgulloso –uno tiene su vanidad y su corazoncito-, una es la de “después de haber viajado el uno al fondo del otro”, a propósito del coito y la otra decir que el gin tonic es “una trasparencia herida por el hielo”. Vale, seguro que hay otras, pero estas me gustan. ( risas)

 

 

P: La naturaleza forma parte también de tu poesía, muchas veces parece que se mezcla con la vida del poeta. ¿Es quizás esa mirada diferente la que hace diferente al poeta?

R: No me hubiera considerado nunca un poeta bucólico ( risas) pero releyendo, sí que se hace mucha referencia al tiempo atmosférico, al cambio de las estaciones, a la naturaleza que invade el aeropuerto abandonado. Es lo que tiene vivir en un pueblo. Aquí la vida es perfectamente cíclica.

Sobre la mirada: hay que enseñarse a mirar como poeta. Como médico, yo veo cosas por la calle que otros no ven: una marcha peculiar, unas uñas en vidrio de reloj… estoy adiestrado para ello. En la facultad siempre nos decían, muy ufanos, que el padre de Sherlock Holmes era médico. Por eso me encanta esa nueva serie sobre Sherlock ( risas). Si uno puede adiestrarse para mirar como médico – y seguro que como arquitecto, o como zapatero-, también puede adiestrarse para mirar como poeta. ¿ Qué cómo se hace? Pues se va a preguntarle a los poetas, es decir, a leerlos.

Otra cosa es la peculiaridad cognitiva. Ahí creo que sí que interviene el genio. El caso más curioso que conozco es el de una escritora que, hasta donde yo sé, no era poeta: Jean Rhys; su manera de percibir y describir la realidad es rara y fascinante. Genial.

 

P: “De la invención del Gin tonic” parece ir dirigido a un publico mas entregado a la lectura de poemas. ¿Qué podemos esperar de tus futuros trabajos? ¿Vas a seguir trabajando en esta línea o acercarás la poesía a esa amplia minoría?

 

R: Nunca, nunca pienso en nadie al escribir un poema. No imagino un lector o destinatario. No es por soberbia o mala educación. Tal vez es por timidez. Publiqué algunos de los poemas de “De la invención…” en un blog y obtuve algunas respuestas. A veces, incluso lecturas insospechadas que fueron muy ricas para mí, al arrojar nuevas miradas al poema: creo que el autor necesita al lector para saber por dónde está avanzando y hacia dónde va ese avance. Por eso me angustia cuando publicas un libro y no obtienes ninguna respuesta lectora; es como arrojar una piedra a un lago y que no haga ondas. Sé que parece una contradicción, pero no lo es: yo no puedo pensar en el lector antes de que me lea porque sería una falta de respeto, al dar por supuesta cuál sería su lectura, pienso en él, en lo que me dice, después. Ahora deseo ser más concreto, más literal y hondo, cambiar mi escritura y, antes de ponerme en marcha, no me preocupa si me seguirán o no. Tal vez al llegar y no ver a nadie me de otra vez por lo del lago y las ondas ( risas), pero no pediré permiso para equivocarme, tendré que aceptar lo que venga después.

Lo de acercar la poesía… Voy a describir dos reacciones que se producen cuando un conocido descubre que has publicado un libro de poemas. Primera “ah, qué bien ¿ Y para cuándo una novela?” O sea, que no tan bien ( risas). Segunda: “es que yo no leo poesía porque no la entiendo” Entonces, yo hago una pregunta “¿ Te gusta la paella?” Si la respuesta es afirmativa, “¿ Y la entiendes?” No es una tomadura de pelo. A no ser que uno sea Ferran Adrià o un crítico gastronómico nadie se pone a analizar una paella, a descomponerla en sus elementos; se la come y punto, y automáticamente sabe si está buena o no, si le gusta o no, y por qué.

¿ Y por qué? Muy sencillo: porque ha comido paella desde antes, desde pequeñito, la de mamá, la de la tía Engracia, la del abuelo Genaro, la del restaurante y la del chiringuito: ha educado su gusto y sabe lo que cabe esperar y lo que no; y es más, le importa una mierda – con perdón- si su valoración coincide con la de la Guía Michelín o no.

Eso no pasa con la poesía; con la poesía pasa un poco como con el vino: de ser un producto para lavanderas, pescadores y cualquiera que tarareara un viejo romance o copla, ha pasado a ser algo en manos de unos pocos adoradores. Ahora, más que beber vino y disfrutarlo, lo importante es hablar de añadas y coupages, de terroir y gamas varietales, de taninos y retrogusto y, aunque te guste el vino tinto con la paella pedirás el blanco para que no te miren como a un marciano. El vino, que antes era un producto habitual y cotidiano, se ha convertido en un producto sacro. Ojo que no tengo nada en contra de los vinos caros o elaborados; sólo digo que hay que perderle el miedo. Y con la poesía lo mismo.

