Entrevista Alberto Gomez Vaquero por su libro Manual sobre cosas irreparables
“Hay que dejarse toda la sangre, todo el sudor en cada poema”
“Manual sobre cosas irreparables” es el primer poemario de Alberto Gómez Vaquero, que el año pasado se dio a conocer con la novela “Entre dioses y peones” (Amaniel, 2010). Se trata de un poemario que, pese a recoger la producción poética de más de un lustro, es bastante uniforme en su temática, desarrollándose en torno al hilo conductor del paso del tiempo y sus consecuencias.
El amor, la muerte, el tiempo, la decepción marcan este primer poemario escrito con un lenguaje preciso y cargado de sensibilidad.
– ¿Cómo surgió este libro?
Pues es un libro muy poco premeditado. Yo llevaba escribiendo poesía muchos años, pero sin intención de publicar. Sin embargo, poco a poco, en parte porque comencé a trabajar más de cerca con Javier, mi editor, que es un fanático de la poesía, y en parte porque yo mismo vi que había cierto material que sí podía ser válido para publicar, decidí dar un paso hacia adelante y sacarlos a la luz. Y he de decir que a día de hoy, aún no me he arrepentido (ríe)
– ¿Para ti cuál es el hilo conductor o el núcleo de todos estos poemas, porque al final del libro hablas del libro más callejero, del libro más sedentario,…?
Yo no me di cuenta de que había un hilo conductor hasta que comencé a hacer las últimas correcciones del manuscrito. Hasta entonces me había limitado a quitar aquellos poemas que me parecía que no estaban a la altura, a corregir muchos otros y a ver los poemas uno por uno, porque al estar escritos a lo largo de cinco o seis años me parecía imposible – de hecho ni me lo planteaba – que tuvieran un nexo común. Y sin embargo, bien porque a lo largo de estos años ha existido ese hilo conductor o bien, y esto es lo más probable, porque en el momento de seleccionar los poemas para el libro yo elegí aquellos que entroncaban con cierta temática que podíamos llamar existencialista y que era la que más me atraía entonces, lo cierto es que ha quedado un libro más homogéneo de lo que en principio cabría esperar. Y ese hilo conductor, ese nexo yo creo que es el paso del tiempo y sus consecuencias, todo lo que de irreparable, de ahí el título, tiene aquello que tiene que ver con lo ya sucedido, con el pasado.
– ¿Cómo es tu labor como escritor de poesía? Porque imagino que la narrativa exige otra disciplina distinta. ¿Con qué frecuencia, durante cuánto tiempo has estado extrayendo estos poemas? ¿Eres perfeccionista o más de escribir primeras impresiones?
Efectivamente, la narrativa es una disciplina completamente distinta. La narrativa tiene mucho de trabajo puro y duro (documentación, creación de una estructura, de unos personajes,…) e incluso si bien es cierto que requiere cierta predisposición, cierta inspiración, no es menos cierto que si te sientas a escribir uno de esos días en los que crees que va a ser incapaz de hacerlo, siempre sacas algo de provecho si eres tenaz, aunque sea un borrador, o una idea de cómo seguir avanzando con la historia. Además, con la narrativa siempre tienes un baremo de eficiencia para medir su calidad. SI la historia es buena y está bien contada, podrá tratarse de una novela más o menos artística, pero al menos será presentable. Sin embargo, con la poesía ese criterio de eficiencia no existe. Uno está sólo con sus armas. Y lo mejor que puede hacerse, creo, (y aquí es cuando te digo que yo soy de los que prefieren revisar mil veces un poema que fiarse de primeras versiones) es dejarse toda la sangre, todo el sudor en cada poema. De manera que si dos, cinco o diez años después, porque hemos leído a otros autores y hemos aprendido cosas nuevas o hemos visto nuevos caminos, aquello que hicimos ya no nos satisface, tendremos, al menos, el consuelo de que cuando lo hicimos, lo hicimos lo mejor que pudimos y dejándonos la piel en ello.
