Don’t follow leaders

«Don’t follow leaders» cantaba Bob Dylan en Subterranean Homesick blues. No sigas líderes. Y sin embargo ahí está Pablo Iglesias, demostrando que en tiempos de dudas y perturbaciones el animal gregario que aún somos necesita más un mesías que un programa, un caudillo popular que un puñado de buenas ideas.
Y ojo, no digo que Podemos no tenga programa o ideas, lo que digo es que ha llegado a donde ha llegado porque tiene un cabeza de lista popular. Y eso también lo saben ellos, que a mitad de la campaña dejaron de usar su logo (poco conocido) para utilizar un retrato de Pablo Iglesias como identificación.
Tenía un profesor de Opinión Pública que decía que los debates electorales entre muchos candidatos jamás tendrían el éxito de los cara a cara del bipartidismo porque la gente no quería contrastar ideas, sino una pelea de boxeo. Por esa misma razón, decía, la tendencia de las democracias mediáticas es a reducir la pluralidad y el debate ideológico a una confrontación central entre dos partidos (aquí PP y PSOE), quedando el resto de partidos como opciones marginales: algo así como los equipos pequeños de la liga frente al Madrid o al Barça. Se puede ser del Getafe, pero además hay que ser de un equipo de los importantes. Todo ello, en nombre del espectáculo que es a lo que ha quedado reducida la democracia.
Esta teoría, que había venido funcionando relativamente bien hasta hace poco, ha quedado ahora, sin embargo, impugnada en España por la creciente fragmentación del voto y por la incorporación al debate de medios de comunicación alternativos donde el debate ya no se reduce a un intercambio de eslóganes/golpes, como en un combate, sino que es una verdadera confrontación de argumentos racionales. Lo que hay que ver es si esa tendencia se mantiene a lo largo del tiempo o sólo estamos a mitad de camino de una nueva polarización en torno a dos o tres nuevos partidos. Igualmente, hay que ver si el peso de esos otros canales de comunicación se acaba convirtiendo, de verdad, en influencia social. 
De momento, pese a todo lo predicado por los gurús de las redes sociales, los pequeños medios, etc., lo cierto es que el nuevo «hombre» de la izquierda ha cosechado su éxito a partir de sus participaciones en programas de televisión donde el debate da para el eslogan facilón y poco más (aunque precisamente Pablo Iglesias sea quien, en muchas ocasiones, ha intentado dar a esos debates una mayor carga argumental). Pablo Iglesias se ha hecho popular por ser el rostro y la palabra opuesta a los portavoces del gobierno en los platós, léase Paco Marhuenda. 
Don´t follow leaders, gritaba Dylan. Pero a lo mejor no estamos preparados, de momento, para otra cosa que para buscar refugio, en medio de la tormenta, en los personajes carismáticos. A lo mejor seguimos prefiriendo al líder carismático al programa. 

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