Si antes las mujeres cantaban romances cuando iban al lavadero no veo por qué sus nietas, muchas de ellas universitarias, no leen poesía “porque no la entienden”. Si queremos que la poesía vuelva a ser un producto cotidiano y desacralizado debemos familiarizarnos con ella desde la infancia, como nos familiarizamos con las croquetas de la abuela. En contra de lo que pueda parecernos, los niños reaccionan de manera muy positiva a la poesía, incluso la que no está “pensada para ellos”: les gusta el juego del ritmo, de la rima, de las palabras en sitios insospechados, todo lo que les da una sensación de juego… captan lo que el poema dice sin analizarlo, les llega su belleza de una manera primaria y sin prejuicios. Ya tendrán tiempo de analizarlos el resto de su vida. Hace poco compré un librito editado por Gadir que recogía unos poemas que Pessoa escribió para los niños, y se los leí a mis hijos, que hasta donde yo sé no son seres superiores llegados de Marte, y les encantaron, sobre todo el “Poema de las pilas”. Creo que si no les leemos poesía a los niños, sin forzarlos, siempre como un juego – los niños siempre están dispuestos al juego y a preguntarse si lo que ven es de verdad los que están viendo- y ese hábito lo mantenemos, no como un castigo, sino como un placer, nunca llegarán a la poesía, por mucho que se la acerquemos. Bueno, creo. También puedo equivocarme.

Espero haber contestado a vuestras preguntas. Creo que he hablado tanto que tengo la boca seca. Me merezco un gin tonic ( risas).

 

 

 

ENTREVISTA DE LA INVENCION DEL GIN TONIC –Pandora Magazine

 

Parece que la poesía siempre nos parece ardua y sinsentido. Que no llega a todo el mundo y se hace incomprensible para una lectura de la que saquemos ese algo que nos da la prosa. El poemario de Jerónimo Fernández Duarte, Jero, no os pasará inadvertidos.

Tenemos la falsa creencia de que la poesía es amor y romance. En este último poemario, Jero nos ofrece un poemario variado. No solamente el amor está presente, sino que la política, los problemas sociales, la amistad, el erotismo, la añoranza del pasado o el día a día tienen cabida. Una poesía llena de vida y ligereza en la escritura. Frescura en todos los versos. Ritmo y melodía muy particulares que caracterizan a este autor catalán.

“El gin tonic se inventó en la India: fue la manera que encontró el ejército colonial británico para que sus hombres se tomaran la quinina, una substancia que protege de la malaria. La poesía, como el gin tonic, también puede hacer más llevadera la amargura de los días, sobre todo de estos días nuestros, tan llenos de ruina y fracaso, el despertar brusco de un delirio de grandeza.

Se suceden las estaciones y los estados de ánimo, llegan mediodías ingrávidos de invierno y tardes lluviosas, mañanas de primavera y muchachas abrileñas, terrazas de agosto y las primeras manzanas del otoño, y la poesía, la refrescante amargura de la vida tomada con pausa, yace en los lugares más insospechados: en el fondo de los armarios, en una toalla tendida a secar, en una cama mil veces deshecha, entre las páginas de un libro abandonado bajo un árbol. Como nos dice un verso de este poemario “la belleza existe, pero hay que salir a buscarla”.” (Texto de la contraportada de “De la invención del Gin Tonic y otros poemas”)

Jerónimo Fernández Duarte, nació un 30 de septiembre de 1973 en Barcelona. “Crecí en un barrio regular tirando a mal. Estudié medicina, me especialicé en medicina familiar y comunitaria, conocí a una mujer muy guapa de Tossa y hace como ocho años que vivo con ella. Tengo dos hijos”, nos comenta como breve resumen el mismo Jero sobre su vida. Ha colaborado de 2008 a 2011 con la revista En tierra de todos, de Ciudad del Carmen, México, que llegó a tener una beca estatal y distribuirse en diversas ciudades. Colaboró también en Cultura en Cadena, haciendo reseñas de libros y perfiles literarios.

Es autor de Callan las sirenas ( Entrelíneas editores 2004), La melancolía de las grúas ( Poesía eres tú, 2009) y De la invención del gin tonic y otros poemas ( Poesía eres tú, 2012)

Tenemos el placer de compartir con todos vosotros desde Pandora la entrevista que Jero nos concedió hace tan sólo unos días.