Lo que sí es cierto es que a la hora de sentarse a escribir por primera vez un poema (independientemente de que luego haya, como digo, una segunda parte de revisión que tenga también mucho de trabajo en el sentido más coloquial del término) sí que se requiere cierta predisposición (que podríamos llamar inspiración, estro o como queramos) sin la cual no conviene comenzar.
– Precisamente ahora que hablabas de autores que hacen cambiar tu perspectiva de las cosas ¿Cuáles son tus influencias poéticas? ¿De qué autores te sientes más cercano?
Los dos autores que me hicieron acercarme a la poesía fueron Lorca y Neruda. Del primero destacaría “Poeta en Nueva York” y “Divan del Tamarit”. Y del segundo “Residencia en la Tierra”. Aunque yo no me siento cerca del estilo de Neruda en ese libro, que por otro lado creo que es irrepetible. Después, entre los autores que más me han llegado (y que supongo que por ello más me han influido) están Jaime Gil de Biedma, Antonio Machado, el Rafael Alberti de “Sobre los ángeles” (aunque tampoco me siento muy cercano a ese estilo), Félix Grande y Francisca Aguirre, Vallejo, Luis Cernuda (en especial “Donde habita el olvido”), Ángel González, el Gamoneda de “Blues castellano” y Leopoldo María Panero, entre los principales. Y de otros países, sobre todo, T.S. Eliot y Ginsberg y después otros autores como Auden, Withman, Rimbaud y Valery (aunque del estilo de Valery tampoco puedo decir que me sienta muy cercano, lo que no quita que su “Cementerio marino” sea una maravilla)
– Una de las cosas que más me han llamado la atención de este libro es el tratamiento que haces de los espacios. El paisaje rural aparece como un lugar donde nada cambia, como un hogar, mientras que la ciudad aparece más como una jungla, como un lugar hostil. ¿Ha sido algo deliberado?
En absoluto. Es otra de esas cosas de las que me di cuenta cuando ya el libro estaba casi cerrado. Ocurre que yo soy de un pueblo muy pequeño y aunque lleve casi diez años en Madrid para mí el hogar, las raíces, siempre estarán en mi pueblo. Y aunque estoy muy cómodo en Madrid, cuando uno viene de un lugar pequeño, la ciudad siempre le parece un territorio comanche, uno de esos lugares en los que el peligro puede aparecer tras cualquier esquina. Además, a nivel más social, en un pueblo todos somos un poco familia, mientras que en la ciudad todos vivimos en el anonimato más absoluto y eso, que es muy bueno en ciertas circunstancias, produce también una gran sensación de abandono en otros momentos. Y creo que esa sensación es la que se ha dejado entrever en los poemas.
– Estos poemas, has dicho, son un poco una selección de lo que has podido escribir en muchos años, pero cómo te planteas ahora la escritura de poesía. Este es un libro muy verdadero, con un grado de intimidad bastante profundo, pero a partir de ahora ¿Hacia dónde vas a ir?
Es difícil de decir. Yo no suelo escribir al menos que sienta la necesidad de escribir, bien porque tengo algo que “vomitar” sobre el papel, bien porque hay alguna obsesión rondándome y creo que poniéndola negro sobre blanco voy a ser capaz de darle forma e incluso de sacármela de encima. Pero, por supuesto, no todo lo que escribes vale. De hecho, el noventa por ciento de lo que escribes no vale. O al menos, es así en mi caso.
Te puedo decir que lo que tengo escrito hasta ahora es una poesía más volcada hacia fuera, hacia el mundo y hacia la sociedad, no tan íntima. Por otro lado, tengo pendiente desde hace mucho (pero soy incapaz de dar con el tono adecuado y he tenido que empezar ya muchas veces) escribir un pequeño poemario sobre ciertas ideas acerca de la naturaleza del hombre (un poco en la línea de lo que fue mi primera novela, pero navegando por otras aguas), aunque, como digo, aún no he dado con el tono y las palabras adecuadas. En todo caso, tengo la sensación de que salga lo que salga, será más conceptual aún que este libro.
