Vida fea

A lo mejor es porque llueve, porque llevamos dos días en los que el horizonte (a diario amplio) ha quedado reducido a unos pocos y húmedos metros. No pasea gente por los alrededores, no se escucha el ir y venir de los pájaros, el mundo parece aletargado y nosotros, aislados. A lo mejor es por eso que estoy cansado. Cansado de una vida que no puede afrontar días como estos, porque la hemos diseñado como si fuera el producto creado para lucir en un escaparate. Una vida de bares, fotografías, viajes y selfies subidos a Facebook. Una vida que requiere el aire libre y los días soleados y que no es, sino que se narra… continuamente.
Un día, alguien va a tratar de contar todo su tiempo perdido, y va tener que empezar por las redes sociales, por las horas empleadas en hacer brillar una vida que, nos guste o no, es rutinaria, normalita, destinada a no dejar huella; porque, admitámoslo, un día, y no tardando, todo esto volará en pedazos y entonces ¿de qué habrá servido tanto empeño? Ya lo decía uno de los mejores y más crudos endecasílabos de la poesía española: «cuánto penar, para morirse uno»
Wu wei, decían los taoístas. No hagas nada. No actúes. No te molestes. A lo mejor es porque está lloviendo, porque la niebla nos cerca, porque la única conexión con el exterior (sin calarse o morirse de frío) es el maldito hilo de cobre de la linea ADSL. Pero qué feo es el mundo estos días. No la vida, sino lo que hacemos con ella.  
Wu wei. Estate en casa. Mantén encendida la lumbre. Deja que pasen las horas. Lee, escribe… mejor, lee. Olvida el ADSL, a los otros y al mundo. Wu wei. Y ya tendrás tu venganza cuando la realidad, y su calavera sonriente, vengan a recordarnos en qué consiste la vida. 

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