Para comer

Ha excusado la señora Barberá a su vicealcalde de los cargos que se le imputan alegando que no es un niñato y que no necesita la política para comer. Es la misma excusa que puso el consejero de Sanidad de Madrid para defender su honorabilidad y alegar que él podría dejar el cargo cuando quisiera, pues no lo necesitaba para sobrevivir. Sin embargo, ahí siguen ambos pese a no necesitarlo, uno y otro cobrando cada mes un abultado sueldo con cargo a todos ustedes y a mí.
Lo de no necesitarlo para comer es, en todo caso, excusa vieja. Y además torticera. Que uno sepa por ejemplo, Urdangarín podría haber comido caviar todos los días de su vida sin necesidad de llenarse los bolsillos con el dinero de la fundación Noos. Y sin embargo, le pudo el imperativo biológico de la acumulación que es lo mismo que José Mota, con más acierto y expresividad, llama el «ansia viva». 
Tampoco creo que los señores Costa, Camps, Bárcenas y demás etcéteras corruptos necesitaran para comer los trajes, sobres y mordidas que se les supone e imputa. Lo necesitaban para el yate, las botellas de champán, las escorts y demás lujos que siempre acompañan a quienes pueden comer tres veces caliente al día sin problema, pero no se conforman con ello. 
Por otro lado, si de verdad hubiera robado para comer, el vicealcalde de Valencia hace tiempo que estaría en la cárcel. No en vano ya dijo un magistrado del Supremo que la justicia está hecha para robagallinas y no para los patriotas con cuentas en Suiza. Algo que viene de lejos, pues en el Siglo de Oro Góngora ya recitaba:
Porque en una aldea
un pobre mancebo
hurtó sólo un huevo,
al sol bambolea,
y otro se pasea
con cien mil delitos.
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
Y así seguimos cinco o seis siglos después: tocando la flauta cuando habría que tocar el pito y el pito cuando la flauta. Aunque bien mirado, lo que de verdad nos tocan últimamente, y siempre, y por demás, son las pelotas. 

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