Pandora Magazine: Dinos Jero, ¿Cuánto tiempo llevas ya escribiendo?
Jerónimo: Desde siempre. Me recuerdo escribiendo desde pequeño. Me gustaban mucho las redacciones y los juegos florales, pero la determinación de escribir la recuerdo como aparece en 1991, en plena Iª Guerra del Golfo, ingresado en un hospital con un tobillo roto y leyendo El Sueño Eterno. En 1993, a los veinte años, decidí que era escritor, y dos años después, que era muy bueno (risas) Por suerte se me pasó la tontería y me concentré en hacerlo cada vez mejor.
PM: ¿ Cómo comenzaste en el complicado y “enrevesado” mundo de la poesía?
J: Una amiga me regaló un cuaderno de notas y me empeñé en escribir un poema. Supongo que la ventaja de escribir poemas es que son más fragmentarios, se pueden empezar y abandonar. De eso hace ya 15 años y aún no estoy muy seguro de haber escrito un poema.
PM: ¿Es muy difícil hacerse paso en el mundo editorial comenzando desde cero?
J: Mmmm… depende de a qué le llamemos “hacerse paso”. Creo que hoy no es difícil publicar un libro, porque además hay muchas posibilidades de autoedición. Pero no sé si eso es “hacerse paso”. Tampoco sé si lo es vender muchos libros. Hay gente que escribe muy bien y que todavía no ha logrado publicar. Si pienso en gente que conocí en 1993 y que deseaban ser escritores, un puñado de ellos ha publicado libros y en editoriales importantes: Cristina Teruel, Toni Montesinos, Gabi Martínez, Care Santos… La idea es seguir escribiendo, no rendirse jamás.
PM: En qué te inspiras al escribir, ¿ vivencias reales o pura y dura imaginación?
J: En ambas. Hay que aprovecharlo todo. Para un escritor, todo es susceptible de escribirse
PM:  Dinos cuál es el último libro que has leído

J: Los Diarios de Andy Warhol. Me hubiera gustado mucho conocer a Warhol, en los Diarios es entrañable y raro. Pero todos somos raros.

PM: Un autor preferido/un libro preferido
J: Muchos: Truman Capote, Céline, Pla, Gil de Biedma… Y como libros: A sangre fría, El sueño eterno, La verdad sobre el caso Savolta…
PM: ¿Tienes alguna manía (confesable o no) de escritor que tienes cuando vas a escribir?
J: Si nos referimos a un ritual, no tengo ninguno, ni habitación propia; es decir, sí tengo habitación propia, pero (risas) donde mejor escribo es en la mesa del comedor. Antes, en casa de mis padres, solía escribir con el cuaderno encima de la cama, arrodillado en el suelo. Muy extraño. Sí que tengo lo que para mí es un método de trabajo: escribo a mano en varios cuadernos y voy haciendo distintas versiones, que luego combino en una sola versión, que después paso a limpio y (risas) soy capaz de volver a reescribir. Es curioso tanto trabajo para un resultado tan pobre, pero…
PM:. Uno de tus poemas que más te gusten y por qué.
J: Mediterráneo, de “La melancolía de las grúas”. Porque cuanto más lo leo menos mío me parece; me sorprende que yo lo escribiera, pero estoy contento de haberlo hecho.
Muchas gracias Jero por habernos regalado un poco de tu tiempo. Desde aquí os animamos a leer su obra; Vais a sorprenderos gratamente…
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Redacción: Beatriz Ibán Diezhandino

 

ENTREVISTA: LA MELANCOLIA DE LAS GRUAS – Revista Poesía eres tú

Jerónimo Fernández Duarte, de profesión médico acaba de publicar su segundo libro individual de poesía con la editorial poesía eres tú, anteriormente a participado en libros colectivos y sus poemas han aparecido en varias revistas de literatura.

P.- La melancolía de las grúas es un título muy nostálgico y el poema que da título al poemario habla con mucha certeza de esa nostalgia de actividad, quizás un poema publicado en un momento idóneo debido a la crisis económica, donde mucha gente que se encuentre en paro se puede ver reflejada su situación en ese poema. Me imagino que no fue esa la intención del poema. Nos puedes hablar como surgió este poema.