Entrevista Alberto Gómez Vaquero por su libro Entre dioses y peones
Alberto Gómez Vaquero, es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y estudiante de Geografía e Historia por la UNED. Su primera novela Entre dioses y peones ha sido publicada por Ediciones Amaniel, el sello de narrativa del Grupo Editorial Pérez-Ayala. Alberto es el redactor de la Revista Poesía eres tú.
P.- La novela negra parece ser un género que nunca pasa de moda. ¿Podríamos considerar tu novela dentro de este género?
R.- Sí, aunque no es una novela negra de manual. Es verdad que tiene algunos de los ingredientes principales: la resolución del crimen no es el argumento principal de la obra, la trama es bastante violenta y la diferenciación entre buenos y malos no es tan evidente. Si bien, también podría colocarse la novela dentro del “realismo sucio” o incluso del movimiento “pulp”, debido a algunos aspectos como el lenguaje, el personaje principal, etc.. En general, casi todas las novelas pertenecen a varios géneros y son muy difíciles de encasillar dentro de uno u otro. Además, no creo que hacerlo sea positivo para la novela.
P.- Asesinos en serie, una personalidad difícil y que ha generado mucha literatura. Nos podrías decir cómo has tratado el tema en tu novela.
R.- El primer impulso narrativo vino de la lectura de unos cuantos libros de filosofía y psicología. Sobre todo, de Locke y Hobbes y la eterna disputa en torno a la bondad innata o no en el género humano. Eso me llevó a interesarme por la violencia, sus orígenes, sus causas sociales, genéticas, neuronales, etc. Lo que yo quise hacer en la novela fue plantear un debate entre las distintas corrientes que, por supuesto, llevan a tener distintas visiones de la justicia, la venganza o el papel de la sociedad como creadora de criminales. Para plantear ese debate utilicé una figura que representa el mal extremo, como es el asesino en serie. Para mí la figura de ese asesino tenía que ser la razón principal del libro, más allá de la inevitable investigación criminal.
P.- Tu novela está ambientada en Valladolid, ciudad que conoces muy bien ya que eres de Mucientes un pueblo de Valladolid. Las descripciones que haces de la ciudad son exactas y muy recreativas. ¿Has tenido que documentarte o te ha bastado con hacer memoria?
R.- Diría que el noventa por ciento ha sido memoria y el diez por ciento documentación. Valladolid es una ciudad pequeña que, además, se recorre casi siempre caminando, de modo que uno va memorizando lugares, calles, nombres,… casi sin darse cuenta.
P.- Raúl y Rafa son los personajes de tu novela, uno policía y el otro periodista con dos personalidades muy diferentes. ¿Nos podías hablar un poco de ellos?
R.- Raúl es, en su base, el estereotipo del policía de serie negra americana. Y lo es adrede, aunque quiero creer que luego se convierte en algo más. Su origen está en el sheriff de las novelas pulp, en el Humphrey Bogart de “El Halcón Maltés” o en el John McClane de “La Jungla de Cristal”. Es decir, es un tipo derrotado y cansado que ha renunciado incluso a tener su propia concepción de la vida porque intuye que lo único que hay es caos y, por lo tanto, locura. Rafa, por el contrario, es alguien más estético. Quizás piensa como Raúl, que sólo hay caos y locura detrás de la apariencia de normalidad del mundo, pero al contrario que el policía, él aún se mantiene a flote y luchando.
P.- Entre dioses y peones es un título muy sugerente que puede hacer similitud con muchas reflexiones en la vida, los que tienen el poder y los que no, en este caso hablas de el poder de la violencia. ¿Cuál es la reflexión que deja de trasfondo el libro?
R.- La una reflexión que vale, al final, es la que haga el lector. Por las que me han ido llegando, cada uno proyecta en el libro sus propias vivencias y conocimientos. En ese sentido, habrá quien vea sólo la parte policiaca, habrá quien se quede con la reflexión sobre la violencia,…desde mi punto de vista, una de las reflexiones principales y que es a la que hace referencia el título es que al final, por muy cuerdos que creamos estar, por mucho que perfilemos una personalidad, un hombre unidimensional, de una sola cara, todos estamos sometidos a fuerzas que no controlamos: nuestros genes, la familia que nos toca en suerte, la sociedad en la que vivimos, etc., etc. Es decir, no somos tan homogéneos como queremos creer ni tan libres como nos gusta pensar. Por supuesto, eso lleva a otras reflexiones. Como que, por ejemplo, cualquiera, puesto en las circunstancias adecuadas, puede convertirse en un asesino estupendo.
