Chalie Hebdo, la libertad de expresión y otros derechos fundamentales

Si alguien se entretuviera en calcular el coste económico que ha supuesto para Francia la defensa de la libertad de expresión —no hablo ya del despliegue criminal para atrapar a los terroristas, eso iría al balance de seguridad—, el resultado, contadas movilizaciones, seguridad, ayudas, etc., sin duda superaría el centenar de millones de euros.
No digo esto, claro, porque esté en contra de la defensa de la libertad de expresión. Al contrario, si lo hago es, precisamente, porque en el caso de otros derechos fundamentales como lo puede ser el de la vivienda o el de una vida digna, el primer argumento que nuestro gobierno, y otros, sacan a relucir para no atenderlo es, precisamente, el de su alto coste económico.
Piénsese, si no, en el caso de las personas que sufren Hepatitis C; piénsese, si no, en el caso de las personas desahuciadas por bancos o ayuntamientos, y a los que nadie atiende o da respuesta porque sus derechos fundamentales chocan con el balance económico del gobierno.
Todo esto sería más explicable si mirásemos nuestra sociedad como lo que es: no una sociedad de derecho, sino una teocracia; otra más; pero en la que el Dios no es Alá o Jesucristo, sino el Todopoderoso Dinero.
Sólo bajo ese prisma se puede explicar que se deje morir a gente porque salvarla es muy caro, o que se mande a la policía a disolver manifestaciones de trabajadores o desahuciados. Sólo bajo el prisma de una teocracia se puede entender que los banqueros corruptos estén en la calle y quienes intentaron juzgarles apartados de su tarea o en la cárcel; o que uno de cada tres niños del país viva bajo el umbral de la pobreza mientras se sigue soltando dinero a bancos, obras innecesarias, mítines y clubs de fútbol.

Sólo bajo la óptica de un régimen en el que el Dinero es Dios y cualquier ataque contra él, o sus profetas, una blasfemia se puede entender algo de lo que pasa en nuestra sociedad.  

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