R.- Desde la ventana de la consulta se ven dos letreros de “se vende”. Llevan ahí dos años. En la calle de al lado se construía un edificio que estuvo un tiempo parado. La verdad es que las grúas parecen dinosaurios, manadas de dinosaurios pastando al atardecer. De ahí viene el poema. Una amiga me dice que soy bueno cuando me pongo elegíaco. Qué buena es ( risas)

P.- Cataluña es una tierra rica en poetas, en tus poemas se nota la presencia del mediterráneo, las playas, el mar. Es inevitable quizás esa referencia cuando se vive en un pueblo bañado por el mar. ¿Es tu poesía una herencia de esa tradición de poetas que han tenido el mar por compañero en sus escritos?

R.- No tanto por tradición poética como por experiencia vital. La playa es para mí el espacio erótico que para otros es el cine. Ahora caigo que nunca me la imagino vacía. Además, no le hago poemas a las gaviotas – las odio- ( risas) sino a chicas con bikini o sin él… En fin, creo que viviendo aquí es casi inevitable.

P.- Podríamos definir tu poesía como una poesía realista pero no está ausente en ningún momento de metáforas, una poesía que se entiende y en la que el lector se puede ver reflejado. Muchas voces hoy empiezan a decantarse por una poesía que se pueda entender. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación que Joan Margarit recomendó recientemente en sus nuevas cartas a un joven poeta?

R.-No he leído aún las nuevas cartas a un joven poeta. Mmmmm. Es complicado ¿ Qué quiere decir “entender”? ¿ Quién lo tiene que entender? Yo no pienso en nadie cuando escribo los poemas. Tampoco los escribo a propósito para que no se entiendan. Creo que el poema debe ser personal y transferible y también que un poema no es un menú o un billete de metro, así que la gente debe esforzarse para entenderlo. Joder, si se esfuerzan en entender el recibo de la luz ( risas)

P.- No te voy a preguntar por la Gripe A, pero quizás la poesía funcione un poco igual que la dichosa gripe, se contagia en un público minoritario paciente quizás de una pandemia que se podemos llamar poesía. ¿Crees que podremos considerar alguna vez a la poesía una pandemia o tendremos que seguir siempre siendo una minoría maravillada por este noble arte?

R.- No creo que las condiciones de contagio sean las adecuadas: nadie les lee poesía a los niños, la poesía no está presente en la vida cotidiana más allá de “la semana de la poesía”, “el día del poeta” o una chorrada similar. Parece algo como de astronautas o trapecistas, algo muy alejado de la vida diaria. Creo que el problema estriba en que la poesía demanda esfuerzo y da poca satisfacción inmediata. Para ver la tele sólo tienes que sentarte en el sofá, y la poesía no es eso.

P.- Muy pocos libros publicados y mucha calidad en tus poemas, como editor me costó mucho convencerte para que esta Melancolía de las grúas viese la luz. Como lector me he quedado con ganas de más poemas tuyos. Decía Rilke que el poeta no puede evitar acudir al papel ¿Habrá una tercera entrega?

R.- Gracias por lo de la calidad, todo es relativo. Nadie sabe lo que hará mañana pero espero que sí, que haya tercera entrega, y cuarta, etc… No sólo son pocos libros, sino que son muy finos ( risas)… Es que soy muy lento, no tengo método… me apunté en un taller literario y no tenía tiempo para hacer los ejercicios. Me he comprado libros para aprender a escribir poesía y no es que me hayan ayudado mucho. Casi todos enseñan a escribir haikús ( risas). Yo empiezo a escribir un poema y tengo que reescribirlo en otro cuaderno y llevo varios cuadernos paralelos y después paso a la versión definitiva, la envío al editor, el editor me quiere publicar el poemario y yo quiero cambiar los poemas… Así no se puede ir rápido, sobre todo con mi profesión y con dos niños en casa.

P.- Al leer tu poemario me cuesta creer que seas un autor casual y se nota ese trabajo de lectura poética en tus escritos. ¿Cuáles han sido los autores que han dejado más poso en tus escritos o qué al leerlos más te hayan influenciado?

R.- Empecé a escribir poesía en 1998, con veinticinco años. Por qué entonces y por qué tan tarde es todo un misterio, pero desde entonces no he parado. He escrito y escrito y escrito. Y también he leído y leído y leído, aunque nunca seré el lector perfecto de poesía porque empecé tarde.

Si pienso en un autor que sin duda me ha influido es Gil de Biedma. También el resto de la Escuela de Barcelona, pero sobre todo Gil de Biedma. Y hay poetas que me gustan mucho pero no creo que me hayan influido en absoluto, como Dylan Thomas. Me falta muchísimo por leer y aprender. Pero no, de casual no tengo nada: claro, que podría haberlo hecho mejor ( risas).