P.- Uno de los personajes de tu novela habla de la maldad innata en el ser humano, ¿es el hombre un lobo para el hombre?
R.- En el libro hay más preguntas que respuestas porque yo mismo tengo más preguntas que respuestas. Si bien es cierto que, en general, no soy muy optimista con respecto a la especie humana. Es verdad que luego sales a la calle, nos tratas uno a uno y no somos tan malos, pero en general, tengo muy mala opinión de cómo ha evolucionado el ser humano. Si miras hacia atrás, ves que durante milenios fuimos carroñeros. Ni siquiera depredadores. Y ahora, sin embargo, parece que todo ese pasado no ha influido en nosotros y que nuestra vida empieza en las luces de Grecia y Roma, cuando lo cierto es que aquella parte de nosotros sigue teniendo más importancia en nuestro comportamiento que la educación o la socialización a que hayamos sido sometidos. El ser humano comparte el 99% de los genes con el simio, pero seguimos creyéndonos semidioses.
Por ejemplo: el psicólogo Philip Zimbardo metió a unos estudiantes en una especie de cárcel falsa para un experimento. Unos tenían que hacer el papel de presos, otros el de carceleros. Al principio no ocurrió nada, pero al cabo de un tiempo, y pese a que todos sabían que aquello sólo era un experimento, los presos comenzaron a rebelarse y los guardias a tomar medidas violentas para, según ellos, apaciguarles. Hasta el propio autor del experimento reconoce que se volvió un poco sádico viendo todo aquello y que le costó parar el experimento, pese a que la violencia había llegado a límites peligrosos.
Esto demuestra lo que somos: carroñeros venidos a más. Es triste. Pero vistos como especie, seguimos siendo animales peligrosos.
P.- Eres un consumado lector, tu blog Libros para comentar (http://librosparacomentar.blogspot.com) así lo demuestra. Nos podrías decir que libros te han influido más.
R.- Casi todos los libros marcan, de una manera u otra. Pero por hacer una selección, que aun así será muy panorámica, diría: “La Iliada”, “La odisea”, “la Biblia”, el teatro de Lope y de Shakespeare, “El Quijote”, “La Divina Comedia”, “El leviatán” de Hobbes, los “ensayos” de Montaigne, “Los tres mosqueteros”, “Viaje al centro de la tierra”, “Las minas del rey Salomón”, “Scaramouche”, “Rojo y Negro”, “El Conde de Montecristo”, “Los miserables”, “Un asunto tenebroso”, “Bel Ami”, “El lobo estepario”, “Demian”, y en general cualquier obra de Hesse, “El túnel”, y “Sobre héroes y tumbas” de Sábato, “El guardián entre el centeno”, los relatos de Jack London y los de Borges, “El memorial del Convento”, todos los libros de Miguel Delibes, “Ana Karenina”, “Retrato del artista adolescente”, “Lolita”, “El corazón de las tinieblas” y “Lord Jim” de Conrad, “ A sangre fría”, “La conjura de los necios”, “Cinco cerditos”, “Estudio en escarlata”, las obras de Patrick O´Brian, “Ampliación del campo de batalla”, “Residencia en la tierra”, “El árbol de la ciencia”, “Luces de bohemia”, los episodios nacionales, las estupendas biografías de Zweig, “Más allá del bien y del mal”, la “Contribución a la crítica de la economía política” de Marx, “El cuarteto de Alejandría”, “Canciones de amor en Lolita´s Club”, “El maestro de esgrima”, “El palacio de la luna”, “Corazón tan blanco”, “Otra noche de mierda en esta puta ciudad”, muchos libros de poesía (Lorca, Neruda, Alberti, Gil de Biedma,…) y por supuesto los cómics de Hugo Pratt y Neil Gaiman. Me habré dejado alguno, pero puede valer como